Estamos constantemente negándonos a vivir el momento presente. El único momento que de verdad existe. Lo rechazamos porque no nos gusta cómo es, por lo que permanecemos todo el tiempo divagando, imaginando, recordando, planificando o instalados en el miedo al futuro. Es decir, huimos de la nuestra realidad.
Negar el momento presente es negar nuestra existencia, pues estamos huyendo de lo único que existe, de aquello que nos toca vivir en cada instante. De esa manera impedimos que la vida nos aporte las experiencias mediante las cuales, aprendemos aquello que necesitamos para crecer. Toda situación nos aporta algo positivo, inclusive las más duras, pues todo cuanto acontece lleva consigo una lección de vida que es la que nuestro interior necesita para ensancharse.
En ocasiones tenemos usa honda sensación de insatisfacción porque no estamos permitiendo recibir aquello que, aunque no lo entendamos, nuestro interior sí que requiere para poder llegar a ser feliz. Ése es nuestro verdadero destino, pues ése es el anhelo más profundo que todo ser humano tiene, independientemente de su edad, creencia, cultura o condición social. Ser felices. Y la felicidad, queramos o no, pasa por el momento presente. ¿Alguien ha conseguido ser feliz recordando, huyendo, luchando o con miedo al futuro? Nadie. Como mucho, cuando recordamos momentos placenteros o imaginando un mundo idílico, lo único que conseguimos es una efímera y pasajera sensación de satisfacción. Pero tarde o temprano aterrizamos en la realidad, en aquella que hemos declarado que no nos gusta. Motivo éste por el que en ocasiones, la consideramos insoportable.
Ser feliz es ser presente. Esto último nos cuesta entenderlo porque tenemos un concepto de felicidad como lo contrario a la tristeza, la ira, el miedo,… Y eso no es así, observa aquellos momentos en los que sentiste verdadera felicidad, tenías una profunda sensación de plenitud, armonía,… al fin y al cabo, de unidad. Es en ella donde nos encontramos y reconocemos. Por lo tanto, la tristeza, la ira, el miedo,.. simplemente forman parte de ese sendero que hemos de recorrer para poder llegar a ser plenos. No lo vivimos así porque nos encharcamos en ellos, creemos ser ese miedo o esa ansiedad. Y no es así, quizás estás experimentando tristeza pero no eres la tristeza. Eres la conciencia capaz de observarla. No podemos ser felices diseccionando la realidad, dividiéndola en bueno/malo, beneficioso/perjudicial, esto lo quiero pero esto otro no. La realidad es la que es y al igual que en la naturaleza, todo está íntimamente conectado con todo. La realidad es unidad y todo es camino. El camino que necesitamos recorrer para llegar a ser plenos.
¿Qué estoy haciendo para no ser feliz? Empeñarme en no permitir que ocurra lo que ocurre. Obstinarme en vivir una realidad fictica, no REAL.
Todo ello no está reñido con querer mejorar nuestras condiciones cuando éstas atentan contra nuestra dignidad. En el ser humano la dignidad es siempre lo primero, el punto base desde el que hemos de crecer. Sin dignidad difícilmente puede haber crecimiento. Pero si tratamos de modificar esas condiciones no desde la huida, la culpa o la queja, si no desde lo real, y lo real es que eres un ser digno, todas nuestras habilidades y capacidades se concentrarán como una lupa en nuestro objetivo de mejorarlas.
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