Al finalizar el año, venimos cargados de buenas intenciones que muy a menudo se estrellan estrepitosamente en el primer trimestre del año. Hacer más ejercicio, comer más sano, aprender idiomas, terminar ese curso o dedicar más tiempo a la familia y amigos, son algunos de los propósitos de año nuevo “top ten” que cada año llaman a nuestra puerta. Tareas pendientes que se hacen hueco entre las uvas de nochevieja y calman momentáneamente el incómodo picor de la culpabilidad. Pero ¿Qué agentes psicológicos entran en juego para cumplir lo que nos proponemos?
Rivalidad entre sistemas
Según el modelo dual de los psicólogos Fritz Strack y Rolan Deutcsch (2004), en el estudio del autocontrol intervienen dos sistemas de procesamiento de la información que rivalizan entre sí: el impulsivo y el reflexivo.El sistema impulsivo consta de conexiones asociativas que aseguran un procesamiento de la información automático y de ahorro de recursos. Rastrea el entorno en busca de estímulos que satisfagan el placer y activa conductas que nos dirigen hacia un disfrute inmediato. Por ejemplo, abrir sin pensar la nevera buscando ese dulce de chocolate.
Por otra parte, el sistema reflexivo o la capacidad de raciocinio nos permite planificar y valorar las consecuencias de nuestra conducta. Así, consigue inhibir el impulso y acceder a objetivos más complejos a largo plazo. En el ejemplo anterior, desviar la mano hacia una pieza de fruta y cerrar la nevera mientras observamos como se queda dentro el dulce.
El equilibrio entre impulso y control
Los seres humanos somos un dilema constante, aun cuando la opción más adecuada o beneficiosa sea evidente. Esto es debido, en gran parte, a que las metas que nos proponemos a menudo requieren un coste y esfuerzo que entra en conflicto directo con la tentación de los placeres inmediatos. El problema es que resistirse a la tentación requiere cierto autocontrol, y cada uno de estos sistemas está modulado por varios elementos.El sistema impulsivo y su influencia en nuestros propósitos de año nuevo
En la regulación del sistema impulsivo intervienen:La magnitud del impulso. Es más sencillo resistirse a un impulso débil, como un caramelo de un sabor que nos resulte indiferente, que a un impulso más intenso como un brownie recién hecho.
También dependerá del estado homeostático de la persona. Si estamos saciados (si hay una homeostasis o equilibrio interno de nutrientes) será más fácil resistirse al dulce que si tenemos hambre.
Además, intervienen poderosamente las experiencias previas de aprendizaje. Los hábitos o lo que nos hemos acostumbrado desde pequeños, así como las experiencias previas de fracaso.
El sistema reflexivo
En cambio, el sistema reflexivo depende de otro tipo de factores que son más complejos de activar por uno mismo y que a menudo requieren de ayuda psicológica externa. Responder preguntas como:En qué medida sintonizamos o nos sentimos identificados con las metas “de largo plazo” que nos imponemos.
Fraccionar esas metas en objetivos más pequeños y alcanzables.
Mantener presentes estos objetivos en la memoria del trabajo, evitando la activación de conductas automáticas.
Entender que, en nuestra historia de aprendizaje, esos intentos fallidos que experimentamos como fracasos no son tales. Forman parte de nuestro proceso de aprendizaje y seguro que podemos sacar información útil de qué es lo que no ha funcionado para poder llegar a la meta.
Disfrutar del proceso, es lo más importante.
En realidad, cuanto más preciso y alcanzable sea nuestro objetivo, más fácil se lo ponemos a nuestro sistema reflexivo para reconocer e inhibir el comportamiento impulsivo indeseado.
Aprender a autocuidarnos para llegar a la meta
Asimismo, a nivel neuronal influye cuidar adecuadamente de nuestro sistema neurobiológico del refuerzo. Este sistema, o sistema hedónico, regula la sensación subjetiva de placer o disfrute y es muy sensible a la rapidez con la que se recibe el refuerzo tras la conducta.
Cuando recibimos una recompensa natural, y mucho más si se consume una sustancia con potencial de abuso, se produce una activación de las vías dopaminérgicas, tanto mesolímbica como mesocortical. De forma que las neuronas dopaminérgicas empiezan a liberar dopamina en diversas estructuras cerebrales. De todas ellas, el núcleo accumbens es la estructura del sistema de refuerzo donde se libera una mayor cantidad de dopamina cuando obtenemos lo que nos gusta (recompensa), y la que sufre más cambios estructurales tras el consumo de sustancias con potencial de abuso.
Por todo esto, debemos tener presente que el abuso de drogas puede llegar a interferir en el equilibrio estructural y neuroquímico de nuestro sistema nervioso, propiciando con ello que seamos más propensos al consumo impulsivo de la sustancia y que cada vez sea más difícil disfrutar de otros estímulos.
El estrés también influye
La ciencia también ha puesto de relieve que el equilibrio entre el impulso y el control disminuye cuando nos hayamos en una situación de presión psicológica o estrés. El sistema de estrés modula sensación subjetiva de miedo, es un sistema necesario ya que la amígdala nos permite evitar condiciones que en principio podrían ser dañinas para nuestro organismo. Sin embargo, su actividad aumenta cuando nos vemos sometidos a condiciones de estrés.La capacidad de autocontrol requiere de energía mental, tan agotable como puede serlo la muscular. Así, cualquier actividad que requiera de un cierto control puede reducir nuestra capacidad de autodominio sobre una conducta posterior. Por ejemplo, si estamos en una situación estresante que requiere de mucho autocontrol como estar ante un tribunal de oposiciones, a la hora del almuerzo será más difícil resistirse a una comida alta en calorías que si hubiéramos pasado la mañana tranquilamente. Los niveles de estrés mantenidos parecen interferir en la capacidad de activar el sistema reflexivo.