La insulina es una hormona que secretan las células β del páncreas en estado de “buena energía”, es decir, después de haber ingerido comida. La principal función de la insulina es la de almacenar energía para ser usada posteriormente. Por tanto, tras la ingesta de comida, en nuestro cuerpo suceden reacciones anabólicas como la glucogenogénesis, que es la formación de glucógeno, la lipogénesis, que es el almacenamiento de grasa, y la glucólisis, que es la degradación de glucosa. Esto parece contradictorio justamente debido a que la insulina es la encargada de almacenar la energía, y no de degradarla, pero llega un momento en que nuestras reservas de glucógeno están llenas y no podemos seguir almacenando glucosa de esta forma, por tanto, tenemos que degradarla a Acetil-CoA para transformarla en grasa.
Otra de las funciones que tiene la insulina es la creación de masa muscular (es por eso que culturistas profesionales se inyectan insulina, ya que es la hormona más anabólica). Fijáos en este gráfico cómo los culturistas, a partir de los años 90, han hecho crecer sus músculos de manera considerable con respecto al otro grupo que no usaba insulina.
RESISTENCIA A LA INSULINA.
Al contrario de lo que muchos piensan, los carbohidratos no es el único macronutriente que eleva la insulina, sino también las proteínas y grasas (ésta última por medio de la colecistocinina). Pero sólo nos vamos a centrar en los carbohidratos, porque las proteínas y las grasas no elevan tanto la insulina como éstos. Además, el glucagón, reestablece rápidamente el cociente G/I (Cociente Glucagón/Insulina).
A día de hoy, muchas de las patologías como la diabetes tipo II, la obesidad, hipertensión, etc, son debidas a la resistencia a la insulina.
Word cloud concept illustration of diabetes condition
Hemos de saber que cuando nuestro cuerpo responde bien a la insulina, la gran mayoría de la glucosa que ingerimos es transportada al interior de la célula por medio de los transportadores GLUT4. Pero cuando nos hacemos resistentes a la insulina, los receptores que hay en la célula no funcionan correctamente (incluso hay mutaciones en el gen del receptor), de modo que no señalizan bien que hay glucosa en el medio, haciendo que esta glucosa se almacene en el tejido adiposo en forma de grasa. Este factor, como ya he dicho antes, puede llevar a una persona al sobrepeso u obesidad, tendiendo a padecer diabetes tipo 2 por la cantidad de citoquinas proinflamatorias.
Esto es un grave problema, ya que la hiperinsulinemia altera el hambre y el apetito de personas obesas provocando que coman más.
Otra consecuencia es que la calidad del perfil lipídico disminuye, aumentando las LDL (o “colesterol malo”), disminuyendo las LDL (o “colesterol bueno”) y aumentando los triglicéridos en sangre.
Además, a la hora de hacer ejercicio, el cuerpo no va a ser tan eficiente cuando vaya a usar el glucógeno como energía (al no señalizar bien que hay glucosa en el medio, no podemos almacenarla como glucógeno).
SENSIBILIDAD A LA INSULINA.
Durante este apartado voy a mostraros cómo podemos mejorar nuestra sensibilidad a la insulina:
Lo más importante es hacer ejercicio (sobre todo si es de alta intesidad) porque aumenta la translocación de GLUT4 a la membrana celular mejorando la captación de glucosa.
Descansar adecuadamente, durmiendo entre 7-8 horas diarias.
El omega-3, como ya vimos, también nos ayuda a mejorar nuestra sensibilidad.
El uso de cafeína.
El ayuno intermitente podría ser una estrategia nutricional muy eficiente para la reducción del riesgo de diabetes tipo II.
Reducir la ingesta de carbohidratos los días que no entrenamos (tal y como os comentamos en este artículo).
CONCLUSIONES.
Como habéis podido ver, la insulina puede ser peligrosa si no la controlamos como es debido; así que una recomendación para una buena sensibilidad sería hacer ejercicio, como mínimo 3 veces por semana ciclando carbohidratos y descansando correctamente. De esta manera, nuestra calidad de vida va averse mejorada.
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