La religión trasciende la meditación
Existen distintas religiones y los fieles que practican una creencia conocen los rituales de culto asociados a ellas. Sin embargo, conviene no mezclar conceptos y términos, ya que la meditación, que también es una manifestación de la espiritualidad del ser humano, no es una religión. Por tanto, su enfoque y finalidad son diferentes.
La meditación es una manifestación de espiritualidad
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La meditación conecta con la espiritualidad anímica del ser humano, puesto que sus efectos se notan en el plano de la actitud. Y, además, por medio de esta práctica la persona también ejercita cuestiones vitales de felicidad.
Por ejemplo, educa su mente y corazón para fomentar la gratitud hacia el tiempo presente, lejos de cualquier tipo de resentimiento no superado por un hecho del pasado o cualquier tipo de incertidumbre del futuro. La meditación es, por tanto, un ingrediente que conecta con el estilo de vida de aquella persona que observa los beneficios de esta práctica.
El mindfulness es un recurso universal
Por ello, la práctica de la meditación es beneficiosa, de modo universal, cuando la atención consciente se practica de forma regular hasta interiorizar un hábito. Tal vez, en algún momento de tu vida, has sentido que los miedos, las dudas, la angustia y la preocupación afectan a tu estado de ánimo. En este sentido, la meditación te permite incrementar tu nivel de autocontrol y evitar cualquier tipo de distracción exterior.
Para llevar a cabo la promoción de la salud, la persona puede utilizar distintos recursos que le ayuden a gestionar el estrés. Los paseos por la naturaleza, el descanso, la música clásica, la risoterapia, los viajes de relax… La meditación es una técnica más, una herramienta más que puede ayudarte a lograr este propósito de sentirte mejor. Las dinámicas de meditación tienen un fin terapéutico, pero no son unas manifestaciones de religiosidad.
Aprender a vivir el presente
Religión y meditación no son conceptos sinónimos. De hecho, una persona puede tener una fe concreta y disfrutar de la práctica de meditación en un orden distinto de la realidad. El hecho de que religión y meditación no sean conceptos identificables se manifiesta en que una persona puede ser atea y practicar mindfulness en su rutina semanal.
La meditación es un viaje de encuentro personal, un espacio de autoconocimiento en el que eres más consciente de los pensamientos y sensaciones que forman parte de tu propio núcleo personal. El mindfulness es, en realidad, una forma de meditación que conduce a la atención consciente.
El mindfulness es una práctica que te ayuda a vivir mejor, sencillamente, porque te permite conocerte a ti mismo, pero evita la identificación absoluta con tus propios pensamientos.
Tú eres mucho más que tus pensamientos
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Por ejemplo, cuando una persona comienza a practicar mindfulness y, a los pocos minutos, su mente se siente desbordada por aquellos recados que tiene que llevar a cabo al día siguiente o empieza a sentir sensaciones asociadas al aburrimiento, a través de la atención plena puede descubrir que la práctica del mindfulness sigue teniendo sentido al margen de esas sensaciones que invitan a la atención dispersa. Tú no eres tus pensamientos. Esto es algo que descubres a través de la meditación.
Puede que, a lo largo de tu vida, te hayas sentido tan identificado con tus pensamientos que te cueste romper esta dinámica en un primer momento. No obstante, a través de los ejercicios de meditación puedes trascender esta limitación, al darte cuenta de que eres más que esas ideas que pasan por tu mente.
Higiene mental
La higiene mental, como sinónimo de bienestar emocional, es un concepto universal. Por esta razón, aquellos recursos que propician este objetivo pueden considerarse unos medios útiles para alcanzar el fin, más allá de cuáles sean las creencias religiosas de esa persona. El fin de la meditación es cotidiano y su impacto produce un beneficio inspirador en tu estilo de vida actual.
Por ejemplo, te enseña a estar, física y mentalmente, presente en el lugar en el que, realmente, estás en cada momento. Seguro que has experimentado la contradicción de estar presente en el trabajo, mientras tu mente está muy lejos de ese entorno, como consecuencia de una preocupación. La meditación te ayuda a poner fin a este tipo de paradoja que te lleva a perder tanta energía valiosa de manera improductiva.
La idea de creer que la meditación puede ser incompatible con la práctica de determinadas creencias religiosas produce una visión distorsionada de la realidad a través de prejuicios que, con frecuencia, nacen del propio desconocimiento.
Generar una nueva dinámica
El ser humano está acostumbrado a establecer conclusiones a partir de aquello que le ocurre en cada momento. Estas valoraciones subjetivas pueden ser tan inmediatas que, a veces, no te das cuenta de esta circunstancia. Sin embargo, el objetivo de la meditación, como elemento de atención plena, es ayudarte a romper con esa secuencia repetida a través del único momento en el que, realmente, puedes influir en este cambio: el presente.
Mientras que en el concepto de religión está presente el término divinidad, por el contrario, el fin de la meditación está más ligado a la propia naturaleza humana, por ser un soporte para el cultivo de la alegría, la ilusión, la serenidad y la plenitud.
Cuando una persona establece una mejor relación consigo misma, al comprenderse mejor, también establece lazos más sanos y gratificantes en el plano social. Un hecho muy importante, ya que el ser humano es individual; pero también es social, por naturaleza. La meditación y la psicología positiva te ayudan a ser tu mejor versión, dado que te permiten modificar tu realidad a través de una nueva actitud. Es decir, a veces, no puedes hacer nada por modificar el escenario exterior, pero puedes modificar tu respuesta.
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