O por un ruido o porque Juan tiene que ir al aseo, lo primero que hace es encender la luz de su mesa de noche y tratando de no desvelarse se levanta y, quizá, encienda una segunda luz: la de la habitación, luego el pasillo, hasta llegar a su destino.
Esta es una opción, ¿no? Otra es la de Pedro: encender la luz de la mesa de noche, o no, y luego a tientas en la oscuridad llegar a destino sin encender más luces.
El primer ejemplo nos muestra a alguien que, figuradamente, necesita ir iluminando cada nueva etapa que enfrenta en su vida; ¿esto lo hace más inseguro que Pedro?, o no es inseguro y por el contrario, sabiendo que la luz no lo desvelará, se aferra a ella y por fin, ¿llega a su objetivo?
Pedro a su vez, ¿no se quiere desvelar? o ¿está tan seguro de sí mismo que avanza sin temores por su trayecto?
Lo importante es que ambos llegan! ¿Entonces ambas decisiones son correctas? Las dudas y las certezas de cada caso nos hablan de decisiones que diariamente tomamos todos en nuestras vidas, ¿a que sí?
Cada uno de nosotros es un microcosmos, un pequeñísimo universo, con nuestros propios movimientos, creaciones, ilusiones... y ese microcosmos tiene su propia energía... Pero la energía de Juan ¿es distinta de la de la de Pedro y a la suya o la mía? Rotundamente, NO. La energía es la misma aunque gestionada de distinta forma para que cada microcosmos funcione con las reglas que cada uno se imprime, o acepta, ante un Cosmos ante el cual rendimos cuentas todos los días.
Cuando nos visita un consultante y desea que lo tratemos para sanar cualquier área de su microcosmos, lo que realmente nos está pidiendo es que removamos esa energía “a su favor” y eso es lo que realmente hacemos: encauzarla a sus necesidades de tal modo que si, por ejemplo, hablamos de Pedro, “le encendamos la primera luz”... que ya Pedro y sus cuerpos harán el resto!: le señalarán el camino, paso a paso, y no fallando en la oscuridad. Nosotros solo hemos gestionado el reequilibrio de su Energía.
Si se tratara de Juan, moveríamos su energía para que se adecue a sus necesidades, de modo tal que “le encendamos esa primera luz” que le sirva para recuperar “el resto de luces que se le hayan apagado”.
La energía bien dirigida se adecuará a las órdenes del cuerpo, restableciendo las buenas pautas de su Propio Ser. En el caso de que Juan no cumpliera con su Propio Ser (ir con luces apagadas, por ejemplo) y eso no lo dejara llegar, ya se encargará la Energía, también, de enseñarle a andar a oscuras, si lo que busca es marcarse nuevos retos ó caminos. Y otro tanto para Pedro.
En definitiva: Energía, siempre la Energía.