Gregg Barden
¿Qué pensarías si te dijésemos que muchos seres humanos unidos, meditando con un mismo propósito, podríamos cambiar el mundo? Probablemente pienses que es una idea muy bonita pero que desde un punto de vista científico es imposible. Te animamos a continuar leyendo y ver cómo existen diversos estudios científicos que demuestran que nuestra mente, nuestras emociones y nuestra intención pueden traspasar fronteras y repercutir a nivel global en el bienestar del planeta.
Normalmente relacionamos la meditación con una actividad íntima, que nos ayuda a conectar con el ahora. Cuando practicamos meditación conseguimos equilibrar la energía física, mental y emocional. A la vez que conseguimos conectar con lo más profundo de nuestro ser podemos darnos cuenta de que nos integra con el universo, con el todo que nos envuelve. Por eso, si unimos mentes y corazones con una misma intención, en una sesión de meditación colectiva, podremos llegar a conseguir logros de gran impacto para nuestra sociedad.
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A pesar de la gran popularidad que tiene el poder de la intención, hasta ahora existían pocos estudios que demostrasen desde una perspectiva científica lo potente que puede llegar a ser este fenómeno. La persona que más luz ha llevado a este tema es el científico y divulgador Gregg Braden. Ha trabajado como experto en geología computacional para empresas como Cisco Systems o Philips Petroleum. Braden explica en sus libros La matriz divina o El poder de la profecía cómo tradiciones antiguas tales como plegarias y rezos y los últimos avances científicos están más relacionados de lo que nunca hubiéramos podido sospechar.
Estudios científicos que demuestran el poder de nuestras emociones
Gregg Braden, en el documental “La ciencia de los milagros”, que explicaremos a continuación, nos demuestra a través de tres experimentos lo equivocada que ha estado la ciencia occidental, hasta 1990, cuando afirmaba que los sucesos que ocurren en una parte del planeta no afectan a lo que ocurra en la otra parte.
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El primer experimento fue realizado en la época de los 90 por el científico ruso Vladimir Poponin, este propuso estudiar la relación que existe entre el ADN humano y las partículas elementales o fotones. En la primera parte de la prueba se creó vacío en un tubo de vidrio. Era consciente de que el tubo no estaría vacío sino que en él podría estudiar cómo se comportaban las partículas elementales de luz. Estas se mantuvieron esparcidas sin ningún tipo de orden dentro del tubo. En la segunda parte del experimento añadió muestras de ADN humano. Cuando observó cómo se comportaban los fotones se dio cuenta de que en esta ocasión estaban alienados en vez de dispersos en el recipiente. Esto demostró que el ADN tiene un efecto directo sobre la materia que nos rodea.
El segundo experimento era de carácter militar. Se tomaron muestras de ADN de una persona procedentes del interior de su boca y se colocaron en un recipiente en otra habitación. Se expuso a la persona a estímulos emocionales que generaran en ella miedo, ira, tristeza o alegría, para comprobar si el ADN de esa persona que estaba en otra habitación sufriría alguna modificación. Lo que sucedió es que a pesar de que el individuo estuviera separado de su muestra de ADN, esta también experimentaba altos y bajos emocionales al visualizarla con un microscopio. Demuestra que estamos conectados a la materia de la que estamos formados a pesar de que nos separemos de ella.
El tercer experimento se realizó también en la década de los noventa en el instituto HeartMath. Este estudio proponía demostrar que el corazón humano produce un campo electromagnético que se extiende más allá de nuestro propio cuerpo. Para ello tomaron muestras de ADN humano y se expuso esta muestra ante un grupo de personas todas ellas entrenadas para sentir de una manera poderosa y al mismo tiempo emociones específicas. Cuando estas personas sintieron al unísono amor, compasión y perdón la muestra de ADN se mostraba relajada pero cuando se expuso a emociones tales como celos, odio e ira se contrajo y se encogió de manera considerable.
A través de estos tres experimentos se demuestra que la materia es sensible a los pensamientos y que las emociones también afectan directamente a la materia a pesar de la distancia.
A principio de 1980 se llevó a cabo el “Proyecto Internacional de Paz en Medio Oriente”, durante la guerra entre el Líbano e Israel. Se reunieron miles de meditadores experimentados para experimentar todos a la vez sentimientos de paz. Se pudo comprobar que mientras estas personas evocaban sentimientos de paz, los actos terroristas se detenían, así como los crímenes, incluso los hospitales dejaban de recibir heridos. Gracias a estudios de este tipo se ha podido llegar a la conclusión de que si un gran número de personas comienzan a emitir, todos a la vez, emociones y sentimientos como alegría, amor, paz, estos sentimientos crearían un cambio en todo el planeta.
Sólo hacen falta 9.000 personas para poder sembrar la paz
En el documental, Braden nos habla de cómo la cantidad de personas que trabajan en común en una meditación colectiva influye en los resultados. Ha ideado una fórmula para conocer cuántas personas harían falta para experimentar un cambio destacable. La cantidad mínima de personas corresponde a la raíz cuadrada del 1% del total de la población. Por ejemplo, en una población de un millón de habitantes sería necesario que participasen 100 personas. Cuantas más personas participan, mayor es el efecto. En el mundo somos casi 7.000 millones de personas, sólo sería necesario que unas 9.300 personas nos pusiésemos de acuerdo para sentir simultáneamente paz en nuestros corazones para poder generar un movimiento de paz y amor en el mundo.
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Se necesitan personas con ganas e ilusión para llenar de paz y armonía nuestro planeta. En su vídeo también nos explica que cuando queremos realizar una plegaria colectiva a través de la meditación, la manera correcta de hacerlo es experimentando esa emoción dentro de nosotros como si ya lo hubiésemos obtenido, no pedir esperando a que suceda. Esa es la clave para que se pueda poner en marcha ese poder ilimitado de la intención del ser humano.
Para Braden no existen limitaciones de tiempo ni de espacio para el ser humano, todos tenemos dentro un gran poder que traspasa las leyes de la física y somos capaces de influir en nuestro mundo si nos lo proponemos.