¿No estás un poco harta de que los criterios sobre nutrición cambien con tanta frecuencia? No sé tu, pero yo me volvería loco. Y esto pasa mucho con las grasas.
Hasta ahora, las grasas se han clasificado principalmente en saturadas e insaturadas. Las grasas saturadas son aquellas que permanecen sólidas a temperatura ambiente, como la manteca, la grasa de cerdo o el aceite de coco, mientras que las grasas insaturadas son líquidas a temperatura ambiente, como el aceite de oliva y el aceite de sésamo. Durante muchos años, se ha pensado que las grasas saturadas eran las malas y las insaturadas las buenas, debido a su impacto en los niveles de colesterol y la salud cardiovascular. Y por eso casi todas las dietas para perder peso y saludables incluían alimentos bajos en grasas y sólo ricos en grasas insaturadas.
Sin embargo, esta clasificación simplista ha demostrado ser insuficiente. No todas las grasas saturadas son perjudiciales, ni todas las grasas insaturadas son beneficiosas. Por ejemplo, los ácidos grasos omega-3, una categoría de grasas insaturadas, han mostrado tener numerosos beneficios para la salud, mientras que algunos alimentos ricos en grasas saturadas, como el aceite de coco, pueden tener propiedades beneficiosas en ciertos contextos.
A medida que nuestra comprensión de las grasas y sus efectos en la salud ha evolucionado, nos hemos encontrado con nuevas categorías como los ácidos grasos omega-3, omega-6 y omega-9, cada uno con sus propias propiedades y efectos en el cuerpo. Esto ha llevado a una visión más matizada de las grasas, pero también a una mayor confusión sobre qué es saludable y qué no lo es.
Entonces, ¿será siempre así de confuso o llegará el momento en que entendamos claramente cuándo una grasa es saludable o no? La respuesta podría estar en una perspectiva más holística y equilibrada que va más allá de las clasificaciones actuales. Aquí es donde entra la macrobiótica.
En la filosofía macrobiótica, no solo se considera la composición química de las grasas, sino también su efecto, o sea, cómo afectan al cuerpo. Las grasas, como casi todo en macrobiótica, se pueden clasificar en yin y yang. Las grasas yin tienen un efecto enfriador en el cuerpo, así como expansivo y ligero, mientras que las grasas yang lo calientan, concentran y contraen. Aquí no solo miramos el concepto grasa, miramos en general el efecto del alimento en sí, que tendrá una buena cantidad de grasa, pero que en su conjunto dará este efecto más yin o más yang.
Ejemplos de grasas más yin incluyen el aguacate, el aceite de palma y el aceite de coco, básicamente porque todos estos alimentos tienen un origen tropical y precisamente crecen en áreas donde es bueno consumirlos para aplacar el calor. Estas grasas tienden a enfriar y son ideales para climas cálidos o personas que necesitan un efecto refrescante. Los alimentos grasos en general dan un efecto saciante, por lo que tampoco abusaremos en cantidad de ellos.
Por otro lado, las grasas más yang se encuentran en las carnes rojas y los pescados azules. Estas grasas existen en alimentos que calientan el cuerpo y son más adecuadas para climas fríos o para personas que necesitan un impulso energético. Y de la misma manera que con las yin comeremos estos alimentos en cantidades moderadas.
Por último, hay grasas que son más estables a nivel de efecto aunque en general tienen un cierto efecto calentador. Las semillas ,los frutos secos y los aceites derivados de ambos, por ejemplo, contienen grasas que pueden ser beneficiosas en pequeñas cantidades, pero que también aportan calor al cuerpo, aunque al ser un alimento más estable lo podemos tomar en un poco más de cantidad y frecuencia que los alimentos con grasas más yang.
Con esto te estoy dando una visión completamente diferente de la alimentación, clasificando por el efecto del alimento completo más que en un nutriente y dando una visión más general de cómo ese alimento te va a afectar en tu salud y en tu vida. Lamentablemente la ciencia tiende a separar y dividir, pero ya se está viendo que esa visión de la alimentación es demasiado sesgada.
No tiene mucho sentido consumir grandes cantidades de carne o pescado azul en verano, cuando ya estamos expuestos al calor, o tampoc tiene ningún sentido tomar aguacate en invierno, cuando necesitamos más calor interno. La clave está en entender las propiedades energéticas de los alimentos y cómo interactúan con nuestro cuerpo y entorno. Pero es probable que ni te estés dando cuenta de esto y sí estés consumiendo estos alimentos todo el año. A lo mejor no sientes más calor o más frío, pero duermes peor, te aparece más mucosidad de la normal o te duele la cabeza en determinado momento del año. Esto es consecuencia de alimentarse sin conciencia y creando desequilibrio en tu organismo. Y esto puede llevarte a enfermedades y problemas peores. El otro día una paciente de mi consulta me vino maravillada porque no imaginaba que si eliminando los huevos (con grasas yang) de la dieta iban a mejorar sus menstruaciones, y que así fue y que está maravillada…
Para concluir, más que obsesionarnos con la composición nutricional de los alimentos y preparar menús con una calculadora de nutrientes, deberíamos reflexionar sobre el efecto que tienen en nuestro cuerpo. La macrobiótica nos enseña a ver los alimentos no solo como un conjunto de nutrientes, sino como fuentes de energía que pueden equilibrar o desequilibrar nuestro ser. Esta perspectiva nos invita a reconsiderar nuestras elecciones alimenticias de una manera más intuitiva y armoniosa.
Seguro que tiene que ser más fácil…
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