Y, como ya sabes, un mes nuevo trae consigo la renovación de nuestro reto. Esta vez el asunto tiene su miga y puede que a muchos nos cueste más de lo que podría parecer en un principio...
¿Qué me dices? ¿Te apuntas al mindful eating?
De acuerdo, quizás estéis pensando: "no me apunto hasta que sepa bien de qué va el asunto, que ya sabemos que de ti podemos esperar cualquier cosa". Pues nada, vayamos paso a paso a ver si consigo que, cuando terminéis de leer este artículo, preparéis vuestro calendario para los 21 días de reto que nos esperan.
El concepto de mindfulness
Seguramente ya has oído hablar del mindfulness como la necesidad de prestar atención plena a lo que estamos haciendo en cada momento, de "vivir el momento presente". En CEOCAN (Centro de Estética Oncológica de Canarias) nuestro psicólogo Anastasio González imparte cursos de mindfulness para enseñarnos (o intentar enseñarnos, porque conmigo lo tiene difícil...) a vivir conscientemente cada momento del día, abandonando esa costumbre tan en boga a la que llamamos "multitarea".
A veces es necesario hacer varias cosas a la vez, y la verdad es que yo nunca le he encontrado nada de malo (incluso mucho de positivo si andas escaso de tiempo), siempre y cuando pongas tu atención en una de ellas, con lo cual sólo una de las tareas que estás haciendo debe requerir de tu atención consciente. Me explico, puedo hablar con una amiga por teléfono y no dejar de prestarle atención mientras lleno la lavadora o mientras riego las plantas, porque son acciones que hago de forma mecánica. De todas formas, reconozco que lo hago llevada por una necesidad de ahorrar tiempo y que también me gusta centrarme por completo en algo que esté haciendo y en el momento presente y desde luego hay actividades que así lo exigen.
Lo que sí tengo claro es que, lo llamemos como lo llamemos, en el campo de la alimentación, los beneficios de centrarse en lo que se está haciendo y disfrutar del momento son mayores de lo que se podría pensar. De aquí, de la adaptación de las teorías del mindfulness a la nutrición, nace el concepto de mindful eating o alimentación consciente.
Adaptando el mindfulness a la nutrición : mindful eating
¿No os ha pasado alguna vez que os cuesta recordar lo que habéis comido el mediodía o la noche anterior? Y ¿no será porque mientras comíais estabais más centrados en las noticias del telediario o en cómo unos decoradores transforman una casa de 300 metros cuadrados, "claustrofóbica" según sus propietarios, en otra de "concepto abierto con mucha personalidad"? ¿O quizás comíais mientras recogíais los platos de vuestros hijos o frente al ordenador terminando un informe o simplemente repasando la última frase de motivación que los amigos han colgado en Facebook?
Aunque parezca muy novedoso, este concepto de la alimentación consciente no es nuevo. Desde la Edad Media en los monasterios católicos se siguen las reglas de San Benito y San Agustín, según las cuales los monjes deben comer siempre a la misma hora, solo lo necesario y en silencio mientras un compañero lee la Biblia. También se presta la misma atención a la alimentación en los monasterios budistas e hinduístas.
Los defensores de la alimentación consciente nos hablan de comer solo cuando tengamos hambre, y dejar de comer cuando ya no la tengamos, disfrutando además en todo momento del proceso. Esto no es nada fácil si no estamos centrados en lo que hacemos y simplemente engullimos lo que nos pongan delante mientras nuestra atención se dispersa en todo lo que nos rodea. Sabemos que la sensación de saciedad tarda unos 20 minutos en llegar al cerebro, por lo que ya hemos comentado otras veces en este blog que comer demasiado rápido nos hace ingerir más de lo que necesitamos. Por otra parte, si nuestra atención se encuentra lejos de la comida, a pesar de que el cerebro nos envíe la señal de que "ya es suficiente", nos pasará inadvertida y seguiremos comiendo y comiendo...
¿Cómo alcanzar una alimentación mindful o consciente?
Son muchos los consejos y ejercicios que nos proponen los expertos en este tema para conseguirlo, pero, como yo no lo soy, sólo pretendo con este post que nos acerquemos a la idea y aprovechemos de ella todo lo bueno que nos pueda aportar a nivel de nuestros habituales retos de 21 días. Seguro que muchos de vosotros, a raíz de los beneficios que vais a obtener con estas sencillas medidas, vais a querer profundizar más sobre el tema y buscaréis algún profesional que os ayude a lograrlo.
Así que...
Concretemos nuestro reto
He elegido tres medidas que me parecen esenciales para acercarnos un poquito a una alimentación consciente y serán estos los tres objetivos en los que se concrete nuestro reto del mes de abril. ¡Apunta!
1. Haz de la comida un momento agradable
No comas nunca de pie ni yendo de un lado a otro. Pon la mesa en un lugar agradable aunque sea solo para ti (mejor si siempre es en el mismo sitio), utiliza una vajilla bonita, sírvete la ración que vayas a tomar como si presentaras tu plato a un concurso, pon en la mesa todo lo que vayas a necesitar para no tener que estar levantándote continuamente (excepto la fuente de la comida... ya te has servido tu plato y no vamos a repetir) y, por último, lo que seguramente te resultará más difícil: ¡olvídate del móvil, el ordenador y la tele a la hora de comer!
2. Come lentamente y disfrutando cada bocado
El objetivo de disminuir la velocidad a la que comemos es tanto dar tiempo al cerebro para reconocer cuando estamos llenos como darnos tiempo a nosotros mismos de disfrutar cada bocado: olor, textura en boca y sabor son difíciles de apreciar si el alimento pasa casi sin transición del tenedor a la boca y de ésta al esófago ¿no crees?
Para conseguirlo se aconseja dejar el tenedor en el plato entre bocado y bocado y detenernos a menudo a tomar un pequeño sorbo de agua. Otra medida para aquellos incapaces de disminuir el ritmo es utilizar para comer la mano contraria a la que usamos habitualmente, cambiar el tenedor por unos "palillos chinos" o incluso "obligarse" a masticar cada bocado un número determinado de veces antes de tragarlo hasta que se convierta en hábito.
3. Comerse todo el plato no acabará con el hambre en el mundo
Triste, pero cierto. Por mucho que nuestras madres nos repitieran que debíamos acabarnos todo el plato porque había muchos niños en África que no tenían qué comer, pasada la etapa infantil (aunque quizás, como yo, ni siquiera entonces entendieras qué relación podía haber entre una cosa y la otra...) somos conscientes de que dejar el último bocado en el plato es mejor que comerlo sin hambre y que, si no hablamos de un desperdicio ingente de comida (para eso nos hemos servido una cantidad prudente), a nadie estamos perjudicando. Es más, si te sientes mejor, ve poniendo en una hucha una moneda cada vez que te dejes algo en el plato y dónalo a alguna ONG; seguro que ayuda más que comértelo todo sin apetito.
Dicen que lo único que no engorda es lo que se queda en el plato así que, si estás disfrutando y saboreando la comida y llega el momento en que te sientes satisfecho, no te empeñes en contentar a tu madre y dejar el plato limpio. Si estás comiendo de forma consciente debes comer sólo mientras aún tengas hambre.
¿Te parece demasiado?
Quizás un reto con tres sub-retos se te hace un poco cuesta arriba. En tu mano queda elegir completar los 21 días para cada uno de ellos por separado, comenzar por uno y cuando esté un poco asentado, por ejemplo tras la primera semana, solaparlo con el siguiente, o, directamente, afrontarlos como un todo.
De todas formas, una vez empieces verás que no es difícil: en cuanto te encuentres sentado en un sitio agradable, apagues la tele y te alejes del móvil te centrarás en la comida y en saborearla, esto te llevará a comer más despacio y como consecuencia a reconocer cuándo estás lleno para, con una disculpa mental a tu madre, apartar el plato y sentir que por fin sabes lo que es el mindful eating.
Cuéntame, ¿ya conocías el minful eating?
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