Cuando tenemos un conflicto personal o interpersonal, cuando sentimos un malestar psicológico o una tensión corporal ante una situación que nos incomoda, cuando emergen o nos acompañan persistentemente emociones negativas de forma intrusiva, habitualmente abordamos el problema para intentar solucionarlo mediante cinco estrategias que, si bien son comunes, no suelen ser eficaces.
Estas cinco estrategias son las siguientes:
1. Quitar importancia al problema
2. Analizar
3. Despreciar la sensación
4. Sermonearse a uno mismo
5. Ahogarse en la sensación
¿Te resultan familiares?
A continuación nos acercaremos a estas cinco estrategias con más detenimiento.
1. Quitar importancia al problema
Ante un problema que nos causa malestar nos decimos: “No es para tanto”, “no importa”…, pero estas palabras no cambian nada en nuestro interior, ya que seguimos con las mismas emociones de ira, rabia, impotencia o tristeza que antes.
La realidad es que el intento de convencernos de que lo que ha ocurrido no tiene importancia no nos lleva a sentir menor malestar emocional. Y lo más probable es que la próxima vez que nos encontremos ante el mismo problema o situación tengamos una reacción emocional similar.
2. Analizar
Analizamos la sensación que nos incomoda e intentamos encontrar las causas de que así sea. “Esto tiene que ser porque…”. Si bien el razonamiento puede ser correcto y puede ayudarnos a entender qué nos pasa, este análisis no nos llevará a disminuir la sensación desagradable que nos provoca el conflicto personal. Podemos pasar horas analizando con sumo detalle, pero seguiremos sin liberarnos de esa sensación corporal desagradable que nos acompaña.
La realidad es que con esta estrategia no logramos cambiar la sensación de malestar en una sensación más afín al bienestar personal; e incluso, en no pocas ocasiones, conseguimos lo contrario de lo que buscamos: que esa sensación desagradable se intensifique.
3. Despreciar la sensación
Esta estrategia consiste en intentar ignorar la sensación. Nos decimos algo así como: “No pienso permitir que me fastidies el día”, pero la verdad es que ese conflicto, esa situación que nos provoca malestar sigue molestándonos porque este tipo de comentarios internos, o declaración de intenciones, no suele mejorar nuestro estado emocional.
La realidad es que por despreciar o ignorar una sensación no la eliminamos de nuestra existencia. Seguirá ahí manifestándose a su manera por los canales que encuentre.
4. Sermonearse a uno mismo
En esta estrategia nos decimos lo que deberíamos hacer como personas adultas y maduras, o en relación a cualquier otra cualidad que consideremos fundamental para tener una buena imagen de nosotros mismos. Por ejemplo: “Eres una persona adulta y madura, pues compórtate como tal”, “la gente valiente no actúa así, esto es indigno de ti, cobarde”…
La realidad es que el niño que llevamos dentro se rebelará. Con este discurso interno destructivo, lejos de librarnos de la sensación desagradable que nos provoca el problema nos sentiremos inadecuados y poco eficaces, cuando precisamente un buen sentido de autoeficacia y adecuación podría ayudarnos mejor.
5. Ahogarse en la sensación
Seguir esta estrategia significa que nos sumergimos en la experiencia conflictiva, revivimos todos los detalles, exploramos cómo nos sentimos a cada instante y nos hundimos en la sensación desagradable sin cambiar nada, incluso podemos llegar a bloquearnos y quedarnos atrapados en la sensación mediante un discurso parecido a este: “y me dijo que… y entonces, claro..., pensé que yo era incapaz de hacer algo bien en mi vida..., y encima no hacía más que mirarme con esa cara de…” y así sucesivamente en una espiral sin fin.
La realidad es que con esta estrategia acabamos peor porque incrementamos el malestar y, al centrarnos solo en los detalles del problema, perdemos la amplitud de miras que podría actuar como un elemento inspirador de nuevas estrategias y vías de solución.
¿Por qué estas cinco estrategias comunes no funcionan cómo esperamos?
El motivo fundamental es que las cinco estrategias enfatizan lo intelectual, pero no involucran al cuerpo, a la parte física de la sensación o molestia emocional. Muchas veces pensar y pensar, y solo pensar, no es suficiente para sentirnos bien y resolver nuestros conflictos internos (o con las personas que nos rodean). Sin duda, los seres humanos tenemos una gran capacidad intelectual, pero habitamos un cuerpo cuyos mensajes son tan esenciales -si no más- como el discurso mental, racional, lógico y verbal con el que bombardeamos nuestra mente a diario.
Diversos psicólogos, como es el caso del psicólogo norteamericano Eugene Gendlin, consideran que sin integrar el cuerpo en el proceso no se puede generar un cambio fundamental en la persona. En concreto, este psicólogo propone una técnica corporal denominada Focusing que tiene como objetivo favorecer el cambio interior corporal (body shift) que guiará hacia un cambio fundamental en la experiencia vital de la persona. En muy pocas palabras, el Focusingconsiste en tocar y cambiar con la experiencia “el lugar donde realmente existe la molestia” porque es, precisamente, lo que posibilitará “la sensación de desbloquearse por dentro” (Gendlin, 2008).
El otro aspecto relacionado con la poca eficacia de estas estrategias comunes es el modo en que nos hablamos y escuchamos, un modo muy poco amigable. Nos lanzamos de inmediato a criticarnos, a encontrar razones o motivos para explicar nuestros problemas, nos comparamos con el ideal de persona que deberíamos ser, nos condenamos por los defectos e imperfecciones que nos hemos atribuido... En definitiva, nos sermoneamos de un modo desagradable y hostil que nada tiene que ver con la escucha amigable que necesitamos en esos momentos.
Bibliografía:
Gendlin, E. T. (2008). Focusing. Proceso y técnica del enfoque corporal. Bilbao: Ediciones Mensajero.