Aparte de estas expectativas, cuando llegamos a la consulta de un Dietista – Nutricionista también nos acompaña una parte de incertidumbre fruto de nuestro desconocimiento. Lo desconocido es atractivo, nos despierta la curiosidad y nos atrapa. Es por eso que a veces, cuando nos planteamos un cambio de hábitos alimentarios, esperamos un discurso innovador, que no hayamos oído nunca, que nos sorprenda y nos cautive. A veces pensamos que habrá un alimento milagroso que acabará con todos nuestros males, o unas vitaminas o suplementos que nos ayudarán en nuestro proceso. Otras veces pensamos que tendremos que eliminar algunos alimentos que hemos leído por la red que no son buenos o que tendremos que aprender a comer de forma alternativa y diferente.
Pero resulta que la realidad es muy diferente y el cambio de hábitos y las pautas que nos proponen no suelen ser tan atractivas, ni tan diferentes, ni tan extraordinarias como pensábamos. Resulta que no tenemos que hacer grandes peripecias, ni comprar ingredientes extraños, ni comer boca abajo. Es mucho más sencillo que todo eso, y quizás a veces justamente ese es el problema.
No hay nada misterioso ni mágico en el aprendizaje de hábitos saludables. A veces nos da la sensación de que si no hacemos cosas extravagantes que den un vuelco a nuestro día a día, no estamos haciendo un cambio importante. Nada más lejos de la realidad. Los cambios, para que sean duraderos, deben adaptarse a nuestro estilo de vida y a nuestra forma de funcionar.
Para acabar de entender lo que queremos expresar con este artículo, os proponemos una comparativa. Imaginad una pareja que hace tiempo que no se encuentra en su mejor momento, tienen muchas discusiones y los dos sienten que su vínculo se tambalea. Para intentar salvar la relación deciden irse de vacaciones a Tailandia un par de semanas. Piensan que en un entorno diferente y atractivo, desconectando de su rutina diaria, las cosas pueden mejorar. Y sí, esas dos semanas son diferentes, especiales y divertidas. Pero llega la hora de volver y recuperar el día a día, la casa, el trabajo y la convivencia. Al cabo de unas semanas de regresar de vacaciones los problemas vuelven a aparecer.
Pues lo mismo nos puede pasar con nuestra salud. Si hace tiempo que no nos encontramos bien, no estamos a gusto con nuestro cuerpo o sabemos que no nos estamos alimentando de forma equilibrada, es posible que nos sintamos atraídos por soluciones innovadoras, rápidas y atractivas. Las dietas milagro serían un ejemplo. Pero, ¿qué pasa? Al igual que el viaje a Tailandia es una especie de espejismo en la relación, la solución mágica también lo será para nuestra salud. No podemos quedarnos a vivir a Tailandia, como tampoco podemos pasarnos toda la vida comiendo solamente alcachofas (por decir algo exagerado). Inevitablemente tendremos que volver a la realidad, volveremos de Tailandia a nuestra ciudad, y volveremos de la dieta “de moda” a la alimentación que llevábamos antes de empezarla. Y la pena es que no habremos aprendido nada y los problemas seguirán allí.
Si deposito todas las esperanzas en un viaje exótico o en unas pastillas “quemagrasas”, en cierto modo lo que hago es trasladar la responsabilidad del cambio a factores que no dependen de mí, no estoy atacando el problema de base. A veces se hace difícil cargar con toda la responsabilidad del cambio a nuestras espaldas, pero esta es también la manera más saludable y reconfortante de cuidarnos. Si el cambio proviene de nuestro aprendizaje y está adaptado a nuestros gustos y rutinas será mucho más sencillo que lo incorporemos para siempre en nuestra vida.
Así pues, tal vez la mejor estrategia sería hacer frente al problema de pareja y no huir, o en el caso de la alimentación, ser realistas y valorar que cuando queremos cambiar los hábitos deberíamos querer hacerlo para siempre. Cuando queremos mantener una forma de cuidarnos que nos acompañará durante muchos años, ésta debe ser lo más cómoda, natural, llana y sencilla posible.
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