Sobre lo que no nos preguntamos tantas cosas es sobre todo lo que rodea las comidas y que no es puramente la comida. No nos solemos plantear si nos costará compaginar los nuevos menús con nuestro horario laboral, si tendremos tiempo para ir a comprar, cómo nos prepararemos las fiambreras que llevaremos cada día al trabajo… En definitiva, a veces no acabamos de ser conscientes del esfuerzo que conlleva el cambio de hábitos y de que este esfuerzo va más allá de lo que podremos o no podremos comer.
Así pues, si estamos pensando en empezar a cuidar nuestra alimentación uno de los aspectos más importantes que debemos tener en cuenta y que muchas veces olvidamos es que siempre que iniciamos un cambio de hábitos le tenemos que hacer sitio. Es como cuando queremos reformar una habitación de nuestra casa y compramos un mueble sin haber medido el espacio que tenemos disponible. Llegamos a casa y no habrá manera de meter ese mueble sin que el resto de habitación nos quede afectada. Si queremos que el mueble se adapte correctamente a la habitación, lo que tendremos que hacer antes de ir a comprarlo es medir cuánto espacio tenemos disponible, pensar qué tono de madera queda mejor con el resto de muebles y si aquel modelo nos será cómodo para realizar la función que tiene que hacer.
Pues con el cambio de hábitos pasa lo mismo, y justamente a esto nos referimos con “hacerle sitio”. En el caso del cambio de hábitos alimentarios lo que nos toca hacer es buscar el espacio en nuestro día a día, buscar tiempo real para dedicar a los nuevos hábitos que queremos incorporar y hacer que éstos se adapten a nuestra rutina. Además, de la misma manera que cuando reformamos una habitación queremos que ésta sea agradable y bonita, los cambios que incorporamos cuando empezamos nuevas pautas de salud nos tienen que gustar y hacer sentir bien.
No sirve de nada tener un super plan alimentario detallado para todos los días de la semana si yo realmente no he hecho espacio en mi día a día para poder llevar a cabo este plan de una forma adecuada. Así pues, lo primero que tenemos que hacer cuando decidimos comenzar un cambio de hábitos de salud es observar detenidamente nuestra agenda y rutina habitual y empezar a hacer espacios para dedicar a este cambio. Algunos consejos que os pueden ir bien:
Haz una lista de aquellas actividades nuevas que deberás incorporar a partir de ahora en tu día a día: Hacer lista de la compra, ir a comprar el producto fresco, congelar, hacer fiambreras para el trabajo, caminar cada día 30 minutos, etc.
Coge la agenda y sitúa cada una de las actividades anteriores en un día y hora aproximados.
Valora si todos estos cambios han modificado mucho o poco tu rutina anterior y si te sentirás cómodo con ellos. Si es necesario, puedes ir incluyendo los cambios de forma gradual con el fin de adaptarte mejor a la nueva rutina.
Asegúrate de que la nueva organización te sea cómoda, no se trata de ir estresados para poder cumplir todos los cambios. Más vale ir despacio pero sentirnos a gusto.
Procura que entre estas nuevas actividades haya algunas que te hagan sentir especialmente bien. El deporte, el cuidado de ti mismo, la compra en un mercado de barrio, cocinar como desconexión, cocinar con música o radio… Para cada uno será una actividad diferente.
Sólo así, haciendo que los cambios sean cómodos, agradables y graduales, conseguiremos que se puedan mantener en el tiempo y que cuando miremos atrás pensemos: ¡Ojalá hubiera decidido cambiar antes!
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