Entrenamiento y ganancias de fuerza
Remontémonos a la década de los 70, década en la cual se llevaron a cabo estudios experimentales que implementaron un entrenamiento de fuerza sobre niños y adolescentes de un rango de edad determinado, evaluando las ganancias de fuerza pre y post-entrenamiento. Los resultados no mostraban diferencias significativas, siendo únicamente alguno de los adolescentes capaz de experimentar ganancias significativas post-entrenamiento de fuerza.
La explicación que se dio entonces era muy sencilla, pues en la edad prepúber, el nivel hormonal es muy inferior en comparación con el adulto, e incluso en comparación a un adolescente. Es por esto por lo que estos autores consideraron que el entrenamiento de fuerza no producía beneficio alguno sobre el sujeto, pues su nivel de andrógenos era insuficiente tanto para crear masa muscular, como para obtener unas ganancias significativas de fuerza.
Esta explicación fue rápidamente rebatida y refutada por diversos autores, los cuales incluyen también niños y adolescentes en un programa de fuerza determinado, observando esta vez ganancias de fuerza significativas en todos los grupos de edades.
¿A qué se debe esto y por qué en décadas anteriores eran incapaces de ganar fuerza?
La justificación a lo demostrado por estos autores enuncia que el incremento de fuerza no solo depende de los niveles hormonales y sus ganancias en hipertrofia muscular, sino que también existen procesos neurales, explicados como la capacidad de reclutamiento fibrilar que poseen los músculos, responsables de las ganancias de fuerza en sujetos prepúberes.
En el caso de los adolescentes, además de la implicación neural, también se evaluaron mejoras en cuanto a sección transversal del músculo (hipertrofia muscular), coadyuvante también en estas ganancias, pero adoptando un papel de menor importancia.
En lo que al entrenamiento se refiere, al igual que en el adulto, se sabe actualmente que son necesarias una serie de variables, tales como la intensidad, el volumen, y en menor medida la frecuencia, variables responsables de la imposibilidad para ganar fuerza en los sujetos estudiados en la década de los 70, pues estas no llegaban al mínimo requerido.
Pero… ¿qué importancia tienen las ganancias de fuerza sobre un sujeto pediátrico?
Veamos, gracias a estas ganancias de fuerza, se puede prevenir un proceso conocido y nombrado actualmente como dinapenia pediátrica, fenómeno fisiológico nacido recientemente y atribuido a una pérdida de fuerza y potencia muscular como resultado de una vida de inactividad física no solo causante de lesiones, sino también de muchas enfermedades cardiometabólicas.
Bien, pues un entrenamiento de fuerza realizado en unas buenas condiciones de seguridad y supervisión, y mediante la correcta selección de ejercicios y variables, es capaz de prevenir este fenómeno.
Por lo tanto, parece que empezar a entrenar en edades tempranas no es tan perjudicial como se sigue pensando… ¿o sí? ¡Os espero en mi tercer post!