Demasiado a menudo nos llegan a la consulta pacientes con cáncer que presentan bajos niveles de actividad física y/o un desacondicionamiento generalizado. En ocasiones, esta situación viene desde lejos y se produce porque la persona nunca ha sido físicamente activa o ha realizado poco ejercicio, pero muchas veces nos encontramos con pacientes que eran activos y han dejado de serlo porque creían que en su situación el ejercicio estaba desaconsejado o porque tienen miedo de que sus síntomas empeoren. Aunque esta tendencia se ha ido revirtiendo con el tiempo entre pacientes con patologías crónicas, sobre todo cardíacas o respiratorias, principalmente gracias sobre todo a los esfuerzos de la comunidad científica por investigar y divulgar los efectos positivos del ejercicio, en el caso de los pacientes oncológicos nos encontramos con que esta tendencia todavía persiste.
Sin embargo, lo cierto es que durante las últimas dos décadas se han llevado a cabo múltiples estudios que han demostrado que el ejercicio en población oncológica es seguro y factible y resulta eficaz para mejorar la condición física, la fatiga relacionada con el cáncer y la calidad de vida relacionada con la salud (1,2). De hecho, al igual que ocurre con los pacientes respiratorios o cardíacos, el ejercicio físico en pacientes con cáncer no solo no empeora la fatiga o la disnea, sino que constituye el principal tratamiento contra éstas (3). Pero los beneficios del ejercicio en cáncer no se limitan al control de síntomas, sino que recientes estudios han observado entre otros efectos una disminución en el peso corporal en cáncer de mama (4), una reducción del crecimiento tumoral en pacientes con cáncer de colon (5) o un incremento en la adherencia y tasa de finalización de las terapias anti-cáncer como la quimioterapia (6).
Beneficios del ejercicio físico en las diferentes etapas del cáncer
Los beneficios del ejercicio en pacientes con cáncer se extienden a lo largo del proceso clínico e incluso comienzan ya a nivel preventivo. En este sentido, se ha constatado que la práctica de ejercicio físico se relaciona con un menor riesgo de sufrir ciertos tipos de cáncer como son el de colon, próstata o mama y muy posiblemente tenga efectos sobre la incidencia de otros como por ejemplo el cáncer de pulmón o el de ovarios. Según una revisión sistemática publicada en el 2015, realizar el equivalente a 2.5 horas de ejercicio por semana, suponía una reducción del 13% en el riesgo de fallecimiento por cáncer (7). En pacientes que han sido recientemente diagnosticados de cáncer y que todavía se encuentran en fase pre-terapéutica se han puesto en marcha programas específicos dirigidos a optimizar el estado funcional y la condición física de los pacientes en preparación para las terapias anti-cáncer, especialmente en el caso del tratamiento quirúrgico. La prehabilitación oncológica, como se conoce en el ámbito científico a estos programas, generalmente se basa en una intervención multimodal en la que además del ejercicio físico se incluyen la deshabituación tabáquica, el soporte psicológico y la nutrición. Aunque estos programas están poco implementados todavía en la práctica clínica, son varios los estudios que han demostrado que dichos programas son eficaces para incrementar la capacidad aeróbica, la fuerza muscular y optimizar el perfil nutricional previamente a la cirugía, así como acelerar la recuperación post-cirugía (8,9). En el caso de pacientes que reciben quimioterapia o radioterapia, el ejercicio físico puede contribuir a atenuar los efectos de estos tratamientos, mejorar la condición física incluso en pacientes en estadíos avanzados (10) y mejorar la respuesta al tratamiento y la supervivencia (6,11).
Al igual que ocurre con otro tipo de patologías crónicas, el verdadero reto en los pacientes oncológicos es conseguir que la práctica de ejercicio se mantenga en el tiempo. Para ello es importante recalcar desde el inicio que los beneficios del ejercicio solo se conservan si la persona se mantiene físicamente activa de forma regular y por lo tanto la planificación del ejercicio en esta población debe de ir acompañada de una entrevista motivacional en la que se identifiquen cuáles son las preferencias del individuo así como las posibles barreras y facilitadores. En los pacientes con cáncer, además de los ya consabidos beneficios de la práctica regular de actividad física en la población general (reducción de los niveles de colesterol y/o glucosa en sangre, reducción de la tensión arterial, incremento de la masa muscular y ósea, etc.), en los pacientes oncológicos la práctica de ejercicio tanto durante como después del tratamiento se vincula a una reducción en el riesgo de recidiva y de riesgo de fallecimiento ya sea por cáncer o por cualquier otra causa (12).
Guía práctica: qué, cómo y cuándo
Basándonos en lo escrito hasta ahora, podríamos decir que los beneficios del ejercicio físico en población oncológica están altamente probados y que la mayoría de los profesionales de salud son conscientes de ellos. Sin embargo, a la hora de ponerlos en práctica, todavía existe mucho desconocimiento. En principio, las recomendaciones de las guías de práctica clínica basadas en la evidencia científica recomiendan una combinación de ejercicio aeróbico y ejercicio de fuerza, conjuntamente con ejercicios para mejorar la coordinación, el equilibrio y/o la flexibilidad en casos en los que estas capacidades se hayan visto afectadas (13,14). Sin embargo, la realidad es que la alta complejidad de estos pacientes debido a la presencia de diferentes comorbilidades, sumado al factor edad y a los efectos deletéreos que pueden tener las terapias anti-cáncer (cardiotoxicidad, sarcopenia, fatiga relacionada con el cáncer) limita la aplicabilidad de estas recomendaciones y pone de manifiesto la necesidad de que el ejercicio físico en esta población sea individualizado y esté prescrito y supervisado por un profesional sanitario especializado.
Según la Sociedad Australiana de Oncología Clínica, los programas basados en el ejercicio deberían ser parte del tratamiento integral de todos los pacientes con cáncer desde el diagnóstico hasta el alta médica (14). Aunque todavía estamos muy lejos de este objetivo, poco a poco van surgiendo centros sanitarios que ofrecen programas de este tipo para pacientes con cáncer con el objetivo de optimizar la eficacia de los tratamientos y mejorar la calidad de vida de los afectados por cáncer. Esperemos que como todo en la ciencia, poco a poco se vaya estrechando el abismo entre investigación y práctica asistencial y consigamos la implementación real de estos programas no solo para pacientes con cáncer sino para cualquier tipo de patología.
Referencias
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