En el primer siglo de nuestra era, la comunidad esenia solía utilizar la lectura del aura como un método de diagnóstico. Sus sanadores desarrollaban la visión interna que funcionaba como una especie de escáner natural. Mediante la lectura del aura podían identificarse los órganos enfermos o detectar cuándo el organismo estaba siendo devitalizado,
lo que permitía tomar medidas para recuperar la salud antes de que la enfermedad hiciera su aparición en el cuerpo físico.
Una Facultad Natural Adormecida
El médium estadounidense Edgar Cayce (1877-1945) realizaba sanaciones y lecturas del aura de sus pacientes. Afirmaba que la capacidad de ver el aura es inherente al ser humano y que todas las personas la perciben, aunque de manera inconsciente. La iconografía Cristiana siempre ha representado un halo luminoso alerrededor de la cabeza de los santos. La habilidad para conocer el aura es también conocida en el budismo, el hinduismo y otras culturas. Actualmente, diversas escuelas han estudiado los métodos empleados en el pasado para desarrollar esta habilidad natural y utilizable terapéuticamente.
Practicar en Contacto con la Naturaleza
La naturaleza es un lugar ideal para practicar la lectura del aura. Al contemplar las montañas, no es difícil distinguir un halo azulado que se desprende alrededor de todo su contorno. Cuanto más limpio y despejado esté el cielo, más sencillo será observar este fenómeno.
Del mismo modo, al contemplar un bosque desde una cierta distancia, de manera que se vean las copas de los árboles sobre el fondo de un cielo claro de un color uniforme, es posible percibir la energía que se desprende de las auras de los árboles. Con la suficiente práctica, se podrá distinguir los que desprenden un aura superior.
Utilizando de Nuevo un cielo claro como fondo, se puede realizar el siguiente ejercicio:
Poner las manos con los dedos apuntándose, casi tocándose, permanecer relajados y mirar hacia los dedos. Con práctica se podrá ver un halo luminoso alrededor de los dedos y de toda la mano, incluso del brazo.
El aura humana es el campo de energía que rodea al cuerpo físico, y se caracteriza por ser tridimensional. En una persona sana, el aura es elíptica, vale decir que se describe alrededor del cuerpo con la forma de un huevo. En el individuo promedio, puede tener entre 45 centímetros y varios metros. Se dice que el aura de los santos tiene una extensión muy superior, que puede alcanzar, incluso, varios kilómetros. Se cree que esa es una de las razones por las cuales siempre están acompañados por numerosos seguidores en todos los lugares adonde se trasladan. Y, generalmente, lo que se describe del aura de los santos es el halo sobre la cabeza, ya que es la zona áurica que con más facilidad percibe el individuo promedio.
Aunque el tamaño y la intensidad del aura de los santos no se pueden verificar, es sencillo deducir que, cuanto más fuerte se es desde el punto de vista físico y espiritual, tanto mayor es el campo energético que se abre alrededor del cuerpo físico, y cuanto más vital sea el campo áurico, menos expuesto a las fuerzas exteriores estará de quien lo emana
Cada aura tiene su frecuencia particular.
Cada campo de energía es único en sí mismo, pero no es absolutamente diferente de los demás, ya que entre todos los campos hay ciertas similitudes. En efecto, toda aura tiene campos sonoros, luminosos y electromagnéticos, lo que varía de individuo a individuo es la intensidad de esos campos. Es decir que cada persona tiene su propia y única frecuencia.
Cuando la frecuencia de nuestra aura se acerca a la frecuencia del aura de otra persona, sentimos hacia ella una natural inclinación o empatia, nos resulta fácil la comunicación. Para algunos, la empatia que se da naturalmente entre determinadas personas obedece a una posible conexión entre ellas en vidas pasadas. Sin embargo, estudios muy serios al respecto demuestran que, aunque esta idea no puede descartarse de plano, las personas que experimentan empatia tienen un patrón áurico similar, lo que determina una frecuencia similar en los niveles físico, emocional, mental y espiritual.
En el caso contrario, cuando la frecuencia del aura de una persona es muy diferente de la nuestra, solemos experimentar hacia ella sentimientos de displacer, de incomodidad, de agitación. Eso no significa que con ella el entendimiento sea absolutamente imposible, sino que nuestros campos de energía no están en consonancia. Sin embargo, lo que inicialmente se plantea como una disonancia puede convertirse en lo contrario si nosotros mantenemos con la otra persona un contacto estrecho durante un período prolongado. Los casos que suelen ocurrir de atracciones muy intensas entre individuos totalmente diferentes, con los que se suelen explicarse como “atracción de los opuestos”, reflejan esa circunstancia.
Técnicas para Leer el Aura
Es importante aprender a mirar sin obsesionarse. El deseo de ver es el principal obstáculo para alcanzar la visión. Un método es fijar la mirada en el centro del pecho de la persona a la cual se observa, pero mirando detrás de ella hacia el horizonte, como si fuera transparente. La mirada no debe concentrarse en el aspecto físico. La visión del aura no es física, sino que se ve a través de los ! Ojos del Corazon ! .
Para leer el aura , se puede emplear un fondo plano y opaco. Se puede poner una sábana blanca sobre la pared o utilizar una sala con las paredes blancas. El color negro también servirá, pero una pared con múltiples colores dificulta la lectura. Entre el sujeto y el observador debe haber unos dos metros de distancia.
La ropa modifica los colores del aura. Lo ideal es leer el aura de un cuerpo desnudo. En todo caso, se recomienda que la persona se quede en ropa interior de algodón blanca o de color crudo. Las mujeres no deberían llevar sujetadores con estructuras metálicas, ya que producen un campo electromagnético que provocará variaciones en el aura. Es mejor quitarse cualquier objeto metálico.
Para leer el aura, el terapeuta debe relajarse completamente, hacer un vacio mental. La lectura del aura es una forma de contacto espiritual entre el lector y la persona observada. Debe realizarse con un sentido de respeto y amor.
Después se fija la mirada en el plexus solar. De esa manera se contacta con el aura vital o etérica y la visión será más fácil. Se debe dirigir la mirada " más allá " , dejarse llevar con ligereza sin forzar nada y permitir que surja la visión interior.
Para leer el aura , la luz debe ser tenue, de muy baja intensidad. Se coloca una vela o una pequeña fuente de luz justo detrás de la persona. De esa manera veremos físicamente la silueta del cuerpo.
Con suficiente práctica, se obtendrán diversas visiones del aura. Al principio, puede ser simplemente un pequeño halo luminoso alrededor del cuerpo de la persona. El cuerpo etérico es visible a unos centímetros del contorno corporal. Su aspecto revela información acerca del estado de salud general de la persona. Si hay un problema en alguna zona, presentará irregularidades, falta de luminosidad o fugas energéticas.
Con el paso del tiempo, se desarrollará la capacidad de distinguir colores. De su combinación, intensidad y matices, se pueden deducir los aspectos emocionales. Esta información puede resultar de gran valor en procesos terapéuticos y servir de indicación para decidir la dirección a seguir para recuperar el equilibrio y la salud.
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