Aprender a aprender

Aprender a aprender – Una visión general del Método Feldenkrais®  por Dennis Leri.
  El siguiente artículo apareció en la edición de otoño de 1993 de la revista Gnosis.

En lugar de “reparar” el cuerpo, Moshé Feldenkrais enseñó cómo ampliar sus capacidades y sus gamas de opciones.

Voy a ser vuestro último maestro. No porque vaya a ser el mejor que jamás hayáis encontrado, sino porque vais a aprender a aprender. Cuando lo hayáis aprendido os daréis cuenta de que no hay maestros, que sólo hay personas que aprenden y personas que aprenden a facilitar el aprendizaje.

Con estas palabras Moshé Feldenkrais (1904-1984) inició su primer curso de formación en EE UU, en junio de 1975. Ninguno de nosotros estábamos realmente preparados para este hombre excepcional ni para su método.

Feldenkrais, con su imponente presencia, influía y desafiaba a casi todos los que tuvieron contacto directo con él. Físico, ingeniero, matemático, maestro de yudo y estudiante de acupuntura, Feldenkrais personificó oriente y occidente. En consecuencia, los principios del método Feldenkrais (MF) incluyen el yudo, el yoga, así como la física, la ingeniería y las matemáticas. También, fue un hombre conocedor de numerosas culturas y lenguas, y en su trabajo puede encontrarse influencias culturales rusas, alemanas, francesas, británicas, hebreas y yiddish.

A Feldenkrais se le conoce por ser quien desarrolló la Integración funcional (IF) y la Toma de conciencia a través del movimiento (TCM) ambas están fundamentalmente dirigidas hacia la educación y la investigación somáticas sobre el individuo. La IF se ajusta a las necesidades del individuo; por ella se puede establecer, devolver o mejorar la acción funcional (las respuestas motoras) con el entorno, y consiste en una leve pauta formativa aplicada manualmente sobre el alumno vestido. No es invasiva ni dolorosa.

La TCM, la sesión en grupo, consiste en dirigir verbalmente las secuencias y las combinaciones de movimientos. Éstos pueden realizarse o imaginarse, y permite mejorar el alcance y la calidad del movimiento. Pese a la cantidad y la variedad de sus lecciones, la TCM contiene dos requerimientos generales. Primero: moverse sólo cómodamente; moverse inteligentemente en lugar de con la fuerza. Las lecciones llevan más allá de los límites al encontrar nuevas combinaciones en el modo de moverse. Segundo: la instrucciones han de llevarse a cabo siempre y cuando se preste atención a lo que se está haciendo; si la mente empieza a divagar, si el movimiento se torna mecánico, hay que detenerse. Si se tiene en cuenta estos principios, las lecciones de Feldenkrais suelen producir resultados espectaculares. Pero con el MF, todos los resultados son triviales en comparación con la importancia de dirigir el propio aprendizaje.

Moshé Feldenkrais esbozó el inició de sus investigaciones cuando dirigía una misión antisubmarina para el Almirantazgo británico durante la Segunda Guerra Mundial. A diario, tenía que estar en un barco, cuyo constante balanceo causó estragos en su ya lesionada rodilla (había sufrido una lesión muchos años antes al jugar al fútbol). Se dirigió a uno de los mejores cirujanos de Inglaterra, quién después de examinarlo concluyó que, probablemente, una intervención quirúrgica daría excelentes resultados. Feldenkrais le preguntó qué quería decir. El cirujano informó a Feldenkrais de que tenía un 50% de probabilidades de éxito, tras la cual volvería caminar con normalidad, o el otro 50% de fracasar, por lo que habría de caminar con bastón el resto de su vida. Feldenkrais replicó que estas opciones no eran más que una mera probabilidad. Al comunicar al cirujano que él se arreglaría su propia rodilla, éste le contestó que en seis meses regresaría para suplicar que lo operase.

Impertérrito, Feldenkrais inició un estudio detallado de anatomía, quinesiología, fisiología y biología, y cómo éstas se relacionaban con el movimiento humano. A través de su mujer, que era pediatra, adquirió un amplio conocimiento del desarrollo de los niños. Se dio cuenta de que la información de los libros trataba de asuntos sobre otras personas, pero no de la propia. Además, tendían a una perspectiva mecánica del cuerpo.

No obstante, con los conocimientos adquiridos, Feldenkrais empezó a practicarse leves manipulaciones en la rodilla y guardó meticulosamente las anotaciones de sus ensayos: anotaba el efecto causado durante la manipulación, también a los 30 segundos, 1 minuto, 5 minutos, 1 hora, un día tras otro. Gradualmente, encontraba la combinación de manipulaciones satisfactoria para recuperar la función de la rodilla. O así creía.

Mientras caminaba por Londres sobre la acera, Feldenkrais llamó un taxi. Al bajar el bordillo dio un paso sobre lo que supuso que era el pavimento, pero lo dio sobre una alcantarilla y volvió a dañarse la rodilla. Feldenkrais reconoció que, con sus propias palabras, “fui como cualquier otro idiota que rehabilitó una parte sin prestar atención al sistema completo”.

A partir de entonces, inició una investigación sobre las actividades de la vida diaria que desembocó en su mayor logro: tanto si se camina toscamente o elegantemente, a menos que se entienda cómo se hace y qué se hace, ambas son igualmente mecánicas. Quienes caminaban más elegantemente o eficientemente que otros no podían explicar a Feldenkrais cómo aprendieron a caminar bien ni cómo hacerlo. No sabían cómo hacían lo que hacían. Por ser un hábito, Feldenkrais creía que una buena postura no es mejor que una mala postura. Volvió a intentar de nuevo restablecer la función de su rodilla, pero ahora sabía que su proceder debía ser de diferente modo.

Cada paso adelante hacia la comprensión parecía minar las suposiciones intuitivas de Feldenkrais sobre sí mismo y el mundo, a veces hasta el punto creer enloquecer. Observó que la lesión originaria del fútbol se debía tanto a la actitud agresiva en el campo de juego como al accidente. Entonces, ¿cómo podría cuestionarse el sentido de lo correcto en sus hábitos? ¿Cuál de los sentidos le confirmaría que lo que parecía erróneo ahora es correcto? ¿Cómo puede mejorarse el comportamiento si no podemos fiarnos de que las sensaciones proporcionen datos objetivos?

Feldenkrais, con las explicaciones obtenidas y ante la necesidad de una vía para demostrar o refutar sus intentos de cambio, desarrolló una única y amplia visión de la función sensorio-motora y su relación con el pensamiento, la emoción y la acción. Los resultados de la investigación, contrarios a su intuición, no lo desanimaron. Mientras adquiría información científica, su trabajo circulaba paralelo a la vía oriental de unión del cuerpo y de la mente, de la intención y de la acción. La integración del cuerpo y la mente pasó de ser un asunto médico o científico a convertirse en una vía hacia el conocimiento y la belleza. Feldenkrais percibió el paralelismo entre su reconocimiento de prestar la necesaria atención en desarrollar la capacidad de percibir qué se hace y la disciplina de la meditación.

En un principio, Feldenkrais se sentía satisfecho de tratarse a sí mismo. A continuación, le solicitaron que tratase a los cónyuges de sus colegas. Después de tratar individual y exitosamente a algunos estudiantes, empezó a desarrollar las lecciones en grupo, en las cuales coordinaba intención con acción y proporcionaba los medios para “conocer qué se hace, para así poder hacer lo que se quiera”.

¿Cómo se decide cuándo iniciar una lección? Vuelve a ser instructivo destacar, a modo de ejemplo, un pasaje de juventud de la vida de Feldenkrais, cuando como judío ruso inmigrante llegó a la Palestina del año 1920. Con la intención de proteger su comunidad junto con otros jóvenes Feldenkrais, aprendió jujitsu en un improvisado dojo. Posteriormente, hubo una refriega en la calle y algunos de los que aseguraban saber defenderse resultaron heridos gravemente. Se salvaron quienes huyeron.

Al apercibirse de lo arbitrario de sus estudios previos, Feldenkrais decidió dirigir un experimento. Simuló un ataque con gente armada y desarmada y filmó sus primeras reacciones. ¿Fue la de encubrirse, la de encogerse, la de rechazar el ataque? Sobre esta primera reacción insertó una estratagema defensiva y/o ofensiva. Entrenó de nuevo a la persona mediante la reacción innata del individuo y amplió una técnica complementaria.

Para comprobar la efectividad de este nuevo método, Feldenkrais suspendió el entrenamiento durante seis meses y después volvió a simular el ataque. Aquellos que fueron atacados eran esencialmente capaces de protegerse. Tras reconstruir lo que en realidad hace la gente, en vez de lo que deberían hacer, eliminó el artificio y la incertidumbre que tan costosamente había probado en las anteriores sesiones de entrenamiento: la intuición fue crucial para el posterior desarrollo de su método.

Para el MF, cada individuo representa por sí mismo el cuerpo y la forma de moverse ideales. Para algunos, éste es un principio difícil de aceptar. El dolor, una “deficiente” postura o la limitación del movimiento se perciben como síntomas de que algo falla. Sin embargo, se elige la mejor opción según la gama de “opciones disponibles” que se tenga. El cambio se alcanza con mayor facilidad en este reino de “opciones disponibles”. La labor del profesor consiste en crear las adecuadas condiciones para que afloren y se multipliquen las opciones; no consiste, pues, en corregir errores, rectificar ni enderezar al alumnado.

En algunos sistemas de intervención corporal, los fines (tales como conseguir una postura perfecta y una adecuada alineación) justifica los medios, y éstos pueden incluir la fuerza, el dolor y la vergüenza. En las sesiones del MF se entrelazan el medio, el aprendizaje y el fin —aprender a aprender—. La presencia o la ausencia de los marcos de aprendizaje ejemplar del pasado se reflejan en la forma de los cuerpos. Nuestra herencia biológica incluye unos dos millones de años de una exitosa adaptación y evolución. De acuerdo a esa sabiduría corporal de las especies, Feldenkrais dispuso de la habilidad propia del sistema nervioso humano para que se organizase entorno a un movimiento eficiente, agradable y atractivo.

La mayoría de los niños, durante su desarrollo, sigue un proceso ordenado específico de la especie. Darse la vuelta, deslizarse, gatear, levantarse, caminar y correr, por nombrar algunas acciones, todas las ejecutan sin instrucciones. De hecho, los padres frecuentemente frustran su óptimo desarrollo “al ayudar” al hijo. El psicólogo suizo Jean Piaget describió el modo infantil de construir el tiempo, el espacio y el conocimiento del propio desarrollo. Estas construcciones implican una educación y un modo de situarse culturalmente. La lengua, el lugar, la dieta y la aculturación condicionan el crecimiento del bebé. La cuasi infinita capacidad del sistema nervioso del niño se poda y se da forma para adaptarlo a su cultura.

Durante este proceso, la unidad del organismo original del niño se transforma en un acoplamiento de partes. La mano, una parte, sirve al todo, al cuerpo, cuando se alimenta con tenedor o con palillos. El lenguaje fragmenta al cuerpo en partes separadas: la mano, la muñeca, el brazo, etcétera, para crear un “cuerpo pensante” fragmentado y separado del cuerpo único y completo organismo corporal. Para hacer de la lengua una parte de nuestra biología, se precisa la capacidad de leer, de tener acceso a la lectura y de servirse del “alfabeto, la gramática y el vocabulario” del organismo corporal.

Los hábitos también limitan y dividen al oponer el cuerpo contra la mente, las ideas contra los sentimientos. Se repite indefinidamente el mismo comportamiento, mientras que de alguna manera se esperan respuestas diferentes. Asimismo, lo aprendido no puede desaprenderse. Mediante la observación y el reconocimiento de los patrones de comportamiento aprendidos y con los medios adecuados, puede intervenirse en un futuro aprendizaje.

Feldenkrais trazó vías para hacer aflorar el sentido de integridad corporal mientras, simultáneamente, se desarrolla la capacidad para aprender sin metas, ni comparaciones con otros patrones externos. Las lecciones, consideradas como marco del aprendizaje, se realizan con los alumnos sentados o echados, con una duración de unos 30 a 60 minutos. Lo que se aprende nunca se muestra previamente. En su lugar, se les da instrucciones a los alumnos y se les permite entenderlas quinesiologicamente, y así conectar una parte de sí mismos con otra. Las lecciones de Feldenkrais cuestionan las limitaciones asumidas al convertir las acciones aparentemente imposibles en fáciles. Aunque la cualidad de movimiento pueda ser mecánicamente limitado, no hay límites con la calidad del movimiento. Las lecciones reviven los impulsos de la primera infancia de moverse, explorar y aprender. Comprender el funcionamiento lógico del cuerpo se convierte en una profunda satisfacción

Haz esto. Cierra el puño y muévelo hacia delante y atrás. Ahora simula que tienes la muñeca lesionada. Mover el puño te provocaría dolor. Ahora inmoviliza el puño con la otra mano y mueve el antebrazo y el codo hacia delante y atrás. Enseguida podrás observar que este movimiento crea el mismo ángulo en la muñeca, pero ahora se inicia desde el brazo. Si se hace cuidadosamente, hasta una persona con la muñeca lesionada no sufrirá dolor alguno ya que mover el brazo no es doloroso, mientras que mover el puño sí. En lugar de iniciar el movimiento de una articulación lejana del tronco, el movimiento se realiza desde una articulación más próxima al tronco. Este es uno de los principios que se utilizan para desarrollar las lecciones. El MF tiene otros muchos principios, incluido “el principio del sin principios”, para recurrir a él cuando se necesita actuar sin saber cómo.

Incluso la debilidad puede ser de utilidad para facilitar el aprendizaje. Como Feldenkrais decía, “la mayoría de la gente utiliza su fuerza para encubrir y ocultar su debilidad; emplean una gran energía en refugiarse en una casa dividida. Pero si se abandona a la debilidad, ahí reside el camino hacia la genialidad. Quien conoce, utiliza y asume su verdadera debilidad y su fuerza es una persona íntegra, completa. Éste podría parecer lindar con la vulgaridad, pero hay muy poca gente así que encabezan su generación”. Corporalmente, el lado bueno, el lado sin lesión o el más eficaz, se divide del malo o lesionado sólo conceptualmente. Al desarrollar la capacidad de observar el conjunto y actuar en consecuencia, se integra la fuerza y la debilidad.

Feldenkrais conoció al Profesor Jigaro Kano, fundador del yudo, en París hacia 1930. Kano estaba tan impresionado con Feldenkrais que le envió a París dos de sus mejores instructores para formarlo individualmente. Después de dos años de estudio diario, Feldenkrais abrió un dojo que todavía está en activo. Sobre todo, Kano valoraba de Feldenkrais su descripción realista y occidental de los principios del yudo.

El yudo, orgullo del desarrollo de la cultura japonesa, representa, por un lado, el ideal de la unión del cuerpo y de la mente, y por otro, la división propia de la meditación. El MF recibe del yudo una gran cantidad de contribuciones. Educar, diferenciar e integrar los movimientos de la parte inferior del tronco y de la parte superior de las piernas, conocido como el “centro”, permite repartir la fuerza a los músculos más potentes y liberar las extremidades para la expresión y el contacto sensible. Con la acción organizada desde el centro, el esqueleto se convierte en un medio para que se transfiera la fuerza desde la parte inferior del tronco hacia las extremidades. También, se aprende a cómo revertir la fuerza del otro en su contra, cómo transformar el miedo a la caída en voltear, cómo “reeducar” a un oponente en lugar de destruirlo.

En las artes marciales la orientación y la dimensión van de la mano y ayudan a entender la noción de la postura de Feldenkrais. La orientación es crucial en la vida, tanto si implica localizar a un predador o a una presa, encontrar una dirección en la ciudad o como entender un problema de matemáticas. La orientación puede definirse como algo relativo al propio cuerpo, al entorno o a ambos. En relación con el cuerpo, “arriba” siempre es hacia la cabeza y “abajo” es hacia los pies, sin tener en cuenta la relación del cuerpo con el entorno. Sin embargo, en relación con el entorno se está invertido si los pies señalan hacia el techo. Cuando se empieza a aprender a voltear en yudo y en aikido, uno se siente al revés en relación a la sala. Más tarde, se aprende como si fuera la sala lo que da vueltas alrededor de uno. Finalmente, se aprende a dejar que la situación guíe a la necesidad de un marco de referencia.

El MF enseña la posición de cabeza abajo(*) de un modo peculiar. Desde la posición estática de cabeza abajo se transforma en un proceso de caída segura. El objetivo consiste en conseguir recuperar y abandonar esa posición. Si se realiza lentamente y se tiene claro el sentido de la orientación, la caída hacia delante y hacia atrás se torna cómoda, fácil y segura. A mitad de la caída, uno puede detenerse a decidir hacia qué dirección caer (hacia delante o hacia atrás). Esta pausa puede durar desde unos segundos a quince minutos. A un observador le parecerá la posición de cabeza abajo, pero para quien lo hace, simplemente se encuentra a la mitad de la caída. Por consiguiente, en el aprendizaje de la posición de cabeza abajo, en realidad se trata de un modo de aprender a aprender.

La dimensión incluye planos de direcciones del movimiento. En el yudo, la postura debe permitir, sin un reajuste previo, el movimiento en cualesquiera de las seis direcciones cardinales —arriba/abajo, delante/atrás, izquierda/derecha—. La mayoría de los atacantes o de los defensores se mueven en un único plano —hacia delante o hacia atrás, hacia la derecha o hacia la izquierda, hacia arriba o hacia abajo—. Se transforman en un objetivo previsible.

Por otro lado, un experto en artes marciales puede moverse en las tres dimensiones simultáneamente, tales como delante, abajo y a la izquierda, y así hacer de la siguiente posición precisa muy difícil de anticipar. Fingir un movimiento en un plano puede confundir al atacante. Un experto puede acosar a un oponente si da la sensación de moverse en un único plano y a continuación cambiar a modo pluridimensional. Éste, conocedor de la intención y la predisposición de un oponente para lanzar un ataque, puede presentarse como un objetivo fácil. Es entonces, cuando es atacado, el momento de combinar la velocidad y la dirección del oponente y transformarlas en un contraataque o utilizarlas para derribarlo.

En realidad, con el paso del tiempo, el aficionado en artes marciales se mueve en cuatro dimensiones, o mejor dicho, se convierte en cuatridimensional(**). El yo personal, que está sujeto al tiempo y al espacio, desaparece. Esta pluridimensionalidad voluntaria, estrechamente relacionada con lo que Feldenkrais llamó “toma de conciencia”, es una consecuencia directa relacionada con el cambio en el modo de moverse. Los profesores experimentados en el MF pueden observar la orientación corporal de una persona y prever las probables consecuencias de sus futuras acciones.

Feldenkrais consideró la orientación como un componente esencial de la diferenciación de la vigilia, la conciencia, la toma de conciencia(***). Cuando alguien se despierta en una habitación desconocida y todavía no se ha orientado en ella tan sólo puede decirse de él que está despierto. Una vez orientado —”ah sí, estoy en Viena, es verano”— podemos decir que es consciente, que está conectado al mundo. Cuando estas conexiones resultan inadecuadas, la toma de conciencia maquina nuevas conexiones con el mundo. La toma de conciencia no es superior, sino más bien un medio para reorientarse en el mundo. Cuando se lee, uno se centra en la página o en el párrafo; no se es consciente de los caracteres. Para ver las letras se requiere un cambio sensorio-motor. El potencial para hacer estos cambios, la toma de conciencia, puede ampliarse en la vida a través del movimiento.

Las diversas formas de pensar y de observar derivadas de la ciencia, la ingeniería y las matemáticas están implícitas en el MF, y tales perspectivas ayudan a entender individualmente hasta qué punto se llega a limitarse. Un cuerpo adulto tiene doscientos seis huesos, con varios grados de libertad de movimiento; sumados proporcionan la mayor serie de patrones de movimientos; los patrones primarios evolutivos creados por la necesidad de sobrevivir, alimentarse y reproducirse comprende un grupo menor. Un grupo aún menor se demarca por la limitación cultural de la propia lengua, la geografía, la religión, etcétera. El grupo personal, el menor de todos, es el de las opciones establecida por cada sujeto.

De este modo, el yo personal emerge de un proceso biológico impersonal y cultural. Ocuparse de estos procesos requiere una enorme atención. Cuando la historia personal no inhibe la atención, cuando se ve lo personal tal como es, la historia concluye y surge una enorme franqueza. En el verano de 1977, el libro de Carlos Castaneda sobre Don Juan encandiló la imaginación de muchas personas. Después de un largo día de curso de formación, alguien preguntó a Feldenkrais sobre la noción de Castaneda de suspender el diálogo interior. Tras una breve pausa, replicó, “pensar es una inhibición de la acción, un ensayo de la acción. Si se actúa sin ninguna inhibición, además no hay pensamiento ni diálogo. Puede ser la más violenta o delicada de las acciones, pero si es absoluta, entonces concluye el pensamiento”.

Escrito por Dennis Leri

Traducido por Juan Rivas, corregido por Jesús Belmonte.

Fuente: Reeducación Neuromotora

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