El sufrimiento surge cuando nos empeñamos en buscar la vida donde no "es". La buscamos entre las cenizas del pasado y entre las infinitas posibilidades del futuro. Y a pesar de que ahí nunca hemos encontrado nada, continuamos haciéndolo una y otra vez. Sin darnos cuenta que pasado y futuro son sólo conceptos inventados por la mente. Abre tus cinco sentidos en este preciso instante y trata de localizarlos. No podrás, por la sencilla razón de que ninguno de los dos existen.
Quedarnos en el pasado es como afanarnos en encontrar agua en un caudal seco. El río de la vida, el agua ya no fluye allí. De la misma manera marcharnos en exceso al futuro, es como ir angustiosamente de un lugar a otro suponiendo por dónde podrá ir el caudal.
Pero el agua que nos sacia ya transcurre justo a nuestros pies. Es más, corre a través nuestra. La vida no es pasado, la vida no es futuro. La vida ES ahora. Puede que no nos guste nuestra realidad, pero detrás de ese “no gustar” sólo hay juicios, resistencias y forcejeos ante lo que ES. Ello no quiere decir que no tratemos de cambiar aquello que se pueda cambiar, pero si comprobamos que necesitamos un tiempo para ello o que no es posible, hemos de continuar dentro del caudal de la vida, no salirnos de él para seguidamente quejarnos de no encontrar agua.
Nuestra vida es un continuo presente, y lo más importante, es donde todo ocurre. Es donde todo sucede. ¿Te lo vas a perder? No existe otra cosa que el ahora. Vivimos para experimentar cada uno de los instantes que componen nuestra existencia, y cuando no estamos ahí, es cuando sufrimos como consecuencia de chocar con la realidad. Es nuestra resistencia ante lo que “es” lo que nos hace sufrir. La vida hemos de buscarla donde en verdad podemos hallarla, esto es, en cada segundo, en cada instante que la compone. Si tenemos la intención de no perdernos un solo momento de la existencia, dejándolo tal cual es, terminaremos siendo uno con el presente. Y es entonces cuando dejamos de buscar, pues te das cuenta que nunca hubo necesidad de hacerlo.
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