por Pablo Rego | Cuando practicamos Yoga debemos conectar especialmente con la consciencia y procurar sentir profundamente los movimientos, posturas o respiraciones. Abrazar y ser abrazado con esa misma actitud abre un universo de consciencia y sanación, potenciando el flujo de la energía, desactivando el ego y conectándonos con el amor universal.
El abrazo.
Esta manera de comunicarnos con el otro está arraigada en nuestros aprendizajes más primitivos y profundos. Abrazar a los padres en nuestros primeros tiempos de existencia, abrazar a los hermanos o amigos en la infancia, dar un abrazo espontáneo o como una gran manera de dar algo positivo al otro.
De la misma manera, ser abrazados tiene un origen en nuestras vidas que muy probablemente no recordemos, pero que inconsciente e intuitivamente se vuelve un acto de amor, de cariño, de reconocimiento por parte de los otros.
Para abrazar es necesario tener brazos, lo que nos convierte en unos seres bendecidos con esa posibilidad. Y esa misma característica que nos define como seres abrazantes nos hace vulnerables y, al mismo tiempo, capaces de dar y recibir con sensibilidad lo mejor de nosotros.
El abrazo social.
Conforme avanzamos en nuestras vidas aparecen otras formas de abrazo y muchas veces unas formas cada vez menos abiertas y comprometidas van ganando espacio en nosotros. Entonces el abrazo va dejando de ser abierto, de corazón a corazón, para transformarse en un contacto rígido, de brazos extendidos para mantener las distancias.
Ocurre también que el abrazo va perdiendo protagonismo y vamos dejando de practicarlo; por no querer entregarnos, por miedo, por vergüenza, por desconfianza, nos guardamos los abrazos y dejamos de darlos, y nos pone incómodos que otro intente abrazarnos.
Puede que el abrazo quede restringido a un pequeño grupo de personas de nuestro entorno y que con el paso del tiempo vayamos perdiendo nuestra capacidad de abrazar libremente o, peor aún, de abrazar.
El Yoga del abrazo.
La actitud de consciencia practicada en Yoga, que nos lleva a sentir y estar realmente presentes y conectados con el aquí y el ahora, puede servirnos de gran ayuda para entender que un abrazo fugaz y pasajero, o rígido y sin compromiso emocional, es un abrazo triste, muerto, sin energía y en el que no creamos ninguna magia, ninguna comunicación.
Por ello es importante que al momento de abrazar a alguien, sea conocido o no, cuando nos encontremos en esa situación, permitamos que las rigideces mentales se aparten y que el compromiso con la vida, con la expresión de la energía, con el amor se pongan por delante.
Utilizar los brazos para rodear al otro en lugar de para limitar su avance hacia nosotros y viceversa, sentir que el centro de nuestro cuerpo energético que recorre el interior de nuestro ser es el punto desde el cual nos vamos a comunicar en un abrazo, conectar esencia con esencia, uno con el otro sin miedo, sin desconfianza y con la mejor intención.
El abrazo acerca a los corazones, atraviesa el campo vital y trasciende los límites culturales, emocionales o sociales impuestos por la mente y por ello un buen abrazo es sanador, reconfortante y crea un flujo de energía positiva.
Abrazar como si estuviéramos practicando una asana (postura de yoga) o meditando, conectándonos con la fuente de la consciencia y sin la interferencia de los pensamientos, es la manera en la que el abrazo puede ser profundo y honesto, puede ayudarnos a dar y recibir lo mejor. Como en Yoga, lo que cuenta es la intención.
Efectos de un abrazo.
El abrazo mutuo es una de las formas más directas de comunicación entre dos seres. Cuando nos autorizamos y autorizamos a otros –cuando queremos y nos dejamos abrazar- se da una fusión de las estructuras energéticas de ambos seres. Es una experiencia que va más allá de la mente y puede producir sensaciones y emociones que surgen de la posibilidad de desestructurarnos.
Los cuerpos energéticos y sus chakras (centros de energía) tienen unos condicionamientos mentales que van creando pequeños traumas volviéndonos rígidos y conservadores de nuestro microambiente energético. Así como la práctica de Yoga nos puede conducir a liberar esos condicionamientos y la energía en los chakras, un abrazo verdadero y consciente, en el que nos quedemos hasta que podamos percibir que hay una comunicación verdadera, puede movilizar nuestras estructuras sutiles.
Normalmente, salvo mucha diferencia de tamaño entre uno y otro ser, los cuerpos coinciden bastante en la posición de los chakras de uno y otro cuerpo. Un abrazo hace que la frecuencia energética de cada chakra se encuentre potenciada por más de la misma energía, haciendo que puedan encontrar cada uno una comunicación con más energía del mismo tipo.
Estas conexiones hacen que nuestros centros de energía envíen y reciban frecuencias afines, ayudándolos a sincronizarse y reorganizarse. Un abrazo de algunos segundos generará una sensación de bienestar que será una aproximación a un estado de equilibrio. Pero cuanto más dure el abrazo y, sobre todo, cuanto más consciente se sea de lo que está pasando, si hay entrega y permanencia, el abrazo puede crear una revolución energética profundamente sanadora.
Permitirse permanecer en ese acto sincero es un lujo que pocos se dan y que de multiplicarse entre los habitantes del mundo crearía una consciencia totalmente contraria a la predominante, basada en el temor, la separación y la ignorancia del otro.
El abrazo cotidiano.
Dar un abrazo puede ser un gran acto de generosidad y de amor universal. Hay personas que pueden pasar días y hasta años sin abrazar o ser abrazadas; y muchas veces es muy difícil atravesar esa barrera o rigidez en la que se va cayendo por no practicar el abrazo.
Abrazar con buenas intenciones, incluso con la consciencia de que posiblemente el abrazo que demos sea el único en mucho tiempo que el otro reciba, es una gran forma de practicar la compasión.
Tomar esta forma de comunicación como algo cotidiano –y no por ello superficial- es una práctica que abre el corazón, renueva la energía, genera un flujo energético que resulta una recarga en cada nivel de nuestro cuerpo sutil y nos conecta con una dimensión más consciente y menos racional, dejando de lado el ego y permitiendo que en ese acto, en el que intervienen por lo menos dos seres, ocurran cosas que puedan estar más allá de nuestro control.
Practicar el abrazo como practicamos Yoga es darle a ese hecho una dimensión espiritual. Sobran oportunidades para poder llevar a la práctica el abrazo y es una gran forma de dar y recibir amor desinteresado y universal.
©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Terapeuta holístico
Diplomado en medicina Ayurveda de India.
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