Como sociedad, tenemos objetivos comunes, ya sea an el ámbito local, nacional o como especie. Contaminar menos, descubrir la cura para una enfermedad o vivir más y mejor pueden ser algunos de estos retos universales.
Un propósito hacia el que dirigirnos hace las funciones de un faro que nos ilumina: nos ayuda a seguir un trayecto hacia el lugar al que queremos llegar. Sin embargo, hay momentos en la vida de algunas personas en los que parece que esa luz se apaga.
Seguro que te habrás encontrado con algún familiar o amigo que te haya comentado que no le encuentra sentido a su vida. Tal vez, al leer estas líneas puedas recordar un momento en el que también hayas pensado lo mismo. Puedes sentir ese vacío una temporada, pero recobrar la ilusión por vivir es fundamental para tu salud mental y física.
La psicología positiva ha defendido desde sus inicios la importancia de tener objetivos vitales. Los defensores de este enfoque han denominado a estas metas propósitos de vida. Vamos a ver en qué consisten y cómo nos afectan.
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Tener propósitos da sentido a la vida
Encontrar un sentido a la vida no tiene por qué ser cosa de filósofos. No hace falta desentrañar los misterios del universo para que tu semana sea satisfactoria. Por ejemplo, hay personas que han asumido una misión y esto le aporta un sentido a su vida.
Por misiones entendemos a metas asequibles, comprobables y voluntarias. No se trata de que los planetas se pongan en línea para que tu vecino decida impulsar el reciclaje en el barrio. No está escrito en las estrellas que la señora del quinto quiera luchar contra el maltrato animal. Son elecciones libres y que pueden cambiarse con el tiempo, pero mientras la persona los tenga como objetivos, darán sentido a su vida.
No te confundas. Tener un propósito de vida no es lo mismo que haber encontrado el sentido de la vida. Para entenderlo fácilmente:
• Propósito de vida: son metas claras y objetivos que se pueden medir o comprobar. Por ejemplo, llegar a ser abogado es un propósito de vida que se puede alcanzar. La persona que tenga este propósito deberá estudiar Derecho en una universidad y luego ejercer la abogacía.
• Sentido de vida: es una percepción subjetiva sobre la importancia que una persona le da a lo que hace. Por ejemplo, si un abogado encuentra aburrida la profesión a la que ha dedicado muchos años, su vida perderá sentido en el ámbito profesional.
Un aspecto positivo es que los propósitos se pueden cambiar para hacer que la vida tenga sentido según la persona desee. En el caso anterior, el abogado podría encontrar muy satisfactorio viajar. Eso le permitiría enriquecer su existencia conociendo lugares, además de brindarle alicientes para las próximas vacaciones. Cuanto más lleno tengamos nuestro armario de alicientes, más sentido tendrá nuestra vida.
Encontrar un sentido a la vida protege tu salud
Seguro que cuando estás planeando alguna actividad que te gusta te encuentras con mejor ánimo. Lo mismo ocurre con los propósitos de vida. Para elegir un buen objetivo general que oriente tu día a día, debes escogerla bien.
• La misión: para elegirla debes tener en cuenta algunas cuestiones. Por ejemplo, tiene que ser algo que te guste hacer. También tienes que tener capacidad para poder llevarla a cabo. Otro aspecto importante es que esa misión debe hacerte sentir útil. Resumiendo, debes elegir un objetivo que te guste, que puedas hacer y que sirva para algo.
• La visión: es la imagen de ti en el futuro. Debe satisfacerte el imaginarte así, desarrollando el proyecto de tu misión con nuevas competencias y habilidades. Puede servir tanto si has alcanzado el objetivo, como si todavía estás en ello. Lo importante es que esa visión de tu futuro sea reconfortante.
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• Los valores: para que tu misión ofrezca una buena imagen futura de ti debe realizarse respetando tus valores. Esos principios que utilizas en tus relaciones con los demás, en tu trabajo y en tus actividades. Si traicionas esos valores te estarás traicionando a ti mismo. Eso no te hará sentir bien, aunque alcances tus objetivos.
Por lo tanto, tenemos una misión que realizar y nos imaginamos a nosotros mismos desarrollándola, satisfechos de lo que estamos logrando y de lograrlo siendo fieles a nuestra manera de ver la vida. Este propósito en sí mismo es positivo porque nos propone una mirada optimista del futuro. Según los teóricos de la psicología positiva, una actitud optimista ante la vida es beneficiosa para la salud mental y física.
Optimismo, pero con los pies en el suelo
Nuestro optimismo nos indica que estamos siendo capaces de adaptarnos a las dificultades de la existencia. Nos aporta esperanza y se asocia con momentos de felicidad. Sin embargo, el optimismo debe estar fundamentado, no puede ser fruto del simple deseo de que las cosas vayan bien.
No debes engañarte pensando en que tienes que ser feliz a toda costa y en todo momento. La felicidad, como la tristeza, no es algo estático. No te puedes obligar a ser feliz siempre porque esa idea es una fábrica de frustración.
Es decir, no debes perseguir la felicidad como si fuera tu propósito de vida. Los malos ratos también existen. Lo positivo es vivir las situaciones desagradables con perspectiva, aprendiendo para el futuro. Eso te ayudará a que luego tengas experiencias felices reales, no imaginarias.
Esos momentos tan deseados serán el resultado de haber elegido bien tus propósitos de vida. La esperanza, el optimismo, la risa y el buen humor no solo protegen tu salud, también sirven para afrontar las adversidades.
Los expertos dicen que el optimismo es una fortaleza que se relaciona la habilidad de encontrar sentido a la vida y con una mejor salud mental. Podrás vivir más tiempo y, sobre todo, vivirás mejor que si vas de fracaso en fracaso. Así que, elige bien con qué propósitos quieres llenar tu futuro para que tu vida tenga pleno sentido.
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