Vivir con intencionalidad es actuar de acuerdo a un fin, tener objetivos que se puedan pronunciar en enunciados simples y cortos. Soy una convencida del poder de la palabra como origen y motor de cualquier proceso de cambio. En consecuencia, creo que los objetivos comienzan a realizarse en el preciso momento en el que aprendemos a formularlos verbalmente. Tus objetivos pueden ser de los más diversos: estar más saludable, terminar un curso, adelgazar cinco kilos, emprender un viaje (físico o espiritual) o escribir un libro. En realidad, no importa la dimensión o jerarquía de las metas que quieras cumplir, lo que realmente importa es que establezcas verbalmente con total claridad, cuál es tu propósito.
Establecer tu propósito.
Si algo logré en determinados momentos de la vida, no fue porque me sentara a desearlo fervientemente. Y aunque también puedo sostener con apasionamiento el valor del deseo para cumplir con tus proyectos, el deseo sin voluntad es una fuerza desbocada. Desear algo con intensidad pero sin darle forma concreta es una de las maneras más comunes de perder la oportunidad de empezar a actuar ya mismo. Ojo, te está hablando una experta en el tema de los deseos desbocados y sin forma. Me pasé años deseando "sentirme mejor" con esa formulación inespecífica y poco contundente de quien anhela que le deje de doler un juanete. Y ese deseo era sincero, no creas. No era solo un decir por decir. Realmente deseaba sentirme mejor. También sabía cómo lograrlo y, sin embargo, solo con el tiempo hice lo que realmente tenía que hacer: establecer un propósito. Establecer una intención de sentirme mejor. Ahora que lo estás leyendo, suena razonable. No es una novedad, es cierto. Porque el bienestar es un camino de obviedades -eso que todos sabemos y conocemos- que solo pocos aplican sabiamente. Por eso, coherente con mi idea de que las palabras tienen su don, comienzo por establecer qué es un propósito y cómo deberías formularlo para que en siete simples pasos, puedas lograrlo.
¿Qué es un propósito?
Cuando te hablo de definir, no estoy atreviéndome al terreno de la metafísica ni de las grandes reflexiones filosóficas. Es algo bastante más simple: comencemos por tener claro el significado de las palabras para que ellas mismas vayan tomando el lugar que corresponde en tu discurso. En ese sentido...
Y una intención es la determinación de la voluntad para conseguir un fin. Así de fácil como se lee: tener una intención es tomar la resolución de usar la voluntad para conseguir lo que queremos. Pero como dije antes, la voluntad ni crece en los árboles ni la venden, en consecuencia...es un ejercicio de la entereza o es el fruto de un largo etcéteras de malos momentos que queremos transformar. Porque que hay personas que tienen una fuerza de voluntad férrea desde el momento cero, sin duda. Conozco algunas y las considero admirables. Que esa persona no soy necesariamente yo, por cierto. Conozco mis límites: soy una persona determinada. Que no es lo mismo que contar con fuerza de voluntad. Pero aún los que somos "flojos" de voluntades, podemos recorrer el camino que nos separa de los objetivos que nos proponemos para nuestra vida.
El camino hacia tus objetivos en siete pasos.
No hay excusa para no vivir en estado de bienestar. Lo sé porque usé todas las excusas posibles y aún debo haber inventado algunas. No hay razón por la cual, merezcas sentirte incómodo con los días que deberías protagonizar felizmente. No la busques porque no la hay. Sea cual tu malestar (físico o espiritual) no va a desaparecer mágicamente ni va a ser menos importante porque los ignores o te victimices. Por lo tanto, veamos cuáles son cada uno de los pasos que deberías tomar para acercarte al bienestar deseado. Para cumplir tus propósitos:
1- Discernir
Creo que la más evidente de todas las sugerencias posibles es que identifiques qué es lo que te hace "sentir mal" para transformarlo en un propósito positivo. Y lo digo de esta forma porque apenas intentes realizar el ejercicio de discernimiento, te vas a dar cuenta de que no era tan obvio como parecía. Un ejemplo simple y muy extendido: "Estar gorda me hace sentir mal. Quiero adelgazar" Es la forma más errada y nociva de plantear un problema que va más allá de los kilos que una persona pueda tener de sobrepeso. Sean cinco o treinta, los kilos no son el verdadero problema y el objetivo no siempre será adelgazar. ¿De qué forma te hace sentir mal tu peso? ¿Físicamente? ¿Emocionalmente? ¿Ambos? Con fortuna, el discernimiento te conduciría a reconocer que el malestar es fruto de un problema de salud o de percepción sobre tu imagen corporal. Y que la solución no radica en cumplir con la dieta milagrosa de un mes para perder veinte kilos sino en la forma en la cual deberías plantear de ahora en más tu alimentación y tu autoestima.
2- Aceptar:
Claro que aprender a discernir el problema no siempre ayuda a aceptarlo como tal. Una persona puede ser perfectamente consciente de cuál es su insatisfacción o cuál es el objetivo que desea alcanzar y, sin embargo, ignorarlo olímpicamente. También soy experta en este terreno: llevo años practicando la ignorancia selectiva. Y si algo concluí es que la respuesta no está en mirar para otro lado mientras la vida pasa porque me pierdo la película de la que soy protagonista mientras miro la película nominada al Oscar. Claro, este es un aprendizaje que puede llevar años, pero siempre vale más tarde que nunca. Así que después de discernir que no estoy viviendo en mis posibilidades de bienestar y por qué. tengo que aceptarlo. No tiene sentido hacer de cuenta que no existe el problema o sentirme una víctima de las circunstancias. Para trazar propósitos válidos y sostenibles hay que aceptar.
3-Señalar:
Identificado el malestar y luego de haber aceptado su presencia en tu vida, hay que señalarlo de alguna forma: marcarlo con un nombre o con un enunciado concreto. Nombrar los problemas ("llamar a las cosas por su nombre") es una de las máximas de la sabiduría popular. Después de que sé lo que me provoca malestar, lo designo con palabras claras y objetivas, sin juegos ni adornos. Sin excusas. En las mitologías la palabra siempre precede a la acción. Para alcanzar un propósito primero hay que darle forma verbal, al problema y al propósito. Nunca permenzcas incrédula frente al poder de la palabra, lo que decimos o pensamos en palabra modela las acciones que tomamos.
4- Actuar:
Cuando los propósitos tienen nombre hay que establecer un plan de acción. Porque la vida contemplativa es maravillosa y alimenta el espíritu pero no resuelve problemas. La grasa no se disuelve en ideas y los exámenes no se salvan mirando el vuelo de una mariposa. Hay momentos para contemplar y momentos para actuar. Para eso hay que tener (voy a usar una palabra que no siempre me agrada) una estrategia.
Claro que la palabra "arte" tiene una particular fascinación, pero en ocasiones necesitamos conceptos más tangibles:
Claro que el temita del plan de acción para alcanzar tus propósitos tendrá que esperar a un futuro post que te invito a leer desde ya.