El otoño nos obliga a dejar atrás el verano definitivamente y mirar hacia adelante. Quieras o no, las temperaturas comienzan a bajar unos grados y los días soleados comienzan a dar paso a las primeras lluvias. Pero este cambio de estación también trae un montón de pequeños placeres que sólo puedes disfrutar ahora. Porque precisamente, es la estacionalidad, el cambio de ciclo, el que nos permite disfrutar cada año, de una nueva primera vez.
Hoy te invito a recorrer conmigo alguno de estos placeres que, vividos con plena atención, son auténticos tesoros, pequeños trocitos de tiempo para ti. Pero antes, vamos a ver cómo puedes incorporar a tu vida la atención plena. Porque vivir despacio es un arte y no es innato, hay que aprenderlo. Si siempre vas a la carrera, llenas cada minuto de tu tiempo con tareas y actividades y sientes que te faltan horas al día para disfrutar, ponte cómoda que voy a darte algunas ideas y consejos para saborear momentos.
CÓMO APRENDER A VIVIR DESPACIO
Aprender a vivir despacio implica aprender a disfrutar de lo cotidiano. Lo extraordinario es fantástico pero, la cuestión aquí es que no se convierta en una necesidad para poder disfrutar.
Es importante aclarar que no hace falta que sea fin de semana para disfrutar. O tener un evento importante para darte permiso. A lo largo de los días, hay un montón de ocasiones en las que puedes disfrutar con todos tus sentidos y saborear el placer de vivir despacio, aunque sea solo por un ratito al día. De hecho, la mayor parte de los pequeños placeres cotidianos, apenas duran unos minutos.
Estas son algunas de las cosas que puedes hacer desde hoy para empezar a vivir despacio y disfrutar de lo cotidiano:
Cambia tu mirada: Observa tu día a día más allá de lo que lo haces normalmente. Si te gusta tomar café, por ejemplo, detente a escuchar cómo sube dentro de la cafetera, recréate en el aroma que desprende, la sensación de la taza caliente entre tus manos… Si vas andando al trabajo o a comprar, observa todo lo que hay a tu alrededor, los edificios, los parques, cómo son, se ve gente en ellos… si hay flores en la acera, si huele a algo tu camino…
Apaga el piloto automático: hacer las cosas de forma mecánica, hace que tu atención se diluya en otros pensamientos o actividades. Toma consciencia de lo que haces, de lo que tocas, lo que escribes, lo que escuchas en definitiva, presta atención a tu actividad presente.
Tómate tu tiempo: no hay prisa. Aunque creas que tienes que hacer las cosas rápidamente, la realidad es que hacer las cosas a toda pastilla solo te ahorrará 2 minutos al final del día. Un tiempo insuficiente para hacer nada reconfortante. Así que, tómate el tiempo que necesites para cada cosa.
Observa: cuando pares un minuto en tu ajetreada vida, no cojas el móvil, no enciendas la tele. Solo observa. Observa a tu alrededor, con detalle. Presta atención a los sonidos que vienen de la calle, a las personas que se cruzan contigo, a los objetos que te rodean. Piensa en cómo te hace sentir cada uno de los elementos observados y quédate con los que te hacen sentir bien.
Se fiel a tus decisiones: si has decidido que vas a hacer algo a una hora determinada, no cambies tus planes ni te distraigas con otras actividades. Concéntrate en tu tarea hasta terminarla sin pensar en nada más.
Respira: a veces vivimos tan deprisa que no respiramos bien y, en consecuencia, no oxigenamos el cerebro como deberíamos. Tómate un minuto para hacer varias respiraciones profundas, poniendo toda tu atención en el aire que entra, en el que sale, en cómo se hincha y se deshincha tu cuerpo en cada respiración Un minuto, no necesitas más.
Si no tienes el hábito de hacer ninguna de estas cosas, recuerda que incorporar nuevas rutinas requiere tiempo y siempre es mejor hacerlas de una en una. (Puedes ver cómo hacerlo en este post).
Con todos estos elementos y un poco de práctica, ¡este otoño vas a disfrutar como nunca! Vamos a ver, ahora sí, mi selección de pequeños placeres para este otoño:
Ponerte el primer jersey: esa sensación de calidez cuando llega el primer día frío de la temporada y sientes la lana sobre tu piel de gallina después de tantos meses de calor.
Hacer galletas: un domingo por la tarde, meterte en la cocina con tus peques y preparar las primeras galletas o el primer bizcocho de la temporada. Mirar a través del Cristal del horno para ver si sube, mojar el dedo en los restos de la masa
Empezar libro: con todo su ritual de lectura. Elegir el marca páginas, preparar una bebida calentita, sentarte en tu rincón favorito y echarte una mantita sobre las piernas
Acurrucarte en el sofá: sin miedo a quedarte pegada a los tuyos por el calor! Jajajaa ahora ya apetece, abrazarse, ponerse unos sobre los otros y hacerse un ovillo para ver una peli o simplemente echaros unas risas
Salir a buscar el otoño: un bosque, un parque, cualquier lugar lleno de árboles donde poder disfrutar de sus cambios de color, el sonido de sus hojas medio secas al contacto con el viento
Escribir en tu diario: ese en el que no escribes desde hace meses. Ordenar ideas, emociones hacer balance de lo que va de año, escribir la meta final por la que seguir soñando hasta diciembre
Sacar los juegos de mesa: un puzzle, una baraja de cartas, un parchís estas primeras partidas en familia, las risas, las peleas con el que siempre hace trampas, elegir la recompensa del que gana
Una ducha caliente: de esas en las que se empañan todos los cristales, centrarte en la sensación del agua calentando todo tu cuerpo durante unos instantes, antes de empezar a enjabonarte
Sacar el edredón: meterse en la cama, sentir las sábanas levemente frías y sentir cómo se templan al contacto con tu piel, notar el peso del edredón, ligero y reconfortante
Retomar contactos: reencontrarse con amigos que no ves desde antes del verano, la sensación del reencuentro, alegrarte sinceramente, escuchar sus historias del verano, recordar tus mejores momentos para compartirlos con ellos
Y podría seguir escribiendo decenas de pequeños placeres, sencillos, cotidianos que vuelven cada año y cada año los disfruto más que el anterior. Poco a poco he ido aprendiendo y mejorando mi capacidad para encontrar estos momentos y convertirlos en tiempos para mi. A veces, a solas y a veces compartidos. Pero siempre conscientes, elegidos.
Para lograrlo he trabajado mucho sobre dos aspectos:
Programar estos tiempos en mi agenda: si no reservo el momento, siempre encontraré otra tarea que llene el hueco
Practicar la atención plena: es lo que me permite disfrutar de estos momentos cuando se producen.
Para crear tiempos de calidad para ti este otoño, te propongo, además de todo lo anterior, que anotes ahora dos momentos para disfrutar esta semana. Uno a solas y otro compartido. Cuando llegue el día de llevarlo a cabo, aleja toda distracción (móvil, preocupaciones) y presta atención a los detalles y sensaciones del momento. La semana que viene me cuentas cómo te ha ido
¿Qué otros placeres incluirías en esta lista? ¡Te leo en los comentarios!
Espero que hayas encontrado una buena dosis de inspiración en este post y lo compartas con tus amistades para que puedan disfrutar también de estos pequeños placeres de otoño.
Un abrazo,
Sara