Entonces es cuando entramos en un círculo vicioso de reacciones fisiológicas que nos predisponen a engordar cada vez más.
La leptina es segregada por nuestro tejido adiposo, es decir, es una adipoquina que actúa a nivel de hipófisis mediante el OB receptor. Esta hormona es anorexígena, es decir, inhibe nuestro apetito, por tanto cuando la segregamos nos quita las ganas de seguir comiendo. Entonces..
¿La leptina es bienvenida?
Pues puede que no. El problema es que si nos excedemos en calorías continuamente, segregamos más y más leptina, y si acumulamos más grasa, pues más leptina, hasta tal punto que nos hacemos resistentes a ella, al igual que pasa con la insulina. Al hacernos resistentes a ella, por más que segreguemos leptina, ésta deja de unirse al receptor OB y por tanto no sirve de nada.
Pero eso no es todo, mientras más leptina, más aromatasa segregamos. La aromatasa se encarga de transformar la testosterona en estradiol, y éste último fomenta la acumulación de grasa.
Por si fuera poco, al bajar la testosterona, reducimos nuestro tejido metabólicamente activo, es decir, perdemos masa magra que es el tejido denso en mitocondrias (digamos que es el horno que nos hace quemar grasa).
Y para colmo, si dejamos de hacer ejercicio, nuestro niveles de testosterona y HGH disminuirán, perdiendo tejido metabólicamente activo (músculo) y por tanto fomentando la ganancia de grasa.
La mala alimentación también perjudica y disminuye los niveles de testosterona, a su vez contribuyendo a la pérdida de masa magra.
¡Pero voy más allá!
Cuando engordamos en exceso, nuestro cuerpo entra en un estado de inflamación crónica de bajo grado, dónde los niveles del glucocorticoide llamado cortisol se elevan, reduciendo a su vez los niveles de testosterona. Encima las catecolaminas, adrenalina y noradrenalina por ejemplo, también están inhibidas en personas con sobrepeso. Estas catecolaminas son las responsables de la activación del AMPK, principal interruptor endocrino de reacciones exergónicas encargadas de activar metabolismo lipídico, y ésta se activa cuando hacemos ejercicio, por tanto si no hacemos ejercicio, no activamos esta vía.
Con todo esto quiero decir que las cosas son más complejas de lo que parecen y que el cuerpo humano funciona de forma global como un todo, dónde cada acción tiene su reacción para conseguir una homeostasis.
Por todo ello, practicar ejercicio y llevar una alimentación saludable es mucho más que quemar calorías. Otro día escribiré cómo todos estos procesos y algunos más, no sólo nos hacen entrar en una espiral de obesidad, sino que además nos hace enfermar.