El amor propio es un ingrediente de salud emocional muy importante, sin embargo, también es muy recomendable recordar que existen factores externos que pueden influir en el modo en el que una persona se observa a sí misma. Construimos nuestro autoconcepto a partir de experiencias y vivencias. Por tanto, también obtenemos información de nosotros mismos a través del modo en el que nos ven los demás.
El pasado no determina el presente, sin embargo, sí es cierto que si una persona ha vivido etapas de soledad profunda y de falta de amigos, puede partir de un grado de autoestima más bajo para empezar a potenciar su desarrollo personal que una persona que ha tenido relaciones personales sanas y constructivas.
Conviene analizar los factores que pueden haber influido en nuestra autoestima no como un condicionante sino como una forma de comprender mejor nuestra historia.
¿Qué factores influyen en la autoestima?
El entorno familiar puede ser causa de algún tipo de sufrimiento interior en caso de sufrir carencias afectivacs importantes. En ocasiones, estas carencias están vinculadas con la muerte del padre o la madre, perdiendo a uno de los seres queridos más importantes en la infancia o en la adolescencia. El amor es uno de los alimentos más sólidos de la autoestima porque representa la aceptación incondicional y la satisfacción de una de las necesidades más importantes del corazón humano: el deseo de sentirse querido.
En relación con la familia, otro ingrediente fundamental que influye en la autoestima personal es la educación recibida, los valores que el hijo observa en su hogar, el ejemplo que los padres ofrecen a sus hijos. La figura de los padres es clave a lo largo de la vida, aunque este vínculo evolucione a lo largo de los años. Los recuerdos felices que un hijo guarda de sus padres incluso cuando ellos ya han muerto, es un tesoro de autoestima.
Los resultados de una acción también pueden afectar a la autoestima personal. Por ejemplo, si un niño sufre dificultades escolares y siente que no obtiene una recompensa al esfuerzo invertido, puede dudar de su propia capacidad y de su valía al poner en relación las acciones externas con su propio valor personal. Lo mismo nos puede ocurrir en la etapa adulta cuando nos sentimos vulnerables ante el efecto del fracaso como una experiencia poco agradable.
Durante la infancia y la adolescencia tiene una gran influencia el papel del grupo. Estas vivencias están vinculadas con el desarrollo de nuestra personalidad ya que muestran el aprendizaje de las habilidades sociales. Dependiendo del rol que el niño ocupa en su clase, puede desarrollar un autoconcepto de sí mismo más o menos constructivo. Los pilares de la autoestima comienzan a forjarse en la infancia, por esta razón, aspectos vividos en aquella etapa pueden dejar también huella en la etapa adulta.
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