Yo sabía que ella me iba a entender, no sólo porque había vencido donde yo esperaba hacerlo, sino porque su visión holística sobre el cuerpo, coincide plenamente con la mía. Lo que no imaginé es que tras aquel primer encuentro, mi manera de comer y de tratar a mi cuerpo no volvería a ser jamás la misma.
Me siento muy orgullosa de poder estar escribiendo estas líneas. Y muy agradecida a la persona que me ha ayudado a que esto sea posible.
En estos 100 días han pasado un sinfín de cosas maravillosas. La más importante de ellas es que he aprendido a tratar a mi cuerpo con el amor y la compasión que nunca le di. He aprendido a escucharlo, a nutrirlo con alimentos que verdaderamente le benefician y no a envenenarlo según los caprichos de la emoción (y la compulsión) del momento. Me he vuelto más consciente del efecto que los alimentos tienen en mi cuerpo y a entender por qué en todas mis crisis, sentía la necesidad de tomar ciertos alimentos. He averiguado algunas causas que me llevaban a comer de más y a entender de una vez por todas que atracar la nevera no era la solución, sino que añadía un problema más a los que ya pudiese tener. Ya soy capaz de mirarme en el espejo sin querer que desapareciese esa persona en la que no me reconocía. Ya soy capaz de mirarme a los ojos y empezar a atisbar aquello que siempre he andado buscando. El respeto por mí misma y el amor que me debo.
Sé que aún queda trabajo. Mi objetivo no está cumplido, pero en estos cien días he dejado mucho lastre por el camino. Y tallas de ropa que jamás espero volver a usar. Y ya puedo empezar a mirar la ropa que me gusta y no la que mis kilos de más me permitían ponerme.
Me doy cuenta de que no he perdido sólo unos kilos (ocho, hasta el momento), sino un sinfín de miedos que se escondían bajo esa grasa y que con cada protección que cae, me acerco más a la persona que quiero ser.
Y lo mejor de todo, es que el proceso no ha sido ni la mitad de duro de lo que yo imaginé. No han hecho falta, en absoluto, las dosis de sufrimiento y fuerza de voluntad que requirieron anteriores dietas y que sólo me hicieron perder el tiempo y el dinero, para recuperar en poco tiempo lo perdido con algunos kilitos más de regalo. Por no hablar de los desórdenes que eso provocaba en mi organismo. Esto ha sido un proceso natural, adaptado a mis necesidades. Un proceso sensato donde se persigue la salud y no sólo una cierta estética.
Siempre le agradeceré a Mentxu, la perspicacia que demostró en mi caso (aunque seguro que lo hace con todos su clientes), cómo supo ver los bloqueos que nunca me habían permitido cumplir mi objetivo de tener un cuerpo sano y armonioso y cómo semana tras semana, ha sabido ir encontrando mejores y más eficaces herramientas para acompañarme en esta aventura.
El proceso sigue. Esto ya es para toda la vida. Sus enseñanzas forman parte ya de mi manera de vivir. A veces, me distraigo y la báscula me lo recuerda a la semana siguiente, pero no pasa nada. Esto es parte del aprendizaje. Avances y retrocesos. Victorias y pequeños contratiempos. Pero ella me ha enseñado lo que hay que hacer y a perseverar hasta cruzar la línea de meta.
Siempre creí que no lo conseguiría. Ahora, lo único que me pregunto es, ¿Por qué esperé tanto?
Supongo que la estaba esperando a ella.
Lola Ruíz