Esto se llama bloqueo. Por muy organizada que seas, por mucha imaginación que tengas o por mucho entusiasmo que le pongas, a veces queremos hacer tantas cosas, que nos bloqueamos. Es más común de lo que imaginamos y cada vez más frecuente en personas que viven a buen ritmo. Vamos, las que corren todo el día. Es curioso que los días en los que estamos más ocupadas, parece que el tiempo cunde más que cuando no tenemos nada preestablecido.
¿Por qué nos bloqueamos? Esta es una pregunta que debes hacerte cuando te ocurra. Para poder afrontar un problema con éxito, lo primero es acudir al origen de éste. Por qué me pasa esto. El cansancio acumulado suele ser la principal razón. Cansancio físico, mental o ambos suelen estar detrás de la mayoría de los bloqueos que sufren las personas que describíamos antes. Cuando tu vida transcurre entre tareas de forma constante, el día que bajas el ritmo, tu cuerpo y tu mente se paran también. Te sientes espesa, las ideas no fluyen y no terminas de concentrarte en ninguna actividad. Sientes que tu mente no puede asimilar más información, no puedes procesar.
El estrés, la ansiedad y el miedo también son causas que paralizan. Querer abarcar más de lo que puedes, la autoexigencia por llegar a todo y querer hacerlo todo bien, son pensamientos que bloquean. Cuanto más quieres correr, más despacio vas y más aumenta tu ansiedad. Entras en un círculo vicioso imparable que te lleva a encontrarte cada vez más angustiada y te incapacita para realizar hasta las tareas más sencillas.
¿Y cómo lo solucionamos? Dependiendo del porqué de tu bloqueo, la solución pasará por hacer unas cosas u otras. Pero todas ellas tendrán algo en común: no pensar en nada. Cuando el bloqueo llama a tu puerta lo mejor es cerrar la agenda y dedicarte a cosas para las que no necesites pensar. Poner una lavadora, tirar la basura o darte una ducha. Actividades que puedes hacer en automático para dejar tu mente en blanco. El otro día comentaba en la entrevista que me hizo Patricia de Uohop cómo las mejores ideas me surgían en la ducha.
Cuando haces algo para lo que no necesitas pensar, tienes la posibilidad de practicar Mindfulness, concentrarte en la actividad que tienes entre manos, en las sensaciones que te produce... y nada más. Esta práctica aleja de ti cientos de pensamientos que golpean incansables tu cabeza, causando el cansancio o el estrés del que hemos hablado. Si me concentro en la sensación de las gotas de agua cayendo por mi cuerpo cuando me ducho, no tendré sitio para pensar en lo que me falta por subir a la web, los artículos que tengo que escribir o las fotos que tengo que hacer. Solo estaré dándome una ducha y disfrutando de ella, relajando mi cuerpo, despejando mi mente...
Cuando termines esas actividades mecánicas, te encontrarás con la capacidad suficiente para decidir qué vas a hacer hoy. Quizá decidas retomar tu lista de tareas de forma calmada y pausada, o quizá decidas que no harás nada de lo programado y seguirás descansando. Hagas lo que hagas, te sentirás bien porque habrá sido una decisión consciente y voluntaria, tomada desde la serenidad y no desde el estrés, la angustia o el cansancio. Habrás recuperado las riendas de tu día y lo terminarás con la sensación de haber hecho lo que has querido y no lo que tenías que hacer.
¿Y tú qué haces cuando te bloqueas? Si conoces a alguien a quien le pueda interesar este artículo, no dejes de compartirlo ;)
Un abrazo!!