La mayoría de lo tratamientos, ya sean convencionales, de terapias naturales o incluso estéticos requieren constancia, un valor muy codiciado, pero que su ausencia puede acarrear las peores consecuencias.
A todos nos suena familiar como propósitos de año nuevo voy a aprender inglés, voy a ir al gimnasio, voy a dejar de fumar, "voy a adelgazar X kgs y el único motivo por el que falla nuestro propósito es la falta de constancia.
Y es precisamente ahora, que ya han pasado unas semanas desde todos estos propósitos de principios de año que nuestra fuerza empieza a flaquear y vamos abandonando, poco a poco todos nuestros objetivos. ¿A qué es debido esto?
No soy constante, es que soy una persona olvidadiza, es que no me gestiono bien, es que no tengo tiempo, es que no puedo, es que no soy capaz, me da pereza... las excusas que ponemos para justificar la no consecución de nuestros objetivos son muchas y esto va haciendo mella en nuestro interior, muchas veces menguando nuestra autoestima porque un estricto juez interno nos dice que hemos fallado en nuestro propósito porque no lo estamos haciendo bien. Y este juez interno normalmente siempre está en lucha con nuestro autosaboteador también interno.
Por un lado estamos nosotros, con nuestras creencias, nuestros patrones, nuestras limitaciones, la educación que hemos recibido de nuestra familia y de la sociedad en la que vivimos. Por otro lado está nuestra figura auto saboteadora, que es la que busca todas estas excusas para que no podamos triunfar en la vida y por el otro lado está nuestro implacable juez interno, el más estricto de todos, que nos hace creer somos unos fracasados porque no hacemos las cosas como debemos hacerlas.
Y... ¿dónde está el amor?
Ante la consecución de un hecho debemos valorar una serie de preguntas, sin juzgarnos por las posibles respuestas que podamos obtener.
¿Obtengo algún beneficio de mi situación actual?
¿La mejora que voy a obtener va a ser significativa para mí y para mi calidad de vida?
¿Estoy suficientemente motivado/a?
¿Estoy preparado/a para afrontar este proceso?
¿Hasta que punto me siento capaz de sacrificarme para lograrlo?
¿Tengo la energía suficiente para superar las dificultades que puedan surgir?
¿Cómo será mi nueva vida después de haberlo conseguido?
¿Qué me da miedo de esta nueva situación?
Si anotamos cada una de estas respuestas veremos si realmente este cambio que tanto deseamos el 1 de enero de cada año nuevo sale de nuestro corazón o por el contrario nos lo proponemos porque toca, como costumbre. Detrás de estas respuestas también se puede albergar alguna situación de falta de energía vital, de miedo al fracaso, de miedo al éxito.
¿Y qué hacemos ante estas respuestas? Pues lejos de hacer un ejercicio de reconocimiento y de aceptación de que realmente quizás no necesitamos tanto este propósito, no queremos sacrificarnos, no tenemos la energía para hacerlo o que nos da miedo ser personas exitosas, aparece nuestro juez interno diciéndonos de todo por no ser capaces de afrontar este propósito. Nuestra autoestima se ve afectada y aparece otra vieja conocida, la culpa, que hace que nos sintamos unos absolutos fracasados por haber abandonado el proceso.
¿Y qué podemos hacer al respecto?
Aceptar nuestras respuestas, respirarlas, darles amor, enfrentarnos a nuestro autosaboteador y acallar la culpa. Plantar la semilla de nuestra paz interior, de nuestra capacidad de amarnos tal y como somos y no por lo que logramos y disfrutar de como va creciendo hasta convertirse en una frondosa planta.
La plena consciencia, la presencia, la respiración consciente, la meditación y el mindfulness, entre otras numerosas técnicas están enfocadas a la observación, la aceptación y el amor a nuestros actos, nuestra vida y nuestras emociones.
Pero... ¿y si no tengo la constancia para meditar, para respirar correctamente o para hacer dieta, o aprender inglés después de un duro día de trabajo? Pues no pasa nada, las personas a quien realmente les importas te van a querer lo mismo. Si quieres profundizar más, coge un papel, un lápiz y anota de nuevo todas las respuestas. Respíralas profundamente, acéptalas y sobretodo ámalas, sin juzgarte por ello. Allí verás qué parte del proceso te falla: acalla tu juez interior, busca ayuda profesional si lo precisas y, sobretodo no olvides lo más importante: amarte a ti mismo.
Mucha suerte en tus nuevos propósitos.