No soy “paleo” por muchos motivos. Estoy hablando de la típica dieta “paleo” promovida por gente como Mark Sisson o Robb Wolf: una dieta sin granos, sin lácteos, con tendencia a demonizar los carbohidratos y que exagera la frecuencia con que nuestros ancestros iban de caza (en mi opinión).
Por qué no soy “paleo”
1. Porque “la dieta paleo” no existe. Lo que existen son “las dietas paleo”. En cada región, según qué época del año, se comía de una manera. Cuanto más al norte más alimentos de origen animal (sirvan los esquimales modernos de ejemplo) y cuanto más al sur menos, puesto que había más abundancia de frutas y vegetales la mayoría del año.
Por supuesto que ha habido épocas muy frías en la mayoría del planeta coincidiendo con glaciaciones, pero no podemos asumir que todos nuestros ancestros vivían en zonas de “cuatro estaciones” con inviernos muy largos donde lo que predominaba era la caza (al menos en invierno). Hoy día sigue siendo igual y no podemos fomentar una dieta universal (la paleo en este caso) sin tener en cuenta donde vive cada persona. No es lo mismo vivir en Suecia que en Costa Rica.
2. Porque no me gusta posicionarme sobre un tema tan controvertido. No es que me cueste “mojarme” es que hay mucho de emocional y no tanto de racional en esto de las dietas (cual equipos de futbol). Precisamente yo empecé este blog porque estaba harto de oír a los distintos defensores de cada dieta “dar caña” a sus supuestos contrarios (todos en pro de la verdad y la ciencia claro…).
¿Tú quieres comer lechuga y pepinillo para el resto de tu vida? Genial. ¿Que no piensas volver a comer un plátano porque tiene demasiada fructosa? Estupendo. Yo digo: vive y deja vivir.
3. Porque si nuestros ancestros tuviesen que cazar todo lo que una dieta “paleo” moderna propone, no tendrían tiempo para nada más. De desayuno panceta con huevos, de comida ensalada con pollo y para cenar mamut a la romana. También en verano claro…No puede ser. Si yo fuese uno de mis ancestros y tuviese que buscarme el sustento supongo que preferiría ir a buscar tubérculos y bayas que ir de caza mayor constantemente. Es menos estresante, no?
4. Porque nuestros ancestros no hacían ayuno intermitente al “estilo moderno” (algo muy extendido en la comunidad “paleo”). Creo que ya he hablado suficiente sobre esto aquí y aquí. Pero lo repito. Nuestros ancestros ayunaban por necesidad (no había nada para comer) o porque les apetecía hacerlo un día, no como un programa diario para controlar el peso o algo parecido.
No es saludable (a largo plazo) forzar el comer siguiendo un horario; ni tampoco lo contrario claro. Además, volvemos a lo de antes: el contexto importa y ayunar día sí y día también (que es de lo que estoy hablando, no de algo esporádico) promueve la síntesis de cortisol que es precisamente lo que la mayoría necesitamos controlar en esta sociedad de locos.
5. Porque me gusta la avena con yogur y fresas para desayuno de vez en cuando. Riquísimo, ¿verdad?
6. Porque ni los granos ni las legumbres son tan malos. Entiéndeme, creo que evitar los granos con gluten (trigo principalmente) es una buena idea, pero de ahí a demonizar todos los granos hay mucho. Para la mayoría, no pasa nada por tomar estos alimentos con moderación (unas pocas veces a la semana) sobre todo si se remojan o germinan. Sí, hay fitatos, lectinas y otros antinutrientes, pero TODOS los alimentos tienen en mayor o menor medida moléculas que pueden ser tóxicas para el organismo (también tu ensalada “supersana”). Recuerda: el veneno está en la dosis.
7. Porque la leche y los productos lácteos nos han acompañado durante mucho tiempo, sobre todo en la cuenca mediterránea. Es un hecho que muchas personas en Europa y África poseen los genes necesarios para digerir la leche incluso de adultos (1). Sí, hay mucha gente que no tolera bien los lácteos pero eso no quiere decir que sean malos para todos como afirman los paleos más “ultra.” También hay gente que no tolera los plátanos o los huevos…Pero, ¡qué cosas digo!, se me olvidaba que hablamos de la dieta paleo y esto del ganado y la agricultura es de 10.000 en adelante con el neolítico. Vale, entra el siguiente punto.
8. Porque la teoría neodarwinista moderna hace aguas por todos lados. Hay muchas cosas que no se explican solamente con la selección natural y las mutaciones al azar que proponen muchos científicos modernos. No, no niego la evolución, lo que digo es que sigue siendo una teoría bastante incompleta. Se estima que cada persona tiene unas 60 mutaciones en su vida que pasan a la siguiente generación (2). A ese ritmo, los seres humanos no estaríamos todavía aquí porque se necesitan muchas más mutaciones múltiples “al azar” para desarrollar un ojo o un corazón. Pero, ¡Jean-Baptiste Lamarck viene al rescate! Varios experimentos en los últimos 10 años han demostrado que las características fenotípicas pueden pasar de generación en generación (3).
Lamarck tenía razón, al menos parcialmente. Es decir, nos adaptamos más rápido a nuestro medio ambiente de lo que se aceptaba hasta ahora. Por lo tanto, la teoría de que nuestros genes sólo nos piden la nutrición que estaba disponible hace 10.000 años no es realmente válida. La agricultura y ganadería neolítica ha hecho mucho por la humanidad. En estos últimos miles de años nos hemos adaptado muy bien a la mayoría de cultivos tradicionales (eso incluye la leche para algunos) y, últimamente, a todas las otras cosas buenas del neolítico: tardes de cine, viajes en crucero y citas por internet. Las observaciones de que nuestros ancestros eran más altos, fuertes y con mejores mandíbulas…bien, no las niego, pero correlación no es causalidad.
9. Porque los carbohidratos no son el enemigo. Ni las grasas, ni las proteínas. Nuestras mitocondrias (las organelas que generan energía en las células) pueden usar varios tipos de energía, entre ellas la glucosa (¡gracias a dios!). Precisamente esa versatilidad es lo que nos ha hecho conquistar en nuestra historia casi cualquier ecosistema del planeta. Decir que estamos mejor adaptados, como humanidad, para un tipo de energía u otro no es más que una moda que no se sostiene desde el punto de vista fisiológico.
En la ciencia, por desgracia, también hay tendencias, intereses creados y “efecto péndulo” (la última moda sonada de que las grasas saturadas son malas ya está en claro repliegue). El pueblo Q´ero del Perú subsiste prácticamente a base de patatas y no tienen ninguna de las enfermedades modernas. A ellos les va bien, pero eso no quiere decir que sea para todos claro.
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A ver si dejo esto claro… Mi intención con el artículo no es desaconsejarte la dieta paleo si te va bien, sino tratar de relativizar algunos de los dogmas que más se oyen por ahí para que no tengas miedo a ser un poco heterodoxo con su enfoque (¿flexi-paleo podríamos decir?) y así sacarle más partido si cabe a tu salud.
En el momento de escribir este artículo soy omnívoro, prácticamente no como gluten e intento evitar todo lo industrial. Ésa es mi dieta; bastante paleo-mediterránea diría yo. Quizás en el futuro cercano intente hacerme vegetariano, pero no porque piense que comer carne en moderación sea malo, sino más que nada por el tema del abuso animal. De momento, estoy donde estoy. No juzgo a nadie por su dieta.
Ser “paleo” es mucho más que simplemente seguir una dieta determinada, se trata también de una forma de moverse, de entender los ritmos biológicos y hasta de formar comunidad. Tener en cuenta nuestra evolución y nuestra biología es sin duda una estrategia fundamental para optimizar nuestra salud, pero no por ello todo pasado fue mejor.
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