Karl Popper
Hace un tiempo una amiga me contaba que discutía con su pareja continuamente. Yo sé mucho de discusiones porque desde mi primera relación hasta hace no mucho discutía a menudo. Discutir es muy fácil, lo único que tienes que hacer es no estar agradecido por lo que tienes, no conocer nada de tus emociones y confundir el amor con el miedo.
El caso es que mi amiga me dijo una frase muy graciosa que aún recuerdo:
Antonio, tú que estás en plan maestro iluminado y que imagino nunca te cabreas, ¿qué me aconsejas?
¿Maestro iluminado? si tú supieras, —le dije—. Si tú supieras las miles de horas discutiendo por todo, las noches de llorar, las relaciones maravillosas que he perdido. Lo único que te puedo decir es que escribas bien grande esta frase en un lugar que veas todos los días:
¿Cuánto tiempo me queda para seguir haciendo el gilipollas?
Pregúntate cuánto tiempo te queda para seguir siendo pequeña, cabreada, marchita. En el momento en que estés enfadada con él y te des cuenta, es decir, cuando tomes conciencia de tu situación, hazte de nuevo esa pregunta. Cuánto tiempo te queda de vida para seguir desgastándoos, para no dar abrazos, para no tomar mejores decisiones, para irte o quedarte pero si te quedas quedarte bien.
El caso es que a ella le gustó mucho mi frase, la escribió en su espejo del baño y, según me contó después, le funcionó muy bien durante un tiempo. Luego dejó de funcionar y las discusiones volvieron, claro. Mi frase, aunque potente, tiene las patas muy cortas y se cansa muy rápido.
Hoy a mi amiga le respondería algo diferente, algo más en plan:
Cuanto más uno está apegado a sí mismo, mayor es el sufrimiento.
Sayagyi U Ba Khin
O quizás le hablaría de la autoimportancia que define Castaneda en su libro El fuego interno:
Don Juan dijo entonces que en los inventarios estratégicos de los guerreros, la importancia personal figura como la actividad que consume la mayor cantidad de energía, y que por eso se esforzaban por erradicarla.
El guerrero debe, pues, ser cazador para no ser cazado. ¿Y qué caza el guerrero? Sus propias debilidades, es decir, su tendencia a dejarse arrastrar por los hábitos de sus semejantes.
Luego le recomendaría que practicara la técnica del agradecimiento, meditación y yoga, ella me habría respondido que sí, que tenía que hacerlo, luego habríamos cambiado de tema, posiblemente las discusiones con su pareja se habrían quedado justo donde las había dejado, y, el día que ella lo decidiera, con
¿Que por qué te estoy contando esto?
Bueno, más que nada porque tiene mucho que ver con mi mayor aprendizaje de este año 2020 y con el momento donde me hice la pregunta de Antonio cuánto tiempo crees que te queda para seguir haciendo el gilipollas.
Verás, allá por marzo cuando aquello del virus empezó, decidí irme de Madrid para pasar unos meses en el pueblo, ¿y sabes? fue una de las épocas más bonitas de mi vida:
Planté un huerto y empecé a aprender permacultura, me iba casi todos los días a las ocho de la mañana a bañarme a un río de agua helada para hacer la técnica Wim hof, práctiqué más yoga y meditación que nunca, incursioné en el Chikung y Falun Dafa, hice dos retiros de meditación, un temazcal, compré una casa con vistas a las montañas… en fin, un montón de aprendizajes.
Y entre aprendizaje y aprendizaje, me di cuenta de algo de vital importancia.
Desde que empecé en el camino del desarrollo personal había creído que la razón de que este sistema funcionara mal, o mejor dicho, no funcionara todo lo bien que puede funcionar, era simplemente por ignorancia.
Por ejemplo, pensaba que si el sistema de enseñanza actual era ridículo (no digo malo, digo ridículo), era porque las personas encargadas* de llevar esa tarea a cabo eran sencillamente ignorantes y desconocían lo que verdaderamente era bueno y nutritivo, es decir, pensaba que hacían lo mejor que sabían dadas sus posibilidades y conocimiento.
En esa época, me reconfortaba el ver que un grupo cada vez más creciente de seres humanos estábamos caminando en la dirección del conocimiento y del descubrimiento, y pensaba que era sólo cuestión de tiempo que la humanidad entera despertara a su propia grandeza como proceso natural de evolución.
Bien, todo eso cambió en los primeros meses de 2020, y ese cambio lo cambió todo para mí.
Agárrate.
Me di cuenta de que las cosas en el mundo funcionaban mal no por ignorancia, sino por la malicia de unos pocos, y aunque en realidad la malicia es la forma más avanzada de ignorancia, ese es otro tema.
Te pondré un ejemplo que creo es bastante gráfico: No es lo mismo que mi pareja me de una sonora bofetada por error mientras está intentando cazar una mosca, que, a menudo, sin ira, premeditadamente y mirándome a los ojos, me de sonoras bofetadas por mi bien.
En el primer caso los dos nos reímos, a mi se me pone roja la cara y me escuece un buen rato, mi pareja me pide disculpas y mientras me abraza cálidamente me promete que tendrá más cuidado la próxima vez.
En el segundo caso, ahora que sí sé lo que es el amor, el autodominio, corro, corro sin mirar atrás, y cuando esté lejos, más tarde, con el tiempo, cuando yo esté a salvo y me haya fortalecido, quizás, si mi amor es lo suficientemente grande busco desde la distancia la manera de ayudar a la que era mi pareja a tener una vida mejor, a encontrar por sí misma el amor.
En el primer caso, soporto estoicamente la bofetada. En el segundo, me marcho estoicamente.
En el primer caso, sé que estoy a salvo, en el segundo, sé que mi supervivencia depende de mi acción y determinación inmediata.
En ambos casos la bofetada es la misma, pero la intención, la volición, es diferente. ¿Comprendes?
Bien, este año he comprendido que actualmente estamos en el segundo caso y que mi supervivencia depende de mi acción y determinación inmediata. Por eso, dentro de mis posibilidades, energía y conocimiento, estoy poniendo en práctica el dejar de ser gilipollas.
¿No sabes de lo que te estoy hablando, verdad?
No pretendo asustarte pero…
Podría contarte que, de manera deliberada, el agua que bebemos en las ciudades está envenenada, que la comida está envenenada, que el aire está envenenado, que las tierras de cultivo están envenenadas, que la televisión está envenenada, que la mayoría de las películas que van al gran público están envenenadas, que la sanidad está envenenada, que la educación está envenenada, que las mentes de un sin fin de seres humanos están envenenadas, oscurecidas, parasitadas.
Podría seguir contándote cosas, te daría razones, te mostraría documentos, te mostraría alternativas de lo que sí es bueno saludable y progresista pero, ¿de qué serviría? ¿lo creerías? y, ¿actuarías? Por eso, has de saber que no escribo estas palabras para convencerte de nada, sino para mostrarte qué he hecho yo por si te sirve de algún modo.
Si alguna vez has hablado con una persona que está siendo maltratada y te ha resultado imposible hacérselo ver, es posible que te des cuenta de por qué ahora y depende de quién seas tú, me puede llegar a resultar muy difícil hacerte ver nada de lo anterior. No por escrito, no sin una base previa, no sin recorrer tú el camino.
Entonces, en el momento que comprendí que mi pareja me maltrataba, y que además lo hacía asegurándome que era por mi bien, fue momento de correr. ¿Correr hacia donde? hacia dónde no es lo importante, es el acto de poner distancia, especialmente distancia mental y emocional, lo que marca la diferencia, lo que cambia nuestros actos, nuestro destino, lo que nos hace tomar mejores decisiones.
Correr para darme cuenta de que no puedo seguir dejando mi vida a merced de *personas encargadas y correr para sentir y saber que la persona encargada de mí soy yo, correr para tomar cada vez más el mando de mi salud amor y entorno, correr para salvarme a mí para después poder salvar a otros.
Me di cuenta de que tenía urgencia. Me di cuenta de que no había tiempo que perder.
Hay muchas formas de correr. En mi caso, yo corrí para acercarme a lo que considero la vida, hacia la naturaleza, hacia la tierra, hacia las montañas o hacia el mar, hacia cultivar o comprar alimentos que alimentan y sanan, hacia el agua que sea agua, hacia el aire limpio, hacia los abrazos, hacia el trabajo interno, hacia la comprensión de mi poder personal.
Tomé la decisión de que ya bastaba de posponer, de correr en una rueda de rata que yo no había elegido, de que tenía que parar de decir que en la naturaleza era donde era feliz pero que algo en la ciudad me retenía.
Me pregunté ¿no será que tengo que crear algo en la naturaleza que me retenga?
Descubre qué es bueno para ti, y aprende a amarlo.
Lama Rinchen Gyalsen
Sobre todo este 2020 me ha enseñado que no es tiempo de luchar sino de crear, y que crear, es la mayor lucha posible, que lo que está sucediendo era necesario, que lo que ocurre es el toque de atención que muchos necesitábamos para despertar, o para seguir despertando.
Y ¿sabes? en esas estoy, en seguir despertando mientras pueda. Gracias 2020.
Gracias por leerme.