Consolidado en la cumbre de los hábitos alimentarios, el cacao no solo representa un intenso e inconfundible sabor. Ni todo en él es teobromina o un cúmulo de nutrientes y sustancias químicas. El cacao es, sin duda, mucho más. Se ha convertido en un fenómeno universal casi mágico. Un mundo de sensaciones. De emociones... Pero, llegados a este punto, debemos preguntarnos, ¿qué influencia ejerce sobre nuestra salud?
Esta cuestión ha sido objeto de estudios e investigaciones. Sus resultados, aunque con matices, muestran un balance netamente positivo.
La dosis es una variable fundamental en todos los estudios, observándose una alta coincidencia en que los beneficios del cacao se producen ingiriendo dosis moderadas, mientras que, si la dosis es elevada o excesiva para la persona, esos efectos pueden no producirse.
En cuanto a la composición, los investigadores suelen utilizar cacao puro en polvo. No obstante, dado que resulta en exceso amargo, en ocasiones se mezcla con agua, leche o azúcar, o bien se administra en forma de chocolate con un alto porcentaje de cacao. Se persigue que los resultados sean atribuibles al cacao y no a otros ingredientes, o bien, que éstos no interfieran en las propiedades del cacao. Por ejemplo, se ha observado que, mezclando cacao con agua se obtiene un mayor efecto antiinflamatorio que si se mezcla con leche.
La gran variedad y cantidad de ingredientes que podemos hallar en los chocolates comerciales, pueden provocar efectos muy distintos a los del cacao puro. Azúcares, leche, frutos secos, soja..., pueden convertir las bondades del cacao en problemas metabólicos muy importantes y, por desgracia, cada vez más presentes. Por lo tanto, cuanta más pureza, mejor. Nunca debería bajar del 70%. Mejor un 85-90%. Ni tampoco consumirse más de una onza al día (unos 30 gramos). Evidentemente, quien padezca intolerancias a la histamina o la tiramina, a la teobromina o la cafeína, problemas de hígado graso, de vesícula o de ácido úrico, mejor que se abstenga de consumirlo.
Efectos beneficiosos del cacao en la salud
En los estudios científicos realizados hasta ahora, se han podido observar efectos protectores sobre la salud cardiovascular, fundamentalmente gracias a la epicatequina que contiene, regulando la presión sanguínea y el colesterol. También se ha constatado que puede ayudar a disminuir la resistencia a la insulina, reducir la fatiga, o mejorar la protección neuronal, importante para la conservación de las funciones cognitivas y como apoyo ante el Alzheimer. Esos beneficiosos efectos son debidos, especialmente, al alto contenido de polifenoles, fitoquímicos con alto poder antioxidante y antiinflamatorio, incluso con efectos apoptóticos (muerte programada) de células cancerígenas.
El cacao posee también un destacado efecto psicoactivo. Además de tener una gran cantidad de antioxidantes, su rico contenido en teobromina, triptófano (precursor de la serotonina) y magnesio, amén de sustancias como la anandamida o la feniletilamina, libera endorfinas y proporciona una sensación de bienestar y felicidad, lo que, entre otras cosas, confieren al cacao propiedades antidepresivas, una propiedad de grandísima importancia si tenemos en cuenta la gran prevalencia de este trastorno en la actualidad. Pero, además, si retomamos el tema del cáncer, observaremos que estas propiedades antidepresivas pueden sumarse al efecto apoptótico antes comentado, ayudando a que las células defensoras NK (natural killer) de nuestro sistema inmunológico no se depriman ni reduzcan su actividad, manteniendo su eficacia ante las células cancerígenas.
Hasta aquí hemos visto efectos que se explican gracias a las propiedades de los numerosos componentes del cacao. Ahora vamos a entrar en otra dimensión, en la que, la sensibilidad, las emociones y la influencia de la mente sobre el cuerpo, toman el control.
La gran maleabilidad, creatividad e imaginación que permite la elaboración del chocolate, junto a la diversidad de aromas, sabores, colores, textura, pueden generar reacciones sensoriales, cognitivas y emocionales profundas, estimular recuerdos..., incluso a nivel subconsciente. Se ha comprobado que la sola imagen del chocolate puede activar las zonas cerebrales del placer y la dependencia. Su aroma y los colores que lo acompañan pueden influir en el deseo y en el sabor percibido. Los sonidos también influyen en la valoración subjetiva. En realidad, todos los sentidos se integran y se compensan entre sí, provocando una percepción multisensorial.
Desde el pasado mes de marzo tenemos la oportunidad de conocer y observar, a través de diversos medios, un singular proyecto de investigación que une esta multisensorialidad con los potentes efectos del cacao. El proyecto, de carácter neurocientífico, gastrofísico y de gestión emocional, liderado por el reconocido postrero Jordi Roca, y con la colaboración, entre otros, del doctor Jesús Porta-Etessam, jefe de sección de neurología del Hospital Clínico San Carlos, tenía como principal objetivo la recuperación del sentido del gusto en personas que sufren un trastorno llamado disgeusia, que provoca una distorsión permanente del sabor percibido en la boca.
Se basó en la personalización de los estímulos sensoriales, los recuerdos y las emociones. Se estudiaron los perfiles sensoriales y conductuales de cada participante, todo ellos con problemas de disgeusia, así como sus preferencias y gustos personales, sus memorias sobre el cacao... Se elaboraron unos postres totalmente individualizados, inspirados en los datos recogidos. Se creó un ambiente envolvente ideal, de luz, sonido y color diferente para cada caso. Con todo ello, se consiguió que cada persona disfrutara del momento y del poder del cacao con todos sus sentidos. Intensamente. Evocando recuerdos y sensaciones olvidadas. Provocando el retorno de una felicidad perdida. La experiencia, muy emotiva para los participantes, permitió que éstos pudieran volver a sentir el gusto del chocolate.
El cacao, el buen chocolate, es, sin duda, un alimento emocional. Y, nuestra mente, la herramienta más poderosa que tenemos. Sobre ella, y sobre su influencia sobre nuestro organismo y nuestra salud, fue objeto de un artículo titulado "La clave emocional de algunos dolores crónicos". En este artículo hacía hincapié en la evidencia de que, al igual que ocurre en muchos trastornos psicosomáticos, si no hay una causa física o biológica que justifique una dolencia, debe explorarse y trabajarse la vía emocional como posible causa. Muy especialmente si se trata de personas altamente sensibles. La experiencia nos muestra que, trabajando la armonización mente-cuerpo, los resultados llegan y el sufrimiento cesa. Y quizás, entonces, nos apetecerá celebrarlo con un buen... chocolate.
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.