La fibra se encuentra exclusivamente en alimentos de origen vegetal. Este material, que otorga rigidez a las paredes celulares de las plantas, se presenta en miles de variaciones químicas diferentes. Está principalmente compuesta por moléculas complejas de carbohidratos. Nosotros no somos capaces de digerir más que una ínfima cantidad de fibra, prácticamente ninguna. No obstante, por tener pocas o ninguna caloría, diluye la densidad calórica de nuestras dietas, produce sensación de saciedad y ayuda a controlar el apetito, entre otras cosas. De este modo, satisface el hambre y disminuye el consumo excesivo de calorías.
La ingesta media de fibra es casi tres veces superior en China que en Estados Unidos. Estas diferencias son excepcionales, en especial si tenemos en cuenta que los valores medios registrados en varios condados chinos fueron incluso muy superiores.
Pero según la opinión de algunos "expertos" estadounidenses, la ingesta de fibra a través de la dieta tiene un lado oscuro. Ellos sostienen que nuestro organismo no es capaz de absorber el hierro y los minerales asociados a él, que son esenciales para la salud, cuando se consume una gran cantidad de fibra. Esta puede ligarse a estos nutrientes y transportarlos a través de nuestro organismo antes de que podamos digerirlos. Afirman que el nivel máximo de fibra debería situarse en torno a los 30-35 gramos diarios, lo que corresponde aproximadamente a la ingesta media de las regiones rurales chinas.
Parece ser que la fibra no es enemiga de la absorción del hierro, como muchos expertos afirman. Algunos científicos midieron la cantidad de hierro que consumían los chinos y la cantidad que permanecía en su organismo, y lo hicieron de seis formas diferentes (cuatro biomarcadores en sangre y dos estimaciones de ingesta de hierro). Cuando estas mediciones se compararon con el consumo de fibra, no surgió ninguna evidencia que indicara que la ingesta creciente de fibra afectara a la absorción del hierro. De hecho, encontraron el efecto opuesto: una ingesta superior de fibra a través de la dieta aumentaba la hemoglobina, un buen indicador de la cantidad de hierro presente en la sangre. Resulta que los alimentos con alto contenido en fibra, como el trigo y el maíz (pero no el arroz descascarillado que se consume en China), también son ricos en hierro, lo que significa que cuanto mayor sea el consumo de fibra, mayor será el de hierro. La ingesta de hierro en la China rural (34 mg/día) resultó sorprendentemente alta en comparación con la media americana (18 mg/día) y se asociaba mucho más con los alimentos vegetales que con los de origen animal.
Los hallazgos realizados en China sobre el consumo de fibra y de hierro a través de los alimentos no respaldan la opinión habitual de los científicos occidentales. Los individuos que consumen más alimentos vegetales (y, por lo tanto, más fibra) también consumen más hierro, y esto resulta en niveles superiores de hemoglobina que son estadísticamente significativos. Por desgracia, el hecho de que se observaran bajos niveles de hierro en algunas de las personas que habitaban en zonas rurales chinas, incluyendo mujeres y niños, produjo cierto grado de confusión. Esto sucedía especialmente en regiones donde las enfermedades parasitarias eran muy comunes. Los niveles de hierro eran inferiores en las comarcas rurales chinas donde preponderaban las enfermedades parasitarias. Hubo quienes aprovecharon la oportunidad para afirmar que estas personas necesitaban tomar más carne, pero la evidencia indicaba que el problema mejoraría si se consiguiera reducir el parasitismo en estas regiones.
Gran parte del interés inicial por la fibra ingerida a través de la dieta surgió a partir de los viajes de Burkitt por África y de su afirmación de que el cáncer de intestino grueso tiene menor incidencia entre las poblaciones cuyas dietas son ricas en fibra. Él fue quien popularizó esta idea, pero la historia tiene al menos doscientos años de antigüedad. A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, algunos de los médicos más reconocidos de Inglaterra afirmaron que el estreñimiento, que estaba asociado con dietas menos abundantes (es decir, de bajo contenido en fibra), implicaba mayor riesgo de contraer cáncer (normalmente de mama y cánceres "intestinales").
El estudio ofrecía pruebas más que suficientes para demostrar que existe un vínculo con ciertos tipos de cáncer. Los resultados indicaron que una ingesta importante de fibra se asociaba de forma consecuente con índices menores de cáncer de recto y de colon, así como también con niveles inferiores de colesterol en sangreI. Como es obvio, un alto consumo de fibra reflejaba un gran consumo de alimentos vegetales; productos como las judías, las hortalizas de hoja y los cereales integrales son ricos en fibra.
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