Estar desempleado no es ni dejar de vivir, ni te dejes llevar por el sufrimiento.
El mundo atraviesa en estos inicios del siglo XXI una crisis que no es sólo económica, sino también de valores y de identidad.
Las hasta ahora conocidas como sociedades avanzadas, inmersas desde los albores de la Revolución Industrial en un aumento del entendimiento de la calidad de vida en términos materiales, paradigma éste, profundizado con la aparición a finales de los años 80 del siglo pasado, de las Nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, se encuentran, hoy en día, en un periodo que pudiéramos comparar al término Bardo utilizado por los budistas; es decir, un estado intermedio entre una vida y otra.
El Mundo occidental especialmente, y en concreto ciñéndonos al caso Europeo, pero fácilmente extrapolable al resto de sociedades, se encuentran en estos momentos en ese Bardo o crisis entre lo que ha sido, y lo que ha de ser.
Sociedades basadas casi exclusivamente en el Ser a través del poder económico y financiero, proyectadas hacia el futuro en sucesivas burbujas económicas como fueron el caso de las empresas tecnológicas punto com, y el más cercano del movimiento inmobiliario de los 90, se ven ahora perdidas en un sinsentido, tras haber producido en los ciudadanos de sus democracias, la debilidad del endeudamiento y la creencia fatídica en la imposibilidad de salir adelante y encarar el futuro sin un trabajo por muy precario que sea éste.
Y es que, tradicionalmente, y con especial relevancia a partir de los cambios sociales producidos por la Revolución Industrial y los progresivos éxodos de las sociedades rurales a las complejas sociedades urbanas, el valor del trabajo se hizo clave para el proceso de socialización del individuo.
Del religioso Ganarás el pan con el sudor de tu frente al más moderno si no tienes no eres, hay toda una intención de la sociedad post-industrial, profundizada por el neoliberalismo del laissez-faire, en hacer que el individuo sólo pueda ser feliz única y exclusivamente con el valor del trabajo remunerdado como única forma de construir una vida plena.
Y de esa forma, inutilizar a quienes caen en el desempleo para convertirles en mano de obra barata siempre y cuando, además, estés en eso que se denomina juventud.
Habiendo perdido el contacto natural del individuo social con los procesos naturales , especialmente en los grandes núcleos urbanos, los individuos se encuentran perdidos en el sinsentido vital cuando, producto de crisis como las que atravesamos, las listas de desempleados –eufemísticamente conocidos como parados- crecen día a día. El desempleado se siente acabado por estar sumido en ese espacio en el que nadie le tiende una mano. Es ahí donde el desempleado ha de tomar las riendas de su vida para ganarle el pulso a su tiempo.
A este grave problema al que nos enfrentamos hoy con desmesurada naturalidad, hay que sumarle el progresivo hedonismo basado en el ensalzamiento de todo lo que signifique joven, mientras se pone el acento negativo a todo aquello que suene a mayor.
En nuestras sociedades post-capitalistas sumidas en el imperio del neoliberalismo y el modelo económico-financiero, aquellos individuos que ya superan los 40 años como símbolo de la media vida, son –salvo excepciones-retirados del mercado laboral y, por lo tanto, del modelo económico y social sobre el que viene sustentándose su imperio ético y moral.
El nuevo desempleado (no me gusta decir parado) de larga duración, especialmente aquellos que han atravesado la barrera de los 40 años y muy especialmente los que lo han hecho de los 50, están siendo los peor parados de la actual crisis económica que, como señalaba al principio, no es sólo económica, sino sobre todo, moral y de valores y de cambio social hacia nuevos modelos basados en las NuevasTecnologías de la Información, como la Revolución Industrial lo fue de la máquina de vapor.
Si a esta realidad le sumamos una imparable aceleración del tiempo, precisamente basado en esas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, que tienen un impacto social, nada comparable en tiempo y forma con, por ejemplo, la aparición de la radio o la televisión, nos ofrece un panorama que, desde la óptica de los valores de la sociedad en la que vivimos actualmente, es absolutamente desolador: millones de personas en Europa entre los 40 y los 60 años atravesando el paro, sin ninguna opción de volver al mercado de trabajo y con unos niveles de endeudamiento jamás visto en nuestra forma de vida.
En todo este panorama, en el que quien está desempleado o desempleada, tienen además un menor margen de maniobrabilidad respecto a sus vidas, debido en parte a sus niveles de endeudamiento y sus responsabilidades como centros de los núcleos familiares, tiene que haber un espacio que ha de ir creciendo, para la esperanza y la mejora de la calidad de vida.
Mindfulness, la práctica de la Atención Plena, el trabajo para que la conciencia se disponga en el inmediato Aquí y Ahora, puede servir para que estas personas, vuelvan a retomar el timón de sus vidas, sean más responsables de sus destinos, y aprendan a valorar todo aquello que en estos momentos disponen y de lo que no son aun conscientes por estar habitando todavía en ese Bardo del que hablaba al principio, que les viene centrando sus vidas entre el pasado y la imaginación de un futuro que, además, no ven como nada halagüeño.
Una de las soluciones para ayudar a quien está desempleado, sería ofrecer la posibilidad de elaborar programas de mindfulness o atención plena para personas desempleadas, de tal forma que al elaborar un proceso Mindfulness a través del que, aquellas personas que se encuentran en una situación de desempleo de larga duración, y que han perdido su autoestima y su creencia en la recuperación, vuelvan a retomar sus niveles de autoestima y sean conscientes de que, desde el anclaje en el instante presente, pueden ser conscientes tanto de una nueva forma de ver su mundo, como una nueva forma de encarar, desde distinta perspectiva, su actual situación.
Como decía Allan Watts La vida no es un problema a resolver, sino una realidad a experimentar. El Programa pudiera parecer en exceso ambicioso, pero son estos tiempos, muy necesarios para practicar la utopía consciente y llevar a cabo profundos procesos de reinvención sobre los que pueden pivotar nuevos modelos sociales, políticos y económicos que, basados en la práctica de la atención plena, sean más humanos.
Se trata de un efecto dominó. Las revoluciones entendidas de forma tradicional no suelen ser más que unos meros cambios de élites que terminan asentándose en las poltronas del poder entrando en peligrosas zonas de confort que se enquistan. Las verdaderas revoluciones transformadoras vienen de nuestro interior como seres conscientes.
Programas de recuperación de personas que están en modo desempleado no trata de poner un pequeño grano de arena en este inmenso desierto, sino precisamente, quitar granos de arena, para poder visualizar un poco de hierba fresca.
Quien abandona situaciones de estrés e infelicidad y recupera el bienestar emocional, no sólo se hace más fuerte, sino que es un excelente transmisor del poder transformador de la práctica de la Atención Plena.
Se puede estar desempleado por las circunstancias adversas, pero nunca parado.
La práctica de mindfulness o atención plena puede ser de gran ayuda a quien está desempleado. No es tanto la forma de encontrar un trabajo,. Sino posibilitar a quien está desempleado la posibilidad de recorrer ese camino con más fuerza, moral y serenidad.
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