Por lo general, esto tomaba la forma de una larga conversación en la que se relataban todos los detalles minuciosos a mi compañero de cuarto o pareja. Siempre he considerado esto como una rutina saludable; una forma de dejar salir mis frustraciones con aquellos en quienes más confiaba para procesar mis experiencias diarias. ¿Pero es eso realmente lo que estaba haciendo? Lo que no me había dado cuenta era que al cometer excesivamente este comportamiento, de hecho estaba alimentando la negatividad, dándole una presencia aún mayor en mi vida.Una vez que hice el esfuerzo de dejar de repetir mis dificultades cotidianas, vi mejoras en mi vida que nunca me di cuenta de que había estado previniendo inconscientemente.
Abraza el presente
¿Sabes lo que pasa cuando dejas de pensar en algo? ¡Lo dejas ir! Nunca me di cuenta de que había estado prolongando mi propia miseria al discutir eventos frustrantes incluso después de que hubieran terminado. En lugar de arrastrarme a través de mi propia respuesta emocional una y otra vez desahogándome, encontré que afirmar con calma lo que había ocurrido y dejar el tema después me dio una mejor perspectiva al respecto.
De repente, pude ver que los eventos eran algo del pasado que no podía cambiar ahora, y acepté eso. Lo que haya pasado, pasó. ¿Por qué detenerse en algo cuando no se puede hacer nada para cambiarlo? De repente, parecía mucho más lógico abrazar el momento presente y disfrutarlo.
Me di cuenta de lo bueno
Cuando dejas de pensar en todas las partes malas de tu día, ¡es asombroso cómo empiezas a reconocer las cosas buenas que han sucedido! Con la misma frecuencia que hay pequeños momentos de frustración, hay tantas pequeñas victorias a las que rara vez prestamos tanta atención como deberíamos.
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Mis conversaciones se volvieron edificantes
Por lo que sé, mis amigos serán los primeros en compadecerse conmigo, creo que todos podemos estar de acuerdo en que la unión a través de una conversación edificante alimenta relaciones mucho más sanas. Y una vez que dejé de ventilar, noté que los que me rodeaban también lo hacían. Con solo una voz positiva en la conversación, todos se inspiran para compartir sus éxitos y alegrías.
Mis chats con amigos se convirtieron en oportunidades para ofrecer nuevas perspectivas y animarnos mutuamente con positividad, apoyo y ánimo.
Me volví optimista
A partir de eso, descubrí que me volví mucho más optimista en todos los aspectos de mi vida. Cuando mi cerebro había pasado tanto tiempo enfocándome en el lado negativo de las cosas, me sentía constantemente derrotada. Ahora, vi cada momento como una oportunidad, sin carga por el pasado. Podía dejar atrás viejas experiencias y seguir adelante con mi día, abrazando el presente con una perspectiva positiva y expectativas esperanzadoras. Aprovechar este optimismo me hizo sentir más tranquila, más satisfecha con mi vida diaria y más emocionada por el futuro.