Alimentos viajeros
Si somos un poco observadores nos daremos cuenta de que los alimentos que tenemos en nuestra despensa o refrigerador vienen de muy lejos. Quizá las legumbres hayan viajado desde Méjico, las naranjas desde África o las manzanas desde Italia. Los alimentos no llegan con la frescura adecuada hasta nosotros debido a la globalización.
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No obstante, llama mucho la atención el hecho de que algunos de estos productos son reimportaciones. Esto es debido a que un alimento del propio país has sido comprado por un distribuidor internacional con lo que, al final, el alimento acaba viajando y siendo vendido en su país de origen…
El gas que más está implicado en el efecto invernadero es el el dióxido de carbono. Solamente en España, se importan cada año 25 millones de toneladas de alimentos. Esto supone una emisión de dióxido de carbono de cuatro millones de toneladas. Si hacemos un cálculo, podemos imaginar cuál el es gasto en países que no tengan tanta producción agraria como en España.
¿De dónde viene el término kilómetro 0?
Este término se originó en Italia. En el año 1986 Carlo Petrini dio nombre al movimiento Slow Food. Las personas que lo practican defienden un tipo de alimentación que se basa en productos de origen cercano y propios de cada comunidad. Así mismo, dan mucha importancia a la elaboración artesana de los productos. Reivindican la biodiversidad de los sabores y apuestan por una manera de alimentación más consciente.
La idea del kilometro cero se refiere a alimentos que se encuentran en un radio de 100 kilómetros alrededor de donde vivimos.
¿Por qué consumir alimentos de kilometro 0?
Son saludables
Decidir consumir alimentos de proximidad es poner nuestra salud en primer lugar. Cuando consumimos estos productos, nos inmunizamos contra los tóxicos que hay en nuestro entorno.
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Además de esto, los alimentos de proximidad no necesitan conservantes. Tampoco necesitan ser congelados ni someterse a ningún proceso que les alargue el tiempo de conservación. Además, cuando son productos frescos como frutas, hortalizas, verduras o legumbres, podremos estar seguros de que no llevan azúcares, colorantes, grasas o cualquier otro elemento nocivo para la salud.
Por lo tanto, si compramos y consumimos alimentos de proximidad que no hayan sido procesados, nuestra salud nos lo agradecerá.
Contribuimos con la economía local
Si consumimos productos de proximidad apoyamos a nuestra comunidad. Con ello ayudaremos a los pequeños productores, a los mercados y a la gastronomía local a que permanezcan donde siempre estuvieron. Muchas veces estos pequeños mercados son absorbidos por las grandes multinacionales, cuyas ganancias nunca repercutirán en la economía local, sino todo lo contrario.
Además de esto, gracias al consumo de estos productos protegemos la biodiversidad de nuestro entorno. Esto es debido a que los productos que se dan en un lugar determinado ya se han adaptado a ese ecosistema. Así mismo, serán alimentos de temporada y su cultivo respetuoso con el medio ambiente. Muchas veces los cultivos de grandes extensiones sobreexplotan los recursos sin que importen las repercusiones.
Ayuda a los pequeños productores
La globalización ha llegado a tener características casi feroces, en muchas ocasiones. Lo más importante es que los precios sean competitivos aunque la calidad del producto o los medios para conseguirlo no sean los más adecuados. Tampoco las condiciones de los trabajadores son las mejores que podrían esperarse.
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En algunas ocasiones, el ansia de los productores por economizar recursos, hace que un producto, que podría ser local sin problema, y que de hecho así lo dice en su etiqueta, haya sido cultivado en países lejanos. Estos países, como China por ejemplo, las condiciones son mucho peores, y las leyes permiten que se respete poco o nada el medio ambiente. Debido a estas irregularidades, los precios son más bajos pero habrá un gran perjuicio para la economía local.
La guerra de precios está consiguiendo que muchas regiones queden despobladas ya que los pequeños productores no pueden enfrentarse a las grandes distribuidoras. Por eso, al comprar productos locales, fomentaremos el empleo local. Así mismo, evitaremos a todos los intermediarios de las cadenas de distribución que tanto encarecen los precios.
El medio ambiente
Si consumimos productos de kilómetro 0 estaremos ayudando a mantener el equilibrio de los ecosistemas. Este equilibrio es muy importante para mitigar, en cierta medida, los efectos del cambio climático.
Te propongo que, cuando vayas al supermercado, leas la etiquetas de los productos que vayas a comprar y te des cuenta de su procedencia. Verás como algunos de ellos vienen de sitios remotos que no hubieras imaginado, con todo lo que supone haber viajado tantos kilómetros. Si compras estos alimentos, estarás importándolos y colaborando con la emisión de cantidades inmensas de dióxido de carbono a la atmósfera.
La salud del planeta te agradecerá que los productos que compres sean de proximidad. Gracias a tu elección no habrá sobreexplotación de recursos, ni aviones o barcos que recorran grandes distancias. Tampoco será necesario el uso de los combustibles que emiten los gases que ya hemos mencionado.
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A todo esto podemos sumarle el hecho de que los alimentos de proximidad no necesitarán envases en los que ser transportados. Los plásticos o bandejas de poliestireno son nefastos para el medio ambiente.
Otro factor a tener en cuenta es la cantidad de alimentos que se desperdician en estos grandes viajes. Durante su transporte y almacenamiento, estos productos se pueden deteriorar y, por lo tanto, no serán utilizados. Sin embargo, los pequeños productores, suelen reutilizar los restos utilizándolos como abono o para elaboraciones artesanales o harinas para piensos.
Afortunadamente, cada día son más las personas que optan por un consumo responsable y respetuoso con las personas y con el medio ambiente. El consumo local reúne todas estas características que nos hace parte de una humanidad más integra y responsable.
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