En ese mismo sentido se sabe que hay grasas que no solo no representan ningún tipo de problema para el organismo, sino que incluso son muy necesarias porque cumplen funciones biológicas que nosotros no podemos obtener de nuestro propio metabolismo. Es de esta manera que las grasas son una gran fuente principal de energía cuya calidad tiene una gran influencia sobre nuestra salud. ¿Todas las grasas son iguales? No.
Decálogo de las grasas
De manera muy genérica podríamos decir que hay dos tipos de grasas: las insaturadas (subdivididas en monoinsaturadas y poliinsaturadas), y las saturadas. El primer grupo –que eleva el colesterol bueno y rebajan el malo- son más abundantes en las semillas de los vegetales y en algunos animales marinos. Mientras que las saturadas son predominantes en los orígenes animales, aunque también son vegetales. Así el aceite de oliva, el aguacate o las almendras son ejemplos de alimentos monoinsaturados. Pescados azules (atún, sardinas..) o el aceite de girasol, maíz y soja serían poliinsaturados y los saturados los encontraríamos en la mantequilla, por ejemplo.
¿Y cuáles son las grasas malas?
Las llamadas trans, que proceden de la industria alimentaria, se consideran las más perjudiciales. Deberíamos comer muy poco de éstas. Se encuentran en los alimentos típicos como los dulces industriales, los productos procesados, la bollería… Son aquellas que se forman muy habitualmente en la hidrogenación de grasas y aceites vegetales. Hay que saber que los alimentos que suelen contener grasas trans son al mismo tiempo, ricos en azúcares, en grasas totales o en sal. Reconocerlas es fácil; sólo hay que echar un vistazo a las etiquetas de los productos alimenticios.
No te excedas
Aunque los expertos confirman los beneficios del consumo de grasas (excepto las trans), como en todo, no conviene abusar. De hecho la OMS (Organización Mundial de la Salud) establece el máximo en un 30% de la ingesta calórica diaria y, en el caso de las saturadas, no más del 10% de las calorías diarias deben ser de este tipo de grasas. Si nos excedemos podemos incurrir en el sobrepeso y en un a cascada de consecuencias, como el riesgo de sufrir un evento vasovascular.
Omega 3, Lo mejor
Otro de los alimentos que también ha sido demonizado sin sentido es el pescado azul. Antes nos solían decir que lo evitáramos porque tenía un mayor porcentaje de grasa y que por tanto, primáramos el consumo de pescado blanco. Hoy en día, esto no tiene fundamento porque las grasas que aporta el pescado azul, el Omega3, son beneficiosas. Y es que ayudan a combatir la inflamación, ayudan a controlar la coagulación de sangre y a bajar la presión arterial y los triglicéridos. En este sentido, esto no significa que debamos desterrar el blanco, sino que en nuestro consumo de pesado debería prevalecer el azul.
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