En aquellos momentos en los que tenemos una tendencia habitual hacia la preocupación, podemos dar un giro a la situación si ponemos el foco en la parte improductiva y poco práctica de esta actitud. Aquí tienes ocho razones para dejar de preocuparte tanto, para no tomarte las cosas tan a la tremenda, y para dejar de vivir con una sensación de miedo crónico.
1. Lo que tenga que ser será
En los casos en los que la preocupación trasciende a tu control, aquello que tenga que ser será, es decir, ocurrirá de un modo inevitable. Por esta razón, intenta reflexionar sobre qué ganas con esta tendencia de ir con una mochila llena de piedras que simbolizan el peso de las preocupaciones. Deja que la vida siga su curso. Cuando llegue el momento, sabrás afrontarlo.
2. Casi nada es tan importante
Si eres realmente objetivo, comprobarás cómo muchas de tus preocupaciones son totalmente infantiles o adolescentes. Cuestiones que no tienen tanta importancia nos roban la paz de un modo totalmente innecesario. Casi nada importa tanto en la realidad misma como en nuestra mente. Por tanto, aprende a dar importancia a aquello que realmente la tiene.
3. Pocas preocupaciones se hacen realidad
Tenemos tantas ideas en nuestra mente que, la realidad es que un porcentaje muy pequeño de esas preocupaciones se materializa en algún momento en la realidad presente o futura. Todo lo demás, no pasa nunca. Sin embargo, el sufrimiento real que tú te has generado a ti mismo con tu forma de pensar, ahí queda.
4. Eres capaz de solucionar la situación
Cuando nos preocupamos en exceso, nos sentimos indefensos ante aquello que nos ocurre. Intenta darle la vuelta a la situación para poner el poder en ti, el centro vital. Eres una persona perfectamente capaz y competente para solucionar esa situación o buscar la ayuda necesaria para ello.
5. No estás solo
Las preocupaciones se hacen gigantes desde la percepción de soledad. Seguro que tienes a aguien que puede apoyarte con su compañía. Algún amigo, familiar, compañero de trabajo o, sencillamente, ayuda profesional de un psicólogo. No estás solo y otra persona puede darte ideas de posibles soluciones. O, simplemente, esas personas pueden acompañarte en el proceso de vivir.
6. Todo cambia, nada permanece
Las circunstancias de la vida son tan cambiantes y tan relativas en algunos aspectos que no merece la pena vivir con angustia o preocupación una situación determinada cuando, todo eso, dentro de muy poco, no tendrá ningún valor para ti, ningún impacto en tu memoria.
7. No te lo mereces
No mereces hacerte esto a ti msimo, no mereces vivir con el lastre de la preocupación constante en tu vida. Mereces vivir en libertad emocional, sin ese peso constante de la culpa que acompaña a esas ideas que te inquietan.
8. Esto afecta a tu salud
Por tanto, y en relación con el punto anterior, deberías cambiar de actitud, sencillamente, porque este malestar afecta a tu salud física y emocional. Escribe una lista de tus propias razones para dejar de preocuparte a partir de ahora.