Desde las conocidas taquicardias hasta un sentimiento de muerte inminente indican que algo no funciona bien ahí dentro. No obstante, un factor importante que esta dando de qué hablar en los últimos años es la baja tolerancia a la frustración o, en este caso, a la frustración reconvertida en ansiedad, que se potencia mediante la repetición. ¿Son dos caras de la misma moneda?
La intolerancia a la ansiedad, la intolerancia a la frustración
Hace apenas un año, se reunían una serie de especialistas capitaneados por la Dra. Marta Redondo del Instituto de Psicología de Emociones y Salud-IPES para derribar mitos en torno a la ansiedad. Según ella, la ansiedad en sí misma no es un problema sino que es “la primera emoción natural, que tenemos todos los seres humanos y que es adaptativa”. También añadía que “las personas son cada vez más intolerantes a la ansiedad”.A este respecto, la Dra. Redondo aludía a la necesidad de no otorgarle demasiada atención a síntomas físicos que anteriormente no habían supuesto ningún problema como, por ejemplo, la conocida sensación de mariposas en el estómago que puede ser, simplemente, una respuesta adaptativa.
No obstante, también se ha relacionado la ansiedad con la tolerancia a la frustración, especialmente si hablamos de que las generaciones actuales (nacidos después de 1980) presentan unos índices de ansiedad (física también) mucho mayores que los de las generaciones anteriores.
Detrás de esto, se ha interpretado que estas generaciones han crecido creyendo que podrían lograrlo todo con esfuerzo, alentados por el entorno, y posteriormente se han encontrado con que esto no es del todo cierto.
Esto puede ocasionar una ausencia de tolerancia a la frustración que desemboque en cuadros de ansiedad generalizada. El diálogo interno de una persona con trastorno de ansiedad en este contexto es el siguiente: “si no estoy consiguiendo mis metas es porque no me estoy esforzando lo suficiente pero depende completa y absolutamente de mí”.
La ansiedad en la sociedad del perfeccionismo multidimensional
A la generación denominada “millenial” (no demasiado correcto en el contexto español ya que este término se acuñó en Estados Unidos) y a nueva generación Z se le esta diagnosticando cuadros de ansiedad nunca antes conocidos. Si bien es cierto que en un pasado no estaba tan bien diagnosticada, lo cierto es que las generaciones anteriores tampoco tuvieron el grado de exigencia que estas nuevas generaciones tienen.Actualmente no basta con tener un trabajo cualquiera, casarse y tener hijos, no. Se debe tener todo esto y además que triunfar en el empleo, tener una ingente cantidad de aficiones (y hacerlo todo bien), tener una vida social envidiable, viajar como el que más, ser culto, consciente con el medio ambiente, desenfadado, curioso, proactivo y…es agotador.
Si a esto le sumamos que la situación socioeconómica no tiene absolutamente nada que ver con lo que se vivía entre los 90´s y 00´s, nos encontramos con una sociedad sin apenas movilidad social (posibilidad de ascenso socioeconómico), inestable a nivel laboral y todo ello después de la promesa de un brillante futuro con el esfuerzo adecuado aderezado con psicología positiva que invita a culpar al individuo de absolutamente todo lo que sucede en la vida.
¿El resultado? Si, intolerantes a la frustración. Si, un universo de personas que creen que no son suficiente sino tienen éxito porque así se lo han enseñado desde su nacimiento.
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Autora: Alex Bayorti (colaboradora de nuestro blog)