El pasado año salían a la luz los resultados de un estudio realizado en Estados Unidos, “Generation Z: Shaping the Futures of Consumer Trends” desarrollado por una consultora en la que se realizaba una muestra de comportamiento de compra de más de 60 millones de personas a lo largo y ancho del planeta.
Los resultados que arroja no son inesperados: la generación Z muestra que en torno a un 50% de los jóvenes nacidos entre 2000 y 2010 del estudio sentían ansiedad o depresión.
Pero, ¿qué hay detrás de este malestar en esta generación en relación a otras? A continuación, barajamos las posibilidades en formato de opinión para plantear un debate que, en ningún caso, ha sido aún resuelto.
Generación Z: más autoconscientes de la salud mental que las generaciones anteriores
Antes de nada, empezaremos arrojando una lanza en favor de una generación única. Fueron los primeros nativos digitales y también han sido pioneros en el uso intensivo de las redes sociales y en la información global e inmediata.No es necesario ahondar mucho en Instagram o Tik Tok para encontrar en ellas decenas de miles de stories y posts en los que se habla -con mayor o menor acierto- de salud mental. La salud mental ya no es motivo de escarnio para la generación Z y, además, tienen un mayor acceso a la información para poder dar respuesta a las dudas que surgen cuando la tristeza ya no parece tristeza o el estrés pasa a ser ansiedad.
Se trata de una generación más comprometida con su salud, tanto física como mental, con respecto a sus predecesoras. Del mismo modo que las mujeres de otras generaciones anteriores sufrían el doble de prevalencia de enfermedades tales como la ansiedad, concluyéndose que el motivo podía radicar en que buscaban ayuda más rápidamente que ellos, se puede barajar la posibilidad de que la nueva generación tienda a dar más importancia a los síntomas propios de la ansiedad o la depresión que sus predecesoras.
Cuando se compite con el resto del planeta: un retrato de la generación de la hiperconectividad
Cuando los nacidos antes del 2000 éramos adolescentes, nos medíamos con el entorno más cercano. Aunque existían revistas, programas de televisión y algunas redes sociales (como Messenger o Tuenti) comenzaban a emerger, lo cierto es que nuestros modelos a seguir se limitaban a lo que leíamos, veíamos o escuchábamos. Nos fijábamos en ciertos escritores, músicos, famosos de la TV y del cine…Del mismo modo, la mayoría crecimos en entornos reducidos en los que podíamos conocer a algún que otro modelo a seguir menos probable, como un escritor o un futbolista pero eran los menos y, de hecho, era extraño medirse con muchas personas que hubieran tenido un éxito profesional muy elevado en la mayoría de los casos. Por ello, nuestras aspiraciones se limitaban a lo que habíamos conocido. En algunos casos existía una ambición superior pero la mayoría terminaba siguiendo los pasos de su entorno cercano.
Hoy no es así. Los nacidos en la generación Z se encuentran comparándose continuamente con toda la población mundial. El nivel de agotamiento emocional que debe conllevar junto a la sensación de fracaso resultan difíciles de medir pero, en este mismo estudio que estábamos exponiendo al inicio del artículo, se valora en 1,9 veces la mayor propensión de la generación Z a sufrir enfermedades mentales. Sin duda, todo un reto, único en la historia, que los nacidos en este siglo XXI están afrontando como buenamente pueden.
Autora: Álex Bayorti (colaboradora de nuestro blog)