Hoy he echado mano de un artículo de mediados del 2016 de los amigos de Pain-Ed. La idea es facilitarte la tarea, si el inglés no es tu fuerte, porque considero que esta información es interesante en los tiempos en los que el estudio del dolor está más que presente cuando hablamos de Fisioterapia.
El artículo de la compañera Dr Samantha Bunzli dice así (aquí el original)…
El dolor y la pérdida de función son los 2 factores principales que llevan a la gente con dolor lumbar crónico inespecífico a buscar ayuda. Cuando se le pregunta a una persona con dolor lumbar crónico inespecífico qué tratamientos han probado, la respuesta es a menudo en forma de lista de la compra: terapia manual, ejercicios de estabilización, pilates, yoga, medicación, inyeccionesy la lista podría seguir en la búsqueda del alivio del dolor y su impacto en la vida diaria.
En efecto, una mirada a la literatura revela que un rango amplio de intervenciones activas y pasivas tienen como mucho efectos pequeños y modestos en el dolor y la función en gente con dolor lumbar crónico inespecífico.
La Terapia Cognitiva Funcional demuestra mejoría
Una intervención que ha mostrado grandes mejorías, clínicamente importantes en el dolor y la función asociados a dolor lumbar crónico inespecífico, es la Terapia Cognitiva Funcional. En breve, la Terapia Cognitiva Funcional se puede resumir como una intervención conductual individualizada basada en principios biopsicosociales que desafía creencias maladaptativas y asociadas a comportamientos disfuncionales, para mejorar el control del dolor y llevar al paciente en su viaje de regreso a sus metas (para una descripción más detallada haz clic aquí). Habiendo establecido la eficacia de la Terapia Cognitiva Funcional en un ensayo controlado aleatorizado, nuestro equipo de investigación quería entender cómo la Terapia Cognitiva Funcional funciona desde la perspectiva del paciente que recibe la intervención.
Para hacer esto, reclutamos 5 personas con diversos resultados tras 3-6 meses de Terapia Cognitiva Funcional para dolor lumbar crónico inespecífico y les pedimos que compartieran sus experiencias de tratamiento con nosotros. Mediante entrevistas uno a uno, exploramos las percepciones de los participantes de la experiencia de cambio en el dolor a través de la Terapia Cognitiva Funcional y sus explicaciones para cada cambio o ausencia de cambio. Para analizar nuestras entrevistas agrupamos a los participantes en “mejorados” y “no mejorados” y buscamos experiencias comunes y definidas de cada grupo.
Nuestros resultados recientemente publicados en Physical Therapy, sugieren que la mejoría tras la Terapia Cognitiva Funcional depende del grado en el que los pacientes i) Adopten creencias biopsicosociales sobre su dolor y ii) Sientan que pueden auto-gestionar su dolencia independientemente.
“Ahora sé que puede haber dolor sin problemas físicos o estructurales”
Ingredientes claves en la Terapia Cognitiva Funcional
Mientras la mayoría de los participantes entraron en la intervención con fuertes creencias biomédicas sobre la causa de su dolor, la aceptación de un modelo biopsicosocial del dolor fue un “ingrediente” clave que diferenció “mejorados” de “no mejorados”. Una relación de confianza con el terapeuta facilitó una comunicación efectiva y estableció la escena para desafiar creencias existentes con un nuevo modelo explicativo del dolor. Los participantes describieron una nueva “conciencia corporal”, un entendimiento de cómo los estresores físicos y psicosociales influenciaban su comportamiento y dolor. Se les animó a desafiar esta nueva información y la conciencia corporal mediante experimentación conductual y la experiencia de control del dolor fue clave para la consolidación de un nuevo sistema de creencias.
“Ahora cuando tengo dolor, puedo examinarme a mi mismo. Soy capaz de descifrarlo por mi mismo”
El segundo ingrediente clave para un resultado exitoso fue lograr un manejo independiente de su dolor. Esto se basó en el establecimiento de sólidas habilidades en la resolución de problemas y mejora en la auto-eficacia del dolor que capacitó a los “mejorados” a enfrentarse a actividades amenazantes o provocadoras de dolor. La “auto-eficacia” del dolor diferenció entre “muy mejorados”, quienes informaron de una vuelta a la normalidad con optimismo renovado para el futuro y “poco mejorados”, quienes informaron que tenían preocupaciones residuales sobre su habilidad para afrontar una recaída en el dolor, particularmente cuando se enfrentaron a estresores contextuales de la vida.
Nota: Para el que piense que el término “auto-eficacia” del dolor suena confuso en español, viene a ser la confianza del paciente a hacer actividades cuando tiene dolor.
El hallazgo de que algunos pacientes podrían experimentar una respuesta positiva a algunos aspectos de Terapia Funcional Cognitiva, pero no a otros (ej. algunos pacientes podrían adoptar creencias biopsicosociales sobre su dolor pero tener dificultades con el manejo del dolor), refleja el valor de estudios cualitativos como estos sobre comprensión de las respuestas al tratamiento. Este nivel de detalle es difícil de capturar en ensayos controlados aleatorizados grandes.
Optimización de la Terapia Cognitiva Funcional
Mientras el tamaño de la muestra en este estudio fue pequeña, los resultados dan ideas de cómo el llevar a cabo Terapia Cognitiva Funcional puede ser optimizado:
1. El rol del clínico usando Terapia Cognitiva Funcional es como mentor, equipando a los pacientes con conocimiento y capacidades para el manejo independiente.
2. El clínico debe desafiar las inútiles creencias existentes a través de una discusión abierta de una manera motivacional y empática.
3. Los pacientes necesitan estar involucrados activamente en un aprendizaje basado en la experiencia personal y actividades con valor. Los pacientes deberían ser motivados a buscar su propia información a través de experimentación conductual, ej. aprendiendo haciendo.
4. Un cambio de creencia solo no es suficiente para mantener mejorías a través de la Terapia Cognitiva Funcional. Habilidades para el manejo independiente son necesarias para asegurarse de que los pacientes pueden manejar nuevas experiencias dolorosas y tienen la confianza para volver a hacer actividades normales.
5. Los pacientes que no están seguros de sus capacidades, que muestran signos de estrés y/o ansiedad, podrían tener dificultades con el manejo independiente. En estos casos, el clínico podría insistir en decirle al paciente el impacto que tiene el estrés o la ansiedad en la experiencia dolorosa, mantener un seguimiento más largo y/o derivar a un equipo multidisciplinar para optimizar la función.
Hasta aquí la entrada de la compañera. Espero que haya sido de vuestro interés y muchas gracias de nuevo a Pain-Ed por darnos la oportunidad de compartir su trabajo.
La imagen de cabecera es dominio público de Pixabay.
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