Diría que estoy indignada pero últimamente esa palabra califica el estado de hartura de mucha gente y la hemos dotado de un tinte social o político, así que lo voy a decir más claro, estoy hasta el moño, vamos cabreada como una mona y al mismo tiempo perpleja. Sí, como alucinada pero más fino.
Hoy le leído en una red social a una mujer que decía que lo mejor que le ha pasado ha sido comprarse una Spandex. Señoras, ¡¡¡una faja!!! Qué vida más triste la de este ser que encumbra al hito más importante de su existencia semejante artilugio del pasado.
Ayer me mostraba Rebeca la portada de una revista para mujeres donde se leían titulares que prometían desvelarte los secretos para comer más y pesar menos, tener orgasmos de película, conseguir rápidamente un abdomen de escándalo y, de paso, provocar la envidia de toda mujer, y muchos, muchos otros secretos que se convierten en humo nada más abrir la revista.
O mejor dicho, nada más saltarte las 15 páginas de publicidad con las que suelen empezar las revistas de este tipo. Anuncios que por otra parte mantienen en pie la revista, marcas que manejan muchos de los contenidos y, convenientemente, nos recuerdan que no somos nada si no compramos su producto.
¿Creen, sinceramente, señor@s que somos gilipollas? ¿Tan baja opinión les merece el cerebro de la mujer?
Se ha terminado el tiempo de engañarnos y prometernos el oro y el moro y todo ello sin dieta, sin esfuerzo, sin ejercicio y sin pastillas. ¡Hala! Así, te compras la revista y a lucir cinturita de avispa y muslos "apretaos". Vamos que no somos tontas, que ya no cuela.
Que noooo, que no compramos humo que sabemos que los resultados requieren esfuerzo y que, además, anoten señores editores:
Amamos nuestro cuerpo y asumimos nuestra edad, la edad de nuestra piel y sus cicatrices porque son parte de nuestra historia.
Nuestra autoestima no se achanta ante la imagen de una jovencita que no llega a los 20, se crece porque nos sentimos orgullosas de quienes somos, no nos vamos a seguir comparando con nadie porque somos únicas.
Nos cuidamos sí, pero nos cuidamos como nos da la gana. No echándonos cremas carísimas sino amándonos y velando por nuestra salud y nuestro bienestar.
Nos respetamos, más de lo que hacen todas esas revistas, por otro lado plagadas de mujeres en sus redacciones que son iguales a nosotras.
Se acabó, ¡somos libres! Libres de estereotipos que provocan enfermedades mentales que pueden llevar a la muerte y que inundan las familias de tristeza; libres de las imágenes que nos asaltan por la calle y se meten en nuestra retina aunque no miremos, sin pedir permiso.
Mujeres, celebremos de una vez nuestros pechos caídos, acaso por dar de mamar a la criatura más bonita que hay en nuestra vida.
Celebremos nuestras caderas ensanchadas al traer vida, luz, a este mundo.
Celebremos nuestras manos y sus pliegues que cuentan cuántas cosas bonitas hemos tocado, cuántos cuerpos amados hemos abrazado.
Nuestras rodillas y muestras piernas que nos han llevado a lugares hermosos, amadas sean.
El tiempo pasa factura a nuestra piel pero dota a nuestro corazón de razones poderosas para sentirnos más bellas que nunca.
Señores a partir de ahora para vender van a tener que empezar a dirigirse a mí como una persona y no como un cuerpo.
Señores, como diría mi madre "no soy solo una cara bonita" y mi cerebro no está en venta, ya pueden esforzarse por darme argumentos de peso porque los de siempre ya no me valen.
Y tú, ¿también estás hasta el moño? Pues comparte este post y que se entere el mundo.
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