Y es que a menudo nos pasa desapercibida la rigidez corporal, pero es un factor muy importante en la valoración general de la persona. Un cuerpo muerto está frío y rígido, y cuanto peor es nuestra salud, más nos acercamos a este estado. De hecho, muchas de las problemáticas de nuestro cuerpo se basan en la rigidez y en la contracción de éste.
Los efectos del estrés
Si nos fijamos, cuando nos duele la espalda decimos que la tenemos contracturada, si la palpamos podemos notar un relieve no normal, que llamamos contractura. O podemos decir que tenemos el cuello rígido o no nos podemos mover con facilidad. Otros estados patológicos, como la tos, el vómito o el dolor en general también provocan una contracción en nuestro cuerpo.
La explicación es sencilla. Ante cualquier enfermedad, dolor, situación traumática o problema, nuestro cuerpo se contrae. Nos hace estar tensos, en situación de estrés. Y como estos hechos suelen ir acompañados de emociones como el miedo, la rabia, la tristeza, la impotencia o la frustración, su impacto en nuestro cuerpo contribuye a contraer aún más nuestros músculos.
Pongamos un ejemplo común. Imaginemos que estamos ante un exceso de trabajo, llevamos unas semanas trabajando más horas de lo normal y de repente, nuestro cuerpo se rebela ante esta situación, reclamado a gritos un descanso y nos aparece, por ejemplo, una gripe con una fiebre alta que nos obliga a guardar cama. Pero nosotros aún no habíamos acabado nuestro trabajo y mientras estamos en la cama con fiebre, nos empieza a venir una sensación de culpa por estar enfermos, de frustración e impotencia por no haber podido acabar nuestra tarea, incluso de culpa o de miedo a perder nuestro trabajo.
Aquí nos empieza a surgir la tan temida ansiedad, que probablemente aún hace que nos encontremos mucho peor. Independientemente del significado emocional de esta gripe, que corresponde a otras disciplinas, esta situación de estrés añadido ante un hecho que debería representar un descanso nos repercute negativamente en nuestro proceso de curación, creando más síntomas y alargando nuestro periodo de recuperación.
Si nos fijamos en nuestra respiración, veremos que se entrecorta ante esta situación de estrés, impidiendo una correcta oxigenación de nuestro cuerpo, añadiéndonos más fatiga y más dolor corporal aún.
También se nos contrae uno de los músculos más importantes de nuestro cuerpo, el diafragma. Cuando esto ocurre, dejamos de practicar la respiración abdominal y pasamos a practicar la respiración clavicular o superficial, la típica de la ansiedad y de la supervivencia. El estrés nos provoca afán de supervivencia, y nuestro cuerpo está diseñado para correr o luchar ante una situación de estrés (estrategia de supervivencia), ya que se producen una serie de hormonas (adrenalina y cortisol) para favorecer el hecho de tener la máxima fuerza durante un breve período de tiempo, el suficiente para enfrentarnos a nuestro rival o huir corriendo, no para mantenerla a lo largo del tiempo sin resolver el conflicto.
En nuestra sociedad, el enemigo rara vez es físico, rara vez tenemos que estar dispuestos a luchar o huir corriendo de la situación de estrés. Sin embargo, el estrés es muy común, los niveles de adrenalina y cortisol son altos en la gente y el conflicto, al no resolverse rápidamente y no estar encarnado en una sola persona o predador, va provocando una tensión continua en nuestros músculos, nuestras fascias y nuestro cuerpo en general.
Aprender a gestionar las emociones
Además, en nuestra sociedad tenemos nulos conocimientos sobre gestión emocional. Estamos acostumbrados siempre a hacer y no sentir. En general, nos dedicamos poco tiempo a nosotros mismos y, si lo hacemos, este tiempo suele estar orientado a la evasión y al hacer, dando un nulo espacio a la expresión de nuestras emociones. Y si no sentimos nuestras emociones, éstas quedan almacenadas en nuestro cuerpo, en forma de contracturas, rigideces, tensiones y memorias que, a la larga, nos pueden ocasionar enfermedades, o problemas de salud tanto a nivel físico como psicológico.
Todos los músculos y órganos de nuestro cuerpo están envueltos por unas membranas llamadas fascias que, al igual que nuestros músculos, también reaccionan con una contracción en el día a día de nuestra vida diaria. Por lo tanto, se nos contrae tanto el envoltorio como el músculo u órgano en sí y, eso quiere decir que es muy probable que vea disminuida su función, es decir, que pueden comenzar a aparecer problemas de salud. Hay numerosas terapias para destensar las fascias, como la acupuntura o la terapia craneosacral.
El papel de la alimentación y las terapias naturales
La mayoría de nosotros nos alimentamos mal. Estamos en una sociedad donde solemos estar sobrealimentados pero malnutridos. Nuestro suelo, ya de por sí, es pobre en magnesio, un mineral clave para la adecuada contracción y relajación de los músculos y el sistema nervioso y es bastante común comenzar a tener deficiencias de este mineral entre los 30 y 40 años; en situaciones de estrés, incluso antes. Una mala alimentación, baja en nutrientes esenciales para nuestro organismo también nos puede hacer estar más tensos, más irascibles y provocar desequilibrios en nuestro sistema nervioso.
Las terapias naturales tienen mucho que decir en el papel de la aceptación y la gestión emocional, ya que muchas de ellas están orientadas al conectar de nuevo a nuestras emociones, sentirlas y finalmente liberarlas. La meditación, el tapping, la terapia craneosacral, el reiki, la kinesiología, la PNL (Programación Neurolingüística) y muchas otras están orientadas a la aceptación de los hechos, las emociones y a establecer un reequilibrio energético en nuestro cuerpo, nuestras emociones y la nuestra mente. Algunas de ellas como el masaje, la acupuntura o la naturopatía en general actúan, no sólo sobre nuestras emociones, sino sobre nuestro cuerpo físico, contribuyendo a mejorar el dolor, corregir posibles deficiencias de vitaminas y minerales en nuestro cuerpo y restableciendo nuestra salud física.
En conclusión, la buena gestión emocional, la conciencia sobre nuestro cuerpo y la necesidad de relajarlo, sobre nuestra respiración, así como una correcta alimentación y/o suplementación, son elementos cruciales para mantener nuestro cuerpo flexible y ágil, evitar las rigideces y, en consecuencia mantener un estado óptimo de salud.