El hombre tiene inteligencia y voluntad para elegir una posibilidad y adoptar una postura frente a su realidad y así decidir en cada momento qué hacer con su vida. Tener preferencias y rechazos es la manifestación opuesta de un mismo fenómeno cuyo origen se encuentra en el acto de elegir. No son positivos o negativos en sí mismos, y se presenta en el seno de todas las familias, aunque cueste trabajo entenderlo y aceptarlo.
Rechazo, se genera cuando nuestra razón identifica algo como dañino o malo y, la voluntad lo rechaza.
Preferencia, es la manifestación de algo que ha sido aprehendido por la razón como un bien y lo convierte en el objeto del acto volitivo.
Ahora bien, entre plática con amistades, es normal que se haga esta pregunta incómoda y de cierta manera molesta. Y con tal de no meternos en conflictos o ventanear lo que consideramos que puede llegar a causar un daño, cuando alguien nos hace esa pregunta, es común que simplemente respondamos con un: "No tengo preferidos, a todos los amo por igual".
La realidad es que "El aceptar que tenemos preferencia por alguno de nuestros hijos, requiere de la aceptación de nuestra naturaleza humana y de gran madurez y valor". Y, cuando lo logramos hacer, conseguiremos entender y llevar mejores relaciones y comunicación con nuestros seres queridos.
¿Cuáles son las causas de dichas preferencias?
Rasgos físicos y características personales que nos atraen
Comportamientos y actitudes (sensación de aceptación y afecto que un padre induce en un hijo a través de su comportamiento, trato, actitudes y mensajes no verbales; demostraciones de amor de los hijos hacia los padres)
Satisfacción de necesidades (reciprocidad en: afecto, ternura, necesidad de ser reconocidos y de poder influir en otros)
Familiaridad (consecuencia de la convivencia, el trato y el diálogo diarios)
Mecanismos de defensa
¿Qué sucede con los rechazos?
La concepción que como padres asignamos a los hijos es la que muchas veces lleva al rechazo de muchos hijos, por no alcanzar nuestras expectativas.
En los hijos produce heridas perduran por mucho tiempo y sus secuelas persisten, en ocasiones, durante toda la vida.
Cuando un padre encajona al hijo dentro de límites estrechos y rígidos del rechazo pierde la posibilidad de ver los otros muchos aspectos positivos que constituyen la personalidad del niño y la riqueza de sus posibilidades.
Por lo tanto, de lo que se trata entonces es de aprender a manejar estos sentimientos y canalizarlos adecuadamente para lograr un desarrollo armónico e integral familiar.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
Bolio y Arciniega, E. (1996). Relaciones Padres e Hijos: Preferencias y Rechazos. 3ª Ed. México: Trillas. (Reimpresión 2010).
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