-Aristóteles.
Muchas veces me he sentido mal, incluso culpable por ciertos pensamientos que pasan por mi mente, una idea de egoísmo, tal vez de intolerancia hacia lo diferente a mí, envidia o hasta un crudo desprecio. Además de cargar con estas nada agradables ideas tengo que cargar con la culpa: Yo no debería pensar esto, no es correcto. Soy mala persona.
En un momento de iluminación me di cuenta que yo no era eso, todas esas ideas habían entrado por mis oídos, por mis ojos, por mis sentidos de manera involuntaria, algunas otras eran realmente mías a pesar de lo erróneas que parecen, sin embargo yo no era eso, no puedo evitar tener esa clase de pensamientos pero puedo hacer algo con ellos.
Puedo intentar cambiarlos, redirigirlos, razonarlos, desmentirlos o vivir con ellos, aceptarlos, porque lo que en realidad nos define a todos nosotros son nuestras acciones. Puedo sentir un gran desprecio por una persona, por su manera de actuar hacía mí por ejemplo, pero puedo ser comprensiva y amable con esa persona sin dejar que lo peor de mí resulte en una acción equivocada para mis propios parámetros.
SOMOS LO QUE PENSAMOS, HACEMOS Y MÁS
Las fuerzas contrarias en la mayoría de nosotros vivirán siempre, lo importante es comprender esas fuerzas y dejar crecer la que deseamos. No hay por qué sentir culpa por lo que somos y lo que pensamos, pero SÍ HAY UNA RESPONSABILIDAD en nuestras acciones. Aun dejando de lado la moralidad y la ética, hay razones adaptativas y de beneficio propio por las cuales pensar en la otra persona además de en uno mismo.
Recordemos que la mente puede ser engañosa, nuestros pensamientos pueden ser distorsionados, no se trata de desconfiar de lo que pensamos, se trata de aceptarlo y manejarlo, entonces a partir de eso ACTUAR. Ser uno mismo no significa hacer lo primero que viene a nuestra mente, ni pensar de determinada forma nos hace SER por completo.