El psicólogo estadounidense Leon Festinger fue el que formuló este concepto por primera vez con la publicación de su obra Teoría de la disonancia cognitiva (1957), donde explica que las personas tenemos una fuerte necesidad de asegurar que nuestras creencias internas, actitudes y conductas son coherentes entre sí. Cuando el ser humano percibe una incoherencia entre sus creencias y su comportamiento se esfuerza en evitar este conflicto para que no le arrastre a la falta de armonía interior. Esta teoría entró a formar parte de la psicología social y se ha utilizado en diferentes áreas como la motivación, la toma de decisiones, el cambio de actitudes o la dinámica de grupos.
Prácticamente todos hemos vivido episodios de disonancia cognitiva, esto es, experimentar dos ideas incompatibles y desafiar una de ellas (la que más nos desagrada) con nuevas informaciones a nuestro gusto, o cambiando nuestra conducta o intentando alterar nuestro entorno. Tenemos tendencia a autojustificar nuestras decisiones, y ante la posibilidad de que hayan sido equivocadas o incorrectas la ansiedad nos puede llevar a defender tercamente esas decisiones o actos. No toleramos bien manejar dos pensamientos contradictorios e intentamos neutralizarlos con nuevas ideas, aunque éstas sean absurdas, pudiendo llegar al autoengaño. Y al reducir la incoherencia interna también se reduce nuestra tensión psicológica, y al sentirnos mejor se va fortaleciendo la motivación de seguir luchando contra nuestros conflictos internos. Una persona educada en valores morales y pacíficos que es obligada a ir a la guerra, para defender las inevitables muertes enemigas se verá motivada a incluir entre sus valores otros nuevos que justifiquen su conducta, como la defensa de la Patria, de su cultura o de su religión.
Ejemplo clásico de conflictos internos
Como nuestra actitud está formada por componentes tanto afectivos como cognitivos, también puede considerarse que la incoherencia que sentimos en la disonancia se produce cuando hay un conflicto interno entre nuestros deseos y nuestros pensamientos. El ejemplo clásico es el de las personas fumadoras. Todos sabemos que fumar perjudica la salud, puede causar problemas respiratorios, fatiga crónica o provocar cáncer, incluso la posibilidad de morir. ¿Por qué la gente fumadora sigue haciéndolo a pesar de saber sus perjuicios? Ante la contradicción de pensar “quiero estar sano” y “fumar perjudica mi salud”, y ante el gran esfuerzo necesario para dejar de fumar, en vez de sentirse mal porque siguen fumando estas personas intentan racionalizar sus pensamientos contradictorios y autojustificar su adicción. Puede que tengan pensamientos parecidos a estos:De qué sirve vivir mucho si no se pueden saborear los placeres de la vida, como el goce de un cigarrillo después del café.
Dejar de fumar engorda porque nos hace comer más, y tampoco es sano.
Hay demasiadas situaciones peligrosas para la salud: respirar aire contaminado, enfermedades infecciosas, accidentes,…, y fumar solo es una pequeña parte. Lo mejor es disfrutar el momento.
Hay mucha gente fumadora que ha vivido mucho y sin problemas relacionados con el tabaco. Las posibilidades de contraer cáncer no son tan altas. La persona adapta su comportamiento de seguir fumando a sus pensamientos elaborados al respecto, y así reduce su disonancia cognitiva. Distorsiona la información recibida desviando la atención de la relación tabaco-cáncer hacia sus deseos más hedonistas de buscar el placer y evitar el excesivo esfuerzo necesario para superar la adicción.
Quizá, desde una óptica más positiva, la disonancia cognitiva puede haber evolucionado en nuestro cerebro para ayudarnos a cambiar los pensamientos automáticos instintivos y acríticos por otros más razonados y lógicos, escogiendo entre diferentes opciones y así estimulando nuestro desarrollo cognitivo. Quizá también sirve para proteger nuestra visión individual del mundo, o nuestro sentido de identidad, o nuestra motivación para conseguir nuestros objetivos vitales. En este sentido la disonancia cognitiva puede tener un valor adaptativo que nos compromete con la acción si sabemos gestionarla bien, si aprendemos a cambiar los pensamientos negativos por otros que aumenten nuestra motivación para superar nuestro malestar. Y también si aprendemos a detectar nuestros autoengaños para flexibilizar nuestra mente.
Autor: Iñaki Kabato (colaborador de nuestro Blog)