Os propongo un ejercicio. Imaginaros que un día os levantáis y cuando le decís buenos días a vuestra pareja, ésta no sólo no os contesta sino que ni tan solo os mira. Podéis pensar que tiene un mal día y no darle importancia, pero vuestros hijos tampoco os dicen nada y os trata como si fuerais invisibles. Y lo mismo sucede con el vecino con el que os cruzáis en la escalera y con los compañeros de la oficina. Es como si nadie os viera, todo el mundo os ignora. ¿Cómo os sentiríais?
Puedo imaginarme la respuesta, os sentiríais fatal porque las personas somos seres sociales y necesitamos el contacto y la interrelación con los demás. De hecho, incluso las personas que sufren un secuestro largo establecen un vínculo emocional con sus secuestradores, el conocido síndrome de estocolmo porque psicológicamente soportamos peor la ignorancia o el aislamiento que el posible maltrato.
El psicólogo Abraham Maslow en su pirámide de las necesidades, desarrolla una teoría psicológica sobre la motivación y las necesidades del ser humano que nos ayuda a entender por qué actuamos de la manera en que lo hacemos. Maslow afirma que nuestras decisiones y acciones tienen como finalidad cubrir estas necesidades.
Necesidades deficitarias
Si el alimento es imprescindible para garantizar nuestras necesidades fisiológicas y garantizar nuestra supervivencia física, el reconocimiento es indispensable para asegurar nuestro bienestar emocional y nuestra salud psicológica.Maslow establece una jerarquía entre las distintas necesidades: las necesidades deficitarias (fisiológicas, de seguridad, de afiliación y de reconocimiento) y del desarrollo del ser, la llamada autorrealización. Las deficitarias están relacionadas con una carencia, algo que la persona necesita para sentirse satisfecho, seguro y protegido y, por tanto, hará lo que sea para cubrirlas. La autorrealización, en cambio, no parte de una carencia, porque la persona ya tiene cubiertas las necesidades básicas y, por tanto, se siente bien consigo mismo. Es entonces, cuando siente el deseo de crecer y evolucionar para desarrollar todo su potencial e incluso hacer algo altruista por los demás, como ser voluntario en una ONG.
Como he comentado, las necesidades deficitarias parten de una carencia, de algo que la persona necesita para su bienestar físico o psicológico. Por ello, el Análisis Transaccional incorpora el concepto de “hambre”. Si no tengo el alimento necesario para saciar mi hambre fisiológica, sentiré un gran malestar o incluso dolor, lo que me movilizará a hacer todo lo posible para procurarme el alimento que sacie esa hambre.
De igual manera, si siento que mi seguridad está amenazada, tendré una gran hambre de protección y hará todo cuanto esté en mi mano para sentirme seguro. Es por ese motivo que procuramos tener un trabajo que nos permita tener los suficientes ingresos para vivir, una casa en la que vivir, seguros de salud, vida, de hogar, etc. que cubran cualquier riesgo que pueda suponer una amenaza para nuestra seguridad.
El reconocimiento como necesidad deficitaria
El reconocimiento es entendido como la necesidad de estima; es decir, la manera en que nos valoramos nosotros mismos y también cómo nos valoran los demás.Una vez la persona tiene cubiertas las necesidades más básicas; es decir, tiene asegurado el alimento, un techo y se siente seguro y protegido, por tanto, aquellas que tienen relación con aspectos físicos, buscamos satisfacer nuestras necesidades emocionales.
El reconocimiento por parte de los demás, fortalece nuestra autoestima, haciéndonos sentir más seguros y capaces, aumentando así nuestro bienestar y nuestra felicidad. Que las personas que nos rodean nos den un feedback positivo y reconozcan nuestros logros, lo que hacemos por ellos y, en definitiva, nuestra propia persona, hace que nos sintamos personas valiosas dentro de la sociedad en tanto que contribuimos con nuestras acciones al bien común.
Es importante recordar que el autoconcepto que tenemos de nosotros mismos se ve influido por cómo nos tratan los demás y las opiniones que tienen acerca de nuestra persona.
Por tanto, si tenemos reconocimiento nos sentiremos satisfechos con nosotros mismos y si no obtenemos reconocimiento nos sentiremos inseguros, apareciendo problemas de inferioridad y baja autoestima.
Reconocimiento positivo y reconocimiento negativo
Como ya he comentado, todos necesitamos ser reconocidos y valorados por los demás. Es una necesidad deficitaria y, por tanto, haremos todo lo posible por satisfacerla.Para fomentar nuestro autoconcepto y nuestra valía y sentirnos felices, necesitamos el reconocimiento positivo de las personas que nos rodean mediante elogios a nuestros logros, que muestren interés por nuestra persona, por cómo nos sentimos y lo que necesitamos, que nos aprecian y que se encuentran a gusto en nuestra compañía. Cuando esto sucede, nos sentimos valorados y aceptados por nuestro entorno, lo que nos genera sentimiento de pertenencia y bienestar emocional.
Si no obtenemos reconocimiento positivo o no en la medida que lo necesitamos, estaremos, como explica el Análisis Transaccional, ante una situación de escasez y de hambre de reconocimiento. Es entonces cuando buscaremos el reconocimiento negativo porque, como ya he explicado, las personas preferimos que nos traten mal a que nos ignoren por completo.
Sé que puede resultar chocante. Por eso, os pondré un ejemplo para ilustrarlo. Recuerdo un caso en que unos padres trajeron al su hijo a terapia por su mal comportamiento. Había pasado de ser un niño modélico a portarse fatal tanto en casa como en el colegio, Sacaba malas notas, se metía en peleas con sus compañeros y desafiaba a sus padres, provocandoles para que le riñeran. Sus padres no lo entendían porque su hijo tenía todo lo que quería, le compraban todos los caprichos que pedía y aún así su comportamiento era cada vez peor. ¿Qué había sucedido? A lo largo de las sesiones se puso de manifiesto que sus padres trabajaban mucho y además tenían una intensa vida social, con lo que el niño siempre estaba con actividades extraescolares y canguros. Es decir, los padres no pasaban tiempo con su hijo, no jugaban con él ni se interesaban por cómo le iba en el colegio y con sus amigos. El niño no obtenía reconocimiento positivo, por tanto, tenía un mal comportamiento porque así llamaba la atención de sus padres. “MIentras me riñen o castigan, me miran y están pendientes de mí”, me confesó el niño un día.
Cuando los padres fueron conscientes del orígen del mal comportamiento de su hijo y empezaron a pasar tiempo de calidad con el niño, éste volvió a tener un comportamiento normal y a sentirse valorado por sus padres y feliz.
A falta de reconocimiento positivo, preferimos reconocimiento negativo.
En todas las relaciones personales necesitamos reconocimiento positivo. En las organizaciones, cuando los trabajadores no se sienten valorados por sus superiores, o sus compañeros inician juegos psicológicos y provocan malentendidos y conflictos para obtener reconocimiento negativo.
Por tanto, si queremos que nuestras relaciones, tanto en nuestra vida personal como en nuestra faceta profesional, sean sanas, satisfactorias y enriquecedoras, tenemos que dar reconocimiento positivo.
Tips para fomentar el reconocimiento positivo
Ser educado, saludar a la persona, pregúntale qué tal el fin de semana, pedir las cosas con amabilidad.
Establecer contacto visual y cuidar nuestro lenguaje corporal.
Interesarnos de manera sincera por la otra persona. Por ejemplo, si sabemos que tiene un familiar enfermo, interesarnos por cómo se encuentra.
Si sabemos que está pasando por un al momento, ofrecerle nuestro apoyo y nuestra ayuda.
Respetar sus opiniones y sentimientos, teniendo conversaciones asertivas en las que estén presentes la escucha activa, el respeto y el diálogo.
Dar las gracias cuando nos hacen un favor.
Pasar tiempo de calidad con la otra persona.
Alegrarnos y felicitarla por sus logros.
No hacer críticas destructivas. Podemos dar nuestra opinión pero siempre desde el respeto y sin humillar ni menospreciar a la otra persona.
Valorar a la otra persona y decirle que es importante para nosotros. Muchas veces damos por supuesto que la otra persona sabe que la queremos y no lo decimos y, quizás ella necesite oirlo. Por tanto, no escatimemos las muestras de afecto y de cariño, sobre todo, si se trata de nuestra pareja, familiares y amigos íntimos.
Si damos reconocimiento positivo, estamos retroalimentando la autoestima y seguridad en si misma de la otra persona, al mismo tiempo que reforzamos nuestra relación y evitamos posibles conflictos derivados de la falta de reconocimiento.
Nota: El artículo ha sido publicado originalmente en Saludterapia.