El hambre emocional está compuesto por patrones de conducta asociados a emociones que nos llevan a comer sin hambre física.
Buscábamos una manera de sentirnos bien, y en un momento dado asociamos ciertos patrones de conducta y sentimientos, con el acto de comer. Patrones de conducta que se han convertido en hábitos. Hábitos que nos hacen sentir bien en un breve espacio de tiempo, pero que vienen acompañados de efectos indeseados al comer de más o inadecuadamente como exceso de peso, malestar, fatiga, culpa,…
El hambre emocional suele aparecer de manera impulsiva
En un momento dado sentimos un ansia enorme por comer, cuando nos sobreviene un determinado sentimiento, o llevamos a cabo patrón de conducta determinado, comer normalmente cosas poco saludables o de manera caprichosa, como bombones, helado, pizza,…. Por contra, el hambre física aparece cuando los niveles de glucosa en sangre van bajando, esta hambre va apareciendo de manera gradual.
Una vez seamos conscientes de la relación que hemos creado entre según qué patrones de conducta y emociones sentimos, y qué comemos, es hora de aprender a relacionarnos con nuestras emociones de manera constructiva y encontrar alternativas beneficiosas que nos hagan sentir bien, pero que no tengan consecuencias perjudiciales.
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