Ésta es una palabra relativamente joven y fue gracias a las argucias creativas en el campo del marketing de una neoyorquina, cuando en 1977 Shirley Copperman, para un nuevo restaurante llamado Oenophilia que abría en la ciudad de Manhattan, New York, colocaba pancartas que decían: “Si el nombre le sugiere una enfermedad rara que no le gustaría coger, otro cartel en la ventana decía: puede que ya la tenga”, “Es una aflicción de los sentidos que se caracterizan por ansias por la buena comida, buen el servicio y vinos servidos en un ambiente de buen gusto y confortable a precios razonables” y es cuando un crítico del “The Village Voice” escribió algo así como… “Oenophilia. no, no es una enfermedad social, es la orientación sensual hacia los placeres de la buena comida y el vino, y el nombre de un nuevo restaurante para gourmets en la ciudad”.
En la actualidad se dice de la Oenofilia que es todo lo contrario a la Oenofobia y es “padecida” por el Enófilo que a su vez, no es otra cosa que un amante o conocedor de vinos. Una persona que disfruta de los vinos, por lo general como un conocedor. Si conoces a uno de estos, tranquilo, no son peligrosos, ahora ya sabes como llamarlos con propiedad.
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