Ganar años de vida, retrasar el envejecimiento, prevenir el desarrollo de enfermedades neurológicas y como dieta coadyuvante en el cáncer y en el síndrome metabólico
Una de las acciones más importantes que podemos poner en práctica para retrasar el envejecimiento y como medida preventiva de enfermedades, es sin duda adoptar una dieta rica en alimentos y suplementos antioxidantes.
Aunque con frecuencia hemos oído hablar muchas veces de lo importantes que son, la realidad es que nuestra dieta siempre deficiente no nos aporta la cantidad de antioxidantes que debería.
¿Qué son los antioxidantes?
Los antioxidantes son moléculas con alta capacidad de atacar la oxidación celular, esto es “atrapar los radicales libres”.
Pero: ¿qué son los radicales libres? Un radical libre es una molécula que posee un electrón no apareado (libre) al contrario que el resto de las moléculas “estables” en donde éstas se agrupan de forma equilibrada. Este proceso celular que se produce todo el tiempo en nuestro organismo, es natural e inevitable. La diferencia se encuentra en que, si consumimos suficiente cantidad de antioxidantes en nuestra dieta habitual, podremos hacer frente a la cascada de radicales libres atacándolos y equilibrándolos.
Cuando en nuestro organismo hay un desgaste de antioxidantes muy alto o una deficiencia de éstos, como por ejemplo por factores ambientales o exógenos: contaminación ambiental, tabaco, alcohol, alimentación desequilibrada, estrés, consumo de drogas, radiación y exagerado ejercicio físico, el desequilibrio de radicales libes es mucho mayor y no se puede hacer frente a ellos con la eficacia que deberíamos.
Si esta situación persiste a lo largo del tiempo sin tomar ninguna medida preventiva o correctiva, devienen los problemas: envejecimiento prematuro, debilidad del sistema inmune, mayor predisposición a enfermar, mal aspecto físico (piel, cabello, uñas, debilidad muscular, mal estado óseo) e incluso compromiso de nuestras funciones cognitivas.
Hay estudios que confirman que un exceso de radicales libres conlleva a largo plazo el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, aumenta el riesgo de desarrollar algunos tipos de cánceres, desarrollo del síndrome metabólico y de enfermedades neurodegenerativas. Un solo radical libre puede afectar hasta un millón de moléculas durante su reacción en cadena(1).
Hoy en día sabemos que el aumento exógeno de antioxidantes a través de la dieta por ejemplo y suplementación antiox puede aumentar la esperanza de vida y la calidad de ésta. Los radicales libres alteran la membrana del ADN interna (ADN mitocondrial) lo que aumenta la producción de éstos. Si nuestro organismo está en perfecto equilibrio endógeno-exógeno este daño es mínimo.
El problema deriva cuando este equilibrio se rompe y el proceso natural de oxidación celular se produce en una cadena imparable que acaba produciendo daños a medio plazo.
Nuestro organismo posee dos vías de hacer frente al proceso natural de producción de los radicales libres: endógeno (mecanismo natural de la célula para hacer frente a los radicales libres) y exógeno (enzimático y no enzimático) y su interacción es tanto intra como extra celular.
Cabe señalar respecto al mecanismo endógeno de protección celular frente al estrés oxidativo, que en cuanto mejores condiciones esté nuestro organismo y más equilibrada y saludable sea nuestra dieta (sobre todo en alimentos con alto poder antioxidante) más eficaz será, además se deberá sumar a esto un estilo de vida lo menos posible expuesto a la producción exógena de radicales libres.
Hacer frente al estrés oxidativo mediante una dieta rica en antioxidantes
La vía exógena es la que podemos controlar con mayor precisión, a través de una dieta rica en alimentos antioxidantes y complementándola con suplementos antiox y un estilo de vida acorde, lo que a su vez activará con mayor precisión la vía endógena de las células para atacar los radicales libres.
Las principales sustancias antioxidantes que encontramos en los alimentos, proceden del reino vegetal y se conocen son los fitonutrientes, aunque otros nutrientes como las vitaminas y los minerales también poseen acción antioxidante.
Los más estudiados y conocidos hasta ahora como antioxidantes potentes son los polifenoles (taninos) y fitoestrógenos (isoflavonas, lignanos, flavonoides). De la familia de los polifenoles tenemos los flavonoides y los taninos, en este grupo destacamos las antocianidinas (alimentos de color rojo y azul-morado), las catequinas (alimentos de color verde y negro), los citroflavonoides (alimentos amarillos y naranjas) y los isoflavonoides (genisteína y daidzaína) presentes en la soja y todos sus derivados. Las protoantocianidinas destacan principalmente en las semillas de uva y el vino tinto.
Vitaminas antioxidantes son la vitamina E, presente en cereales integrales, aceites de oliva, sésamo y nuez, aguacate, germen de trigo, frutos secos y semillas y pescados y aves. La vitamina C que la encontramos en alimentos como las frutas cítricas y bayas, el té verde y verduras y hortalizas.
Como minerales con alto poder antioxidante tenemos en selenio, presente en pescados, mariscos, carnes y aves y huevos. También en el yogur y el queso y los cereales integrales, frutos secos, semillas, legumbres, setas y algas. Té negro, café, cerveza y cacao. La levadura de cerveza y el germen de trigo son excelentes fuentes naturales de selenio.
El zinc, el cobre y el manganeso son otros minerales antioxidantes presentes en los mismos grupos de alimentos que el selenio.
Otros nutrientes antioxidantes importantes son: el ácido alfa lipoico, el resveratrol, la coenzima Q10, el glutatión, la quercitina, astanxatina, luteína y zeanxatina (éstos tres principalmente beneficiosos para la salud de la vista) y los carotenoides (beta-carotenos) o provitamina A.
El ALA o ácido alfa-lipoico es un ácido graso natural que contiene dos átomos de azufre con altísimo poder antioxidante. Los estudios realizados acerca de los efectos antiox de este nutriente son numerosos y se ha demostrado su eficacia en el empleo del tratamiento de diversos trastornos: prevención de enfermedades cardiovasculares, síndrome metabólico (hipertensión, diabetes, obesidad, colesterol y triglicéridos), protector neurológico, precursor de la molécula de ATP en la célula (con lo cual se ha indicado en casos de SFC), y por supuesto como el gran antioxidante antiage por excelencia. Es hidrosoluble y liposoluble (pero no ambos a la vez), lo que le aporta sus propiedades únicas llegando a todas las capas de los nervios, tejidos y órganos. No es un nutriente esencial, puesto que nuestro propio organismo es capaz de producirlo (aunque la capacidad de hacerlo disminuye con los años), no obstante los requerimientos como antioxidante terapéutico son mucho mayores que los que aporta solamente la alimentación.
Este maravilloso ácido, también conocido como “ácido tióctico” es un ayudante eficaz de las vitaminas B para que éstas puedan convertirse en “energía”. A través de la dieta no se consigue el aporte necesario de alfa-lipoico como para notar de forma espectacular sus efectos, con lo cual se hace presente la necesidad de suplementarse con él para obtener mayores beneficios. No obstante no es un suplemento recomendado libremente para todo el mundo, sobre todo en personas hipotensas (puesto que baja muy eficazmente la tensión arterial sobre todo a dosis altas), para su consumo siempre será mejor consultar con su médico.
En alimentos lo encontramos en: vísceras (riñones, hígado, corazón), pescados, mariscos, carnes, huevos y alimentos lácteos. En el mundo vegetal en espinacas, brócoli, tomates y algunas verduras y hortalizas de hoja verde, aunque casi todas lo contienen en mínimas cantidades.
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