La ansiedad se manifestó en mí como un tsunami sin compasión, llevándose todo lo que encontraba en el camino, como un fuerte ir y venir, un torrente lleno de emociones, de subidas y bajadas, algo así como una montaña rusa, algo así como el infierno en la Tierra donde los demonios eran los miedos, transformándose todo ello en una eterna noche oscura del alma.
Siempre he sido una niña muy alegre pero también muy sensible.
Cada uno de los sucesos que ocurrían a lo largo de los días me afectaban de una forma u otra dependiendo de la situación, claro está.
Por condiciones personales y experiencias “difíciles”, la ansiedad, la depresión, los ataques de pánico, etc. se presentaron de un día para otro en mi vida, sin entender qué era lo que me pasaba.
No sabía ni el por qué ni el para qué.
En definitiva una inesperada y fuerte crisis llegó a mi breve existencia , a los 10 años. Lo que yo no sabía es que se quedaría para darme la lección más importante de mi vida.
Yo no pasé por un corto período de ansiedad, ni por un estado de ánimo bajo pasajero, ni por un poco de estrés.
No. Estuve sumida en medio de una ansiedad severa en la que mis miedos me dominaban y se hacían dueños de mí, en el que la desesperación y la angustia eran tales que me veía en medio de una profunda depresión.
¿Qué hace una niña de 10 años que era medianamente feliz cuando la vida le pone semejantes pruebas?
¿Qué hace una niña de 10 años rodeada de un mundo lleno de incomprensión?
¿Qué hace una niña de 10 años fingiendo estar bien porque nadie la entiende?
Y… lo peor. ¿Qué hace una niña de 10 años pensando en morir?
Realmente, mi vida era un infierno. La ansiedad me carcomía por dentro. Me quitaba las ganas de vivir. Me robaba todas las ilusiones, todas las esperanzas, todos los sueños que tenía.
Me quedé vacía, sin nada. Ensimismada en mi propio sufrimiento. Tenía, además un TOC que me llevaba a gritar y hacer rituales ruidosos en medio de la noche.
Me daban ataques de pánico y una profunda tristeza. Sentía que se me iba la vida.
Mis padres estaban cansados de mí. Estaban hartos. Mi padre me pegaba, mi madre me gritaba. Yo me sentía culpable. No tenía salida (eso creía).
Sin embargo, poco a poco me fui dando cuenta de que lo que más sufrimiento me provocaba era resistirme al dolor, no querer sentirlo. Y, entonces, sufría.
Poco a poco, fui sintiendo ese dolor que me desgarraba el alma, y, por muy paradójico que pueda parecer, este disminuía a medida que lo sentía, que lo dejaba salir.
Lógicamente necesité ayuda profesional y estuve y estoy con tratamiento. Me ayudó mucho salir de la casa (pues me pasaba los días sin salir), caminar, etc.
Pero lo que más me ayudó ha sido practicar la aceptación. Este es el camino más fácil para salir del sufrimiento y tomar las riendas de tu vida.
Esto, visto así, a priori, parece alarmante. Y así es, para mí lo fue. ¿Quién me iba a decir a mí que todos esos miedos y esas penas que brotaban desde lo más profundo de mi ser transformarían esa mierda que me estaba tocando vivir en abono para mi felicidad?
Y… ¿quién me hubiese dicho a mí que yo iba a salir de ese hondo y oscuro pozo?
Hoy sé que todo esto fue un llamado de mi alma o por decirlo de otra forma, un despertar de la conciencia.
Un aviso de que necesitaba creer, de que aún siendo tan niña podría ser un ejemplo a seguir en un futuro.
Y… eso es lo que soy.
Una adolescente que comparte su experiencia para poder ayudar aunque sea a solo una persona.
Mi sueño es ayudar a todas esas personas que sufren a cambiar las gafas con las que ven la vida, a que vuelvan a soñar aunque solo sea aportando un granito de arena.
Esta experiencia me ha llevado a cuestionarme y replantearme muchas situaciones en mi vida, a hacerme muchas preguntas, a darme cuenta de que existe otra manera de vivir, a indagar en mi propio descubrimiento personal, a volver a sonreír de verdad.
No puedo decirte lo que tienes que hacer para salir de la crisis que estás o has vivido. Pues… no lo sé. Eso, solo lo sabes tú. Tú y sólo tú.
Lo que sí puedo decirte es que todo tiene un para qué. Todo pasa por algo.
Y… la vida en su infinita sabiduría quiere lo mejor para ti aunque en un principio no seamos capaces de verlo.
Por favor, déjate llevar, exprésate, SIENTE.
Al fin y al cabo, ¿quién soy yo para decir lo que debéis hacer? Es vuestro camino.
Yo soy una vía, un medio que la conciencia universal usa para manifestarse. Una adolescente enamorada de la vida que usa simples palabras cargadas de emoción para hacerle llegar a las personas que sufren, un rayito de esperanza, un rayito de luz.
Como dice Sergi Torres, esto es una invitación a despertar. ¿Me acompañas?
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