La práctica de la atención plena te posiciona en modo fluir en un mundo en constante cambio y evolución.
Tanto si estás pensando en practicar atención plena o mindfulness, tal y como se le conoce en su término inglés, o llevas en el intento un tiempo, debes de tener claro que la práctica de la atención plena no será positiva si lo que buscas son beneficios inmediatos o anhelas un estado de felicidad perpetuo en el que desaparezcan de tu vida todos los problemas, dudas, y dolores.
Mindfulness significa estar presentes en el aquí y ahora de una forma especial y sin enjuiciamiento. A mí me gusta definir la práctica de la atención plena o mindfulness como la capacidad que tiene el ser humano para hacer uso de la herramienta de la conciencia, con el fin de poder instalarse en el aquí y ahora y desarrollarse desde el instante presente en todas sus capacidades para disfrutar de la magia y el milagro de vivir.
Y me parece perfecta la definición que sobre mindfulness hace Jon Kabat-Zinn (claro, al fin y al cabo es el impulsor de estas técnicas o herramientas) que dice que “mindfulness es prestar atención de una manera especial: intencionadamente, en el momento presente y sin juzgar” lo que nos lleva a otra importante definición, que es la de Guy Armstrong, que dice que la práctica de la atención plena es “saber lo que estás experimentando mientras lo estás experimentando” y eso, obviamente, puede ser la serenidad, la alegría, el enfado, la pasión, pero también la tristeza o el dolor.
Y claro, pensarás ¿y entonces para qué quiero yo practicar mindfulness o atención plena?.
Pues sencillamente para poder encontrar una vía de serenidad en todo lo que haces y vives sin que te dejes arrastrar por esa marea de pensamientos que todos y todas tenemos a cada momento y que nos generan una auténtica montaña rusa de emociones que, la mayoría de las veces, no controlamos y, por lo tanto, nos sacan de la normal fluidez con la que deberíamos de vivir.
La práctica de la atención plena tiene, con el tiempo, un curioso efecto que se produce, por ejemplo, a través de la meditación. Al sentarse en silencio y proceder a una ecuánime observación, terminas dándote cuenta de que esos pensamientos que atraviesan constantemente tu mente, no son tú.
Tú no eres esos pensamientos. Los pensamientos son lo obsdervado y tú SER ESENCIAL es el observador.
Te reto a que te hagas las siguientes preguntas:
¿Quién observa los pensamientos cuando te sientas en silencio durante, por ejemplo, 5 o 10 minutos?, ¿Quién observa a quien observa esos pensamientos?. Ahí está la clave.
A la hora de la práctica de la atención plena, cuando percibimos, como señala Edward Conze, se producen tres etapas:
“1) objeto de la atención procura 2) una base para el reconocimiento, lo cual se convierte en 3) una ocasión para lo que denomina arrebato o trance”.
Esto quiere decir que tu conciencia, a la hora de “ver” algo, no percibe más que ese “algo” para en una segunda etapa, reconocer ese “algo”” como una forma que, una vez identificada, hace que salte la tercera etapa que es la de activar las predisposiciones y los juicios.
Es decir, como ejemplo básico, vemos una forma con colores que inmediatamente reconocemos como una onza de chocolate (por ejemplo) y que seguidamente lo juzgamos como bueno, malo, le ponemos un sentimiento, nos recuerda algo…
Esto, que es un constructo mental, ocurre de forma tan rápida que nos hace pensar que las tres etapas ocurren al mismo tiempo, lo que suele ser fuente de problemas y sufrimientos.
Bien, ¿pues qué ocurre con la práctica de la atención plena o mindfulness?, pues que, al apagar tu “piloto automático” y ser más consciente del aquí y ahora, esas tres etapas se pueden espaciar, con lo que tomas más conciencia de tu propio proceso de pensamiento, lo que hace que pases de vivir en un modo de “piloto automático” a un “modo consciente” basado en vivir en el instante presente.
Por ello, muchas veces, sentimos que no tenemos control sobre nuestras propias vidas, que nos vemos como arrastrados por la velocidad imperante en los modos de vida en los que andamos metidos, que todo ocurre así porque sí y que nada podemos hacer.
Pues quiero que te quede claro que, a través de la práctica de la atención plena o mindfulness, puedes aprender a tomar las riendas de tu propia vida, a poner mano a la obra en tu propio desarrollo personal siendo consciente de que no eres independiente, sino parte de un todo único. A trascender tu propio EGO en beneficio de tu vida y de las que te rodean.
Práctica. Lo que se necesita es práctica. La práctica de la atención plena. ¿Te atreves a poner patas arriba tu vida?. Te aseguro que no te arrepentirás.
Mindfulness aquí y ahora.
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