En una ocasión, una gran amiga me dijo. “Esos silencios siempre van entrelazados con la paz, me quedo fuera de combate escuchando mi corazón“. Refiriéndose a una grata situación en la que no sabía qué decir, quedando de esa manera en silencio.
Y es que es el combate el que nos hace sufrir, por ello mi amiga encontraba paz, precisamente porque había dejado de combatir. Nos pasa a todos, entramos en guerra contra nosotros mismos y contra lo que nos acontece. Una guerra de pensamientos que no es otra cosa que el ego tratando de controlarlo todo, barajando mil y una posibilidades para tratar de asegurar que nuestro personaje siga teniendo una buena imagen, o bien si nos sentimos inseguros o culpables para que no se acrecienten tales sentimientos. Da igual por qué lo hagamos, el resultado siempre es el mismo, nos agotamos en ese ir y venir de sesudos juicios y pensamientos. Cuando en verdad, las grandes cuestiones las resolvemos desde el corazón. Desde ese corazón que podemos escuchar cuando albergamos el silencio en nuestro ser. ¿Cuántas veces nos hemos equivocado y hemos dicho “debería haberle hecho caso a mi intuición”? Esto último suele ocurrir cuando tomamos decisiones desde nuestro propio ruido interno y no desde la quietud.
Es soltando esa necesidad de diseccionarlo todo meditante el pensamiento como podemos alcanzar el silencio, viendo además lo inútil de quedarnos presos dándole mil vueltas a los mismos limitados concepto. Por lo tanto, el silencio se encuentra más allá de nuestras creencias, deseos, sueños, expectativas y anhelos. Más allá de lo que creemos ser. Soy valiente, cobarde, inseguro, culpable, soy esposo, madre, abogado, carpintero,… etiquetas que comenzamos a vivir llenándonos de conceptos y ruido. No somos el papel que representamos ante los demás.
Es precisamente en el silencio donde encontramos esa inteligencia no conceptual que nos llena de verdad, que nos sacia como personas. Por ello cuando quedamos en quietud interna ante una puesta de sol o ante una grata situación que nos deja sin palabras nos reconocemos y encontramos paz. Es ahí, en esa actitud interna donde encontramos lo que necesitamos, no quizás lo que queríamos, pero sí lo que precisamos para seguir adelante.
Por todo ello aquieta tu pensamiento, quédate en el silencio y permite que tu esencia fluya hacia fuera. Muéstrate al mundo tal cual te sientes por dentro. Déjate ser y experimenta la libertad que supone no tener que representar lo que no eres.