En los últimos años hay una gran tendencia en el mundo del running (antes conocido como correr) y es que todo el mundo quiere iniciar su propia colección de medallas.
Obviamente, tenemos claro que salir a correr puede ser una muy buena actividad física y nos puede aportar grandes beneficios ya que, como explica el Journal of the American College of Cardiology, correr a velocidad reducida puede reducir el riesgo de mortalidad hasta en un 30%, pero aquí vamos a hablar de la gente que va más allá, que quiere correr 6 IronMans en un año o que entrena corriendo más de 4 horas.
La larga distancia supone un gran impacto metabólico para nuestro cuerpo, no sólo durante la prueba, sino que también nos afectará los días posteriores a la misma. El corazón es un músculo y hay que tratarlo como tal. Necesitaremos una adaptación progresiva y gradual que nos permita mejorar su función de bombeo para llegar las demandas de oxígeno de nuestros músculos durante toda la prueba. Con esta adaptación cardiovascular también aumentaremos el número de capilares en cada músculo y, por tanto, mejoraremos el aporte de sangre y oxígeno en estos.
Pero esto no es todo, hay que tener claro que no somos élite y que por tanto no acabaremos los 42K de un maratón en las 2h que lo hará un keniata pero ¡OJO! Ellos son la élite de la larga distancia y les pagan por ello. Nosotros lo haremos en 4, 5 o incluso 6 horas y eso, es mucho rato corriendo y un impacto bestial para nuestras rodillas (ligamentos, meniscos, etc.). Y si lo comparamos con un Ironman este impacto se multiplica. Es verdad que se corre la distancia de maratón, ¡pero se hace después de casi 4k de natación y 180k en bici! ¡La fatiga muscular con la que empezamos el maratón es impresionante!
Hay expertos en fondo que recomiendan correr 60 kilómetros (que se dice pronto) a la semana para preparar bien un maratón. Aunque consigamos realizar un buen entreno, planificado con tiempo y sumando muchos kilómetros cada semana, tenemos que tener claro que no es lo mismo correr 60 u 80 kilómetros en una semana, ¡que correr 42 en un día! Por eso, tendremos que tener especial cuidado al elegir la ropa que llevaremos y usar vaselina en las zonas más conflictivas (ingles, axilas, pezones, sujetador, etc.)
No debemos olvidar, que lo más importante de la actividad física y el deporte son los numerosos beneficios que nos aportan si la realizamos con regularidad y dentro de los límites de cada uno. También hay que aclarar que contra más nos acercamos a la élite de un deporte, más nos alejamos del lado saludable del mismo.
Si a pesar de todo esto, queremos correr esa prueba soñada, tendremos que tener en cuenta las siguientes reglas para reducir al máximo los posibles efectos adversos de la misma:
Realizar una prueba de esfuerzo la semana antes de la prueba y, si los resultados no fueran adecuados, respetar la opinión de los profesionales y posponer nuestra hazaña.
Entrenar, entrenar mucho, pero con cabeza. La mejor opción será contactar con un entrenador (con una buena formación) que nos ayude de forma personalizada a llevar nuestro cuerpo a ese estado óptimo para la prueba.
De la misma forma que es importantísimo programar las sesiones de entrenamiento, es fundamental organizar y planificar la dieta antes, durante y después de la carrera. Por ello, deberemos acudir a un nutricionista para que nos asesore.
Si hemos cumplido todo esto y la prueba de esfuerzo nos dice que estamos en el mejor estado posible, podremos correr. Pero aun así, aunque parezca que lo tenemos todo a favor, durante la prueba debemos escuchar a nuestro cuerpo (con los entrenamientos aprenderemos a hacerlo) y, si en cualquier momento nos sentimos mal, mareados o con el pulso demasiado acelerado, deberemos parar. En estas pruebas en las que ponemos el cuerpo al límite hay que tener muy claro que es mejor retirarse a tiempo que lamentarse después.
No nos dejemos engañar.. ¡todo el mundo no puede correr un maratón, ni debe! Salid a correr, escuchad al cuerpo y, sobretodo, ¡¡salid a disfrutar!!
.